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¡Salud!, Rodrigo Pica Opinión

¡Salud!, Rodrigo Pica

Te despedimos, Rodrigo, con la admiración de colegas, pero sobre todo con la sentida pena de no poder seguir compartiendo nuestros WhatsApps cotidianos, que arriesgaban ser diarios, sobre el vino del momento, o para agendarnos una cata o vertical, escuchando siempre tu sabio consejo.


Hay momentos en la vida en donde la inmensidad y la humanidad de las personas hacen que el adiós sea infinito. Es el caso de Rodrigo Pica y las muestras de cariño y recogimiento que hemos visto estos días tras su repentina partida. Aquí ensayamos, en nota personal, una despedida que solo pretende honrar un sencillo testimonio, como muchos otros entregados, y que seguramente se multiplicarán en el tiempo.

Rodrigo, fecundo como el que más, forjó su carrera en el Tribunal Constitucional, recorriendo casi todos los estamentos de esa magistratura hasta convertirse en ministro a la temprana edad de 41 años.

Uno de sus rasgos más notables era el conocimiento, abrazando trayectorias vitales en tan diversos ámbitos como dominios. La historia, el vino y la gastronomía eran predilectos en sus conversaciones, pero no limitaban ni su afición ni sus pasiones.

Y cómo olvidar el vino que nos unía como grupo.

Rodrigo honró sus credenciales de sommelier enseñándonos de valles, cepas, terroirs, usos, costumbres y todo lo que se puede aprender de enología y viticultura.

Pero el amor de Rodrigo no rebalsaba en aquello sino en la Fran, su señora, y sus hijos Facundo y la recién llegada Analina, de tan solo unos meses de edad, sin olvidar a Aarón, que recibió la generosidad de los Pica-Winkler como familia de acogida mientras esperaba su hogar definitivo en adopción.

Y es que Rodrigo cultivó sus vocaciones siempre junto a los suyos, nunca de manera solitaria, convocando a partir de los afectos que, desde lo más íntimo, sinceraban toda su humanidad y grandeza, que prodigaba sin inhibiciones. Entrega, podría ser quizás una de las palabras que mejor lo definían.

Te despedimos, Rodrigo, con la admiración de colegas, pero sobre todo con la sentida pena de no poder seguir compartiendo nuestros WhatsApps cotidianos, que arriesgaban ser diarios, sobre el vino del momento, o para agendarnos una cata o vertical, escuchando siempre tu sabio consejo.

Un brindis a la eternidad, porque nuestro “chat del vino” seguirá abierto a tu salud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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