
Demonización constante
Paradójicamente, entonces, el Día de Solidaridad con el Pueblo Palestino se celebra precisamente el día que los árabes cometieron uno de los mayores errores de la historia moderna, al rechazar precisamente lo que hoy están demandando los palestinos.
El 29 de noviembre recién pasado se conmemoró el Día de Solidaridad con el Pueblo Palestino, una fecha definida por la ONU en recuerdo de la aprobación de la Resolución 181 del organismo, que en 1947 propuso la creación de un Estado judío y un Estado árabe sobre los territorios entregados en ese entonces al Mandato británico.
El llamado Plan de Partición fue aceptado completamente por los judíos y fue rechazado violentamente por los árabes. Estos últimos invadieron con sus ejércitos el recién creado Estado de Israel al día siguiente que David Ben Gurión proclamara su independencia, el 14 de mayo de 1948.
Paradójicamente, entonces, el Día de Solidaridad con el Pueblo Palestino se celebra precisamente el día que los árabes cometieron uno de los mayores errores de la historia moderna, al rechazar precisamente lo que hoy están demandando los palestinos.
Pero esta no es la única paradoja en torno a esta fecha. Porque el publicitado fenómeno de los refugiados palestinos ha logrado ocultar un fenómeno incluso más amplio a nivel demográfico, como fue el de los refugiados judíos de países árabes, quienes debieron escapar o fueron expulsados de sus países natales a raíz de los sentimientos antijudíos que despertó la idea de la creación de un Estado no islámico en Medio Oriente.
El 30 de noviembre ha sido designado por Israel como el Día de los Refugiados Judíos de Países Árabes. Estamos hablando de casi un millón de personas, es decir, casi el doble que los refugiados palestinos desplazados tras la Guerra de Independencia de Israel en 1948.
No hay que olvidar que las comunidades judías en países como Siria, Irak, Egipto y Marruecos, entre otros, vivían ahí por más de mil años, y en muchos casos llegaron a estos países antes que los invasores musulmanes.
Entre esos casos está mi propria familia, que tuvo que escapar de Egipto, con rumbo a Sudamérica y a Israel. Un camino similar siguieron miles de judíos, que generaron un tremendo impacto cultural, social y demográfico, a tal punto que sus familias hoy constituyen casi la mitad de la población de Israel.
Pero por qué la historia de estos refugiados judíos es tan poco conocida. Probablemente porque, con el apoyo del Estado de Israel, estos refugiados se negaron a victimizarse, construyeron nuevas vidas y continuaron contribuyendo al desarrollo cultural y científico de la humanidad.
Un ejemplo emblemático es el del profesor Raymond Schinazi, nacido en Egipto en los años 50. En la década del 60, él y su familia fueron forzados a salir de Egipto por el régimen nacionalista panarabista del entonces presidente Gamal Abd El-Nasser. Posterior a su salida, Schinazi estudió en Inglaterra, donde obtuvo su doctorado en Química. Desde sus laboratorios, desarrolló el tratamiento para la hepatitis C, que en aquella época infectaba a 12 millones de ciudadanos en su país natal, Egipto.
A pesar de haber sido prácticamente expulsado de Egipto, el profesor Schinazi decidió compartir su tratamiento farmacológico con el gobierno egipcio por solamente el 1% de su precio en el mercado internacional. Gracias a ese gesto, el virus de la hepatitis C fue prácticamente erradicado de ese país.
Pero, más allá de las paradojas expuestas, el Día de Refugiados Judíos de Países Árabes también arroja elementos esclarecedores a considerar el día de hoy, y particularmente tras la masacre del 7 de octubre, donde 1.400 judíos fueron muertos, decapitados, quemados vivos, y decenas de mujeres fueron violadas, tanto vivas cuanto muertas.
Y la verdad es que existe un denominador común entre la expulsión de los judíos de países árabes hace 75 años y el asesinato y secuestro de israelíes en la frontera con Gaza hace dos meses. Y ese denominador común es la demonización de los judíos, que emerge con mayor fuerza ante el deseo de los judíos de volver a su tierra ancestral y buscar el más elemental de los derechos como nación, la autodeterminación.
El gran responsable de la demonización de los judíos es la organización islámica fundamentalista “Hermanos Musulmanes”, fundada en Egipto en el año 1929, y designada por el propio gobierno egipcio en 2014 como una organización terrorista. Esta organización fue instrumental en la propagación de propaganda antisemita, que en este entonces fue importada directamente de Europa, especialmente de la Alemania nazi.
De hecho, la primera traducción al árabe del Mein Kampf de Hitler fue realizada y difundida justamente por los “Hermanos Musulmanes”, que organizó boicot a negocios judíos e incluso atentados con bomba a sinagogas.
Esta organización terrorista se expandió por todo el Medio Oriente y en 1988 estableció una filial en la Franja de Gaza, con el nombre de Hamas.
La intolerancia y al antisemitismo que surgió a mediados del siglo pasado en el mundo árabe se ha exacerbado entre los grupos terroristas palestinos, los que claman por la aniquilación del Estado de Israel, incitan al odio y la violencia en el currículo escolar y promueven la jihad o guerra santa.
Así las cosas, la masacre del 7 de octubre, pese a ser única en su crueldad y bestialidad, no es única en sus fundamentos, y en cierta medida es un paso más en la espiral de odio antijudío que propugnan los extremistas en Medio Oriente.
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