
Nuevo acuerdo: caminar y mascar chicle
Si bien parece ser un buen mecanismo, mientras no veamos el texto final no podremos decir si este mecanismo fue un éxito. Sin embargo, es importante reconocer que ha logrado destrabar una discusión que pudo seguir durante meses, y que este mismo hecho ayuda a darles una mayor legitimidad a los partidos, al demostrar que son capaces de generar consensos en temas tan emblemáticos como este. La crisis institucional por la que pasa el país necesita momentos como este, y el país necesita que este proceso nos lleve a buen puerto. Es bien sabido que las democracias liberales requieren del buen funcionamiento de las instituciones y de la legitimidad de estas.
Durante 2019, cuando comenzó a tomar fuerza la idea de que era necesario un cambio constitucional para dar una señal de cambio a los chilenos, recuerdo que había dos visiones respecto a este tema. Mientras un grupo planteaba la necesidad de enfocarse primero en una nueva Constitución, otro grupo defendía que lo importante era dar solución a las urgencias sociales. Aún recuerdo la voz de Francisco Vidal en la radio diciendo: “Yo creo que se puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo”.
Noventa y ocho días después del fracaso de la Convención Constitucional, las fuerzas políticas han llegado a un acuerdo para redactar una nueva Constitución, el segundo intento luego del denominado estallido social. El “Acuerdo por Chile” es un buen ejemplo de lo que es capaz nuestra clase política. Con un Congreso fragmentado, en el que es difícil negociar y dejar feliz a todas y cada una de las partes, fueron capaces de llegar a un punto en común y pactar. Es un acuerdo sobrio, moderado, en el que se aprendió de los errores cometidos en la fracasada Convención Constitucional, y se logró llegar a este en un tiempo acotado.
Si bien parece ser un buen mecanismo, mientras no veamos el texto final no podremos decir si este mecanismo fue un éxito. Sin embargo, es importante reconocer que ha logrado destrabar una discusión que pudo seguir durante meses, y que este mismo hecho ayuda a darles una mayor legitimidad a los partidos, al demostrar que son capaces de generar consensos en temas tan emblemáticos como este. La crisis institucional por la que pasa el país necesita momentos así, y el país necesita que este proceso nos lleve a buen puerto. Es bien sabido que las democracias liberales requieren del buen funcionamiento de las instituciones y de la legitimidad de estas.
Pero, cuando vemos cómo esa misma clase política ha lidiado con las urgencias sociales, observamos que no se ha comportado de la misma manera. Pareciera que la cultura de la cancelación y el negarse a negociar ha sido la tónica desde el 2019.
La falta de una agenda para resolver la crisis educativa, un acuerdo por la seguridad que tarda en llegar a algo concreto y las reformas propuestas por el Gobierno que no parecen llevar a ningún consenso, nos recuerda la situación en que están las instituciones chilenas y su legitimidad. La mejor forma de revalidar al Estado es promoviendo una solución eficiente y eficaz a los problemas de la ciudadanía, no sea que para cuando tengamos una nueva Constitución sea demasiado tarde.
Al escuchar las palabras de Francisco Vidal en la radio, me preguntaba si realmente era posible lo de mascar chicle y caminar al mismo tiempo. Viendo lo que ha ocurrido desde el estallido, me doy cuenta de que es más difícil de lo que parecía en ese entonces.
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