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¿Por qué tanta  violencia? Opinión

¿Por qué tanta violencia?

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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Habrá visto estos días la barbarie, la turba y la violencia en el concierto de Daddy Yankee en el Estadio Nacional. O la del clásico entre la U y la UC, que debió suspenderse. Recordará que durante meses después del estallido los adolescentes y jóvenes perseveraron con una violencia inútil, delictiva y destructiva de bienes que nos pertenecen a todos, como el Museo de Violeta Parra, varias iglesias y casas patrimoniales, etc. Destruyeron  locales de comerciantes pequeños, matando la ilusión y el sustento de muchas familias sencillas. ¿Se ha fijado que en los asaltos y encerronas más violentos los protagonistas son niños y adolescentes?  En fin, hay muchos ejemplos y no quiero estigmatizar a nadie, sino preguntarme ¿Qué puede estar pasando por debajo de todo esto que aun no vemos bien?

Por cierto las causas son muchas, entre otras el malestar social acumulado de un sector importantísimo de la ciudadanía, cuya solución recién empieza a abordarse. Los abusos, la injusticia, el sentimiento de indignidad en asuntos muy esenciales y cotidianos de la vida. Todo eso causa en quienes lo experimentan mucha rabia y frustración. Son violencias de la sociedad  que a su vez provocan una reacción violenta en las personas afectadas. Esa rabia e irritación explotan con agresividad y violencia por cualquier parte, en lo cotidiano.

Al respecto, la paz y la seguridad son fruto de la justicia. Esta receta simple y clara se viene repitiendo al menos desde hace veintiocho siglos. Isaías, un estadista, orador y gran poeta, llamado “el padre de los profetas”, escribió las mejores letras del Antiguo Testamento. Insiste en la idea de que la paz es fruto de la justicia. Es decir, sin justicia no habrá paz ni seguridad. En Chile, quien más lo repetía era el Padre Hurtado, convencido de que la caridad social -que él también impulsó-, es apenas un parche que no resuelve el problema de fondo de la injusticia social, sino las urgencias más insoportables de los más pobres de los pobres. Por eso el Padre Hurtado también impulsó el sindicalismo y muchas otras iniciativas y reformas sociales que tuvieran efecto en una mayor justicia social.

Otra causa probable de la violencia, es su alta promoción y difusión a través de todas las redes sociales como modo de resolución de los conflictos. Para muchos jóvenes ser agresivos y violentos los prestigia en su entorno y por ello la ejercen, la graban y difunden, causando deseos de imitación. Las redes sociales son instrumentos muy utilizados para provocar emociones como el enojo, la ira, el escándalo. Las fake news en general se elaboran para eso. Causan una reacción emocional inmediata que no alcanzamos a filtrar racionalmente.  Ese tipo de mensajes provocan reacciones violentas y se multiplican por las redes muchísimo más rápido, a veces 10 veces más rápido que otro tipo de mensajes.

No poseo una opinión especializada y esta es solo una columna de opinión. Pero otra hipótesis de causa probable de la violencia de los niños, adolescentes y jóvenes en Chile pienso que son los altísimos índices de trastornos mentales en ellos. Hace pocos días en mi columna “El sufrimiento de nuestros niños y jóvenes” resumí  datos de su salud mental. En 2017 ellos tenían una prevalencia de trastornos mentales del 38 %,  4 de cada 10 niños, equivalente  a más de un millón y medio de niños, adolescentes y jóvenes con angustia o depresión severa, etc. Durante la pandemia ese porcentaje se incrementó significativamente. El promedio mundial es solo de 14 %, o sea, 1 de cada 7.  ¡Chile triplica el promedio mundial ! El suicidio es la segunda causa de muerte de  adolescentes en el país. En 2019,  el 31 % de ellos declaró haber probado la cocaína antes de  los 15 años; y el 61 % había probado la pasta base a la misma edad.

Señalé también mi opinión no especializada sobre algunas causas de tales trastornos. Los niños, adolescentes y jóvenes se sienten muy solos, poco queridos y escuchados; mal valorados por ser como son. Tienen baja autoestima y poca tolerancia a la frustración. Reciben poca contención en la familia. Sus padres en general están ausentes u ocupados, sobrepasados con su trabajo y los largos traslados. Los adultos no les transmitimos a los niños y adolescentes un significado o sentido a sus vidas. La crisis de las cosmovisiones que nos ayudaban a  entender el mundo, a darnos una ética y valores por los que luchar se han ido desvaneciendo, y el nihilismo que vacía la existencia nos va devorando como una bruma densa y oscura.

La comunicación digital que ellos usan todo el día, es corta, sin profundidad, poco auténtica, menos sustanciosa. Al no haber contacto presencial no se desarrolla la empatía, no se ve ese lenguaje corporal que es sutil pero muy expresivo en toda conversación. Las redes sociales en realidad muestran más bien máscaras, no rostros ni corazones. Representan más deseos que realidades. Dos líneas y un meme no logran transmitir bien una emoción. Los niños y adolescentes pueden tener 1500 “amigos” en sus redes sociales, pero en realidad tienen dos, uno o ninguno de verdad.

En la mala salud mental de ellos hay mucha internalización que los hace  “tragarse” su soledad, su ansiedad y depresión. La silencian. Pero también el trastorno mental puede tener una vía externalizante, es decir se expresa hacia afuera. Sin motivo aparente, surge la  irritabilidad, el descontrol de los impulsos y emociones, la incapacidad para seguir las normas, la agresividad y mucha violencia.   

Estos síntomas de mala salud mental infanto-adolescente ya eran muy altos en Chile antes de la pandemia y durante ésta subieron. Nosotros los vemos con sorpresa y no vemos que  haya una causa aparente de su agresividad, porque en realidad la causa real y la procesión del calvario va por dentro de sus mentes. Es una enfermedad, un trastorno que ni ellos mismos saben que la están sufriendo y no  la controlan. Es muy posible que ni ellos comprendan bien la razón de su propio actuar irritado, agresivo y tan violento.

Un muy distinguido siquiatra chileno señaló que, a su juicio, la mala salud mental y el stress son una consecuencia de la inseguridad y la violencia. Por cierto, obviamente tiene toda la razón. Pero yo creo que esta es una carretera de ida y vuelta. La violencia y agresividad son también una consecuencia de la mala salud mental. ¿Cuál es huevo y cuál gallina? Ambos, los dos son causas y efectos recíprocos. El control directo de la violencia no nos ha resultado muy bien, y estamos controlando un efecto, no la causa. Aboquémonos con más energía a solucionar también los enormes problemas de salud mental en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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