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El espejismo representacional Opinión

El espejismo representacional

Gonzalo Correa Rivera
Por : Gonzalo Correa Rivera Psicólogo, académico U. Gabriela Mistral.
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Dada la extrema fragilidad social en la que estamos y la falta de representación efectiva de los congresistas, ahora más que nunca necesitamos que por ambas partes flexibilicen posiciones, estén dispuestos a dialogar y a ceder. De lo contrario, el polvorín que hizo estallar a Chile un viernes 18 de octubre, bien podría encontrar otra chispa para explotar. 


La enorme participación del último plebiscito –de un 85% del padrón– legitima de forma inequívoca al ganador. De los casi 13 millones de personas que votaron, poco menos de 8 millones fueron por el Rechazo. Es importante dar los números exactos porque las simples proporciones no dejan ver el volumen. Y no se puede negar que la victoria del Rechazo es demostrativa en ese sentido, dado que solo en ella se obtiene el total de votantes por ambas opciones en el plebiscito de entrada, el cual tuvo una participación de solo un 50.8% del padrón, cinco puntos menos que la segunda vuelta presidencial.

¿Qué quieren decir estos números? Si uno ve los gráficos de participación electoral, estos no hacen más que descender desde el plebiscito del 88 hasta la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2017, donde se midieron Piñera y Guillier (en la Boric/Kast se ve un aumento de 6 puntos). Hagamos un pequeño recorrido. El presidente Boric obtuvo 4 millones y medio de votos, pero ganó por un 56%; Piñera en su segundo mandato fue electo con solo un poco menos de 4 millones de votos, pero ganó por un 55%; y, por último, en su segundo mandato, Bachelet se impuso por casi 3 millones y medio, pero ganó por un 62%. Esto nos enseña que los porcentajes hacen las veces de una neblina que poco nos muestra la participación real de la población.

Sin lugar a dudas eso es un problema en la medida en que los porcentajes con los que ganan las personas electas bien se pueden transformar en espejismos representativos que no necesariamente se condicen con la realidad. Si la misma cantidad de electores que participó en el último plebiscito hubiera participado en las presidenciales mencionadas, ¿nos hubiéramos encontrado con los mismos personajes en las segundas vueltas? ¿Nos hubiéramos encontrado con un Boric/Kast en la última? No hay cómo saberlo, porque lo único que sabemos de esa gran bolsa de desafectados políticos es que no les gustó la propuesta constitucional, nada más.

[cita tipo=»destaque»]El segundo peligro es que, precisamente por el desajuste entre el electorado completo y la representación en las cámaras, surjan manifestantes que sí se arroguen una representación “real” de la voluntad popular.[/cita]

Esto también nos pude ayudar a entender en parte el fracaso de la Convención. Lo cierto es que poco más de 6 millones de personas votaron por convencionales, lo que equivale a menos del 50% del padrón y casi dos millones de personas menos de los que votaron solo por la opción Rechazo en el último plebiscito. Así, ¿era posible que el resultado fuera una Constitución que representara a una amplia mayoría? La pregunta se responde casi por sí sola.

El problema es grave porque perfectamente el espejismo representacional, que pareció enceguecer a los convencionales, puede estar haciendo de las suyas en el Parlamento. Las actuales cámaras fueron electas con una participación efectiva de un 47% del padrón ¿Qué piensa el otro 53%? ¿Son representados? ¿Es real que la sociedad chilena está dividida casi 50 y 50 entre derecha e izquierda como sí lo están las cámaras? ¿La representación efectiva que tiene el PC y los republicanos en las cámaras, tiene un correlato proporcional en la población? Estas son preguntas que surgen de manera ineludible a propósito de los datos.

De todo lo anterior se extraen dos peligros: el primero es que los senadores y diputados no sean conscientes del espejismo que los envuelve, y que a propósito de la aplastante victoria del Rechazo algún sector endurezca posiciones, cuando en realidad su representación efectiva en las cámaras no tiene un correlato proporcional en la población. Esto traería por consecuencia que se tomen decisiones que, lejos de aplacar el malestar social que detonó en el estallido, lo avive.

El segundo peligro es que, precisamente por el desajuste entre el electorado completo y la representación en las cámaras, surjan manifestantes que sí se arroguen una representación “real” de la voluntad popular. Es esto lo que parece que estuviera pasando con las últimas manifestaciones de los secundarios, que a ratos parecen angustiosos flashbacks de lo que vivimos el 2019.

Así, dada la extrema fragilidad social en la que estamos y la falta de representación efectiva de los congresistas, ahora más que nunca necesitamos que por ambas partes flexibilicen posiciones, estén dispuestos a dialogar y a ceder. De lo contrario, el polvorín que hizo estallar a Chile un viernes 18 de octubre, bien podría encontrar otra chispa para explotar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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