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Miremos cómo estamos conversando Opinión

Miremos cómo estamos conversando

Pablo Fuenzalida
Por : Pablo Fuenzalida Magíster en Psicología de las Organizaciones UAI.
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Hace ya más de dos años había nerviosismo por la elección de la Convención Constitucional. Luego el nerviosismo se trasladó a los dimes y diretes de esa Convención, los políticos, sus análisis y qué pasaría con la redacción de la nueva Constitución. Ahora el nerviosismo está puesto en el 5 de septiembre, el día después, más que en la propia elección. ¿Y por qué este nerviosismo? Porque estamos todos de acuerdo en algo: nuestra habilidad para conversar, cuando estamos en desacuerdo, ¡es pésima! Si no nos detenemos a reflexionar sobre esto, trasladaremos nuestro nerviosismo a nuevas fechas e iremos “pateando” el problema hacia delante.

Necesitamos hacer algo diferente, necesitamos distanciarnos de la conversación para comprender cómo estamos conversando. No hay nada peor que seguir enfocados en la tarea, olvidando el propósito. Hoy nuestro país requiere un esfuerzo adicional. Estamos con nuestras confianzas fracturadas y con una dificultad de diálogo que, de no cesar, nos acarreará muchos más problemas de los que ya nos hemos generado.

¿Cómo ponernos de acuerdo cuando estamos en desacuerdo? Esta es la pregunta que necesitamos contestar.

Hay algunas premisas básicas que nos pueden ayudar. Primero, declaremos que tenemos un problema, y este no es estar en desacuerdo, ya que tener puntos de vista diferentes es inherente a ser seres humanos. El problema es no saber ponernos de acuerdo cuando estamos en desacuerdo. Es un problema conversacional. Segundo, necesitamos cambiar la emocionalidad que nos genera el estar en desacuerdo. Los problemas nos generan ciertas emociones, como frustración, rabia, miedo, etc., y estas dificultan la escucha. Cuando tengo rabia, escucharé para defender mi punto de vista y para contraatacar el tuyo. Cuando tengo miedo, escucharé identificando amenazas en tu planteamiento.

Si nuestro propósito es lograr un acuerdo, necesitamos emociones expansivas, como la confianza, que nos disponen a escuchar desde la apertura y a comprender el “porqué” del punto de vista del otro. Necesitamos incrementar nuestra inteligencia emocional para cambiar la emocionalidad que nos genera el conflicto. Para lograr esto, es clave hablar de estas emociones. Aprender a hablar de nuestra rabia, de nuestros miedos. El solo hecho de poder hablar de ellos les baja la intensidad y es el primer paso de nuestra gestión emocional.

Finalmente, necesitamos asegurar que, aunque tengamos puntos de vista distintos, tenemos un mismo propósito. Queremos alcanzar, en el caso del plebiscito, una definición valiosa para Chile. Cómo es el Chile que queremos lograr hoy y en el futuro, qué características tendría nuestra sociedad en ese futuro. Es altamente probable que la gran mayoría sueñe con el mismo país y estemos enredados en el cómo alcanzarlo.

Estamos tan acostumbrados a la tarea, que se nos perdió el propósito. Si realmente queremos alcanzar un diálogo que nos una y acerque, requerimos un esfuerzo adicional. Este esfuerzo, que es colectivo, parte por un cambio personal. Si yo cambio mi forma de afrontar el conflicto, aunque nada cambie, todo cambia. Antes de estar esperando que la contraparte haga cambios, que es más de lo mismo, partamos por hacer cada uno los cambios. Esta es la piedra angular para comenzar a cambiar nuestra forma de conversar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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