
¿Se desinfló Kaiser?
Aunque Johannes ha reafirmado varias veces que no va a bajar su candidatura, el sentido común y el pragmatismo político indican que lo lógico es que el diputado negocie una salida conveniente –ya tienen un acuerdo de lista parlamentaria–, pasando a dirigir la campaña de Kast, por ejemplo.
Johannes Maximilian Kaiser Barents-Von Hohenhagen ha tenido una carrera política tan meteórica como difícil de comprender, pese a que en este país ya no hay nada que nos sorprenda. Saltó de ser un youtuber extremo y bizarro a candidato presidencial, pasando por el Parlamento, estación en que se sacó sus polerones desgastados, para reemplazarlos por chaqueta y corbata.
Johannes se autodefine como paleolibertario, minarquista –conceptos que le ha costado explicar qué significan–, es partidario de la tenencia de armas y ultraconservador. Cuando vestía ropa de adolescente frente a la Cámara –aunque tenía más de 40 años–, afirmaba que “me preguntan por qué no tengo pareja y la respuesta es obvia, ya casi no existen mujeres que quieran quedarse en la casa para servir y dar placer al marido, y para mantener a una hueona empoderada, prefiero volverme maricón”.
Johannes, el candidato presidencial, no ha terminado ninguna carrera de las que ha estudiado, es defensor acérrimo de la dictadura de Pinochet y de Miguel Krassnoff (le hizo un documental-homenaje), a quien considera preso injustamente, pese a que el exmilitar está condenado a 1.000 años de presidio en 25 causas por secuestros, torturas y desaparición de personas. Entre sus planes, si llegara a La Moneda, estaría indultar a Krassnoff y otros condenados por crímenes de lesa humanidad. Por si quienes lo apoyan no lo sabían.
Y aunque Johannes, el candidato, no ha vuelto a repetir las aberraciones que decía como youtuber, no necesariamente significa que ya no piense de la misma forma que hace unos años, cuando afirmaba que “el 62% de las mujeres tiene la fantasía de ser violada y al mismo tiempo salen a la calle a protestar” o cuestionaba el derecho a voto de las mujeres, lo que le valió que hasta los republicanos lo apartaran de sus filas.
Sin embargo, luego vendría su metamorfosis. Consciente de que sus ideas antimigrantes prendían en un sector cansado de la delincuencia, bajó el tono y comenzó a hablar más pausado. Y aunque no abandonó sus ideas extremas, sí cambió en las formas. Y comenzó a aparecer en las encuestas de manera sostenida, capturando a un elector que desconfía de los partidos políticos y está ansioso de escuchar soluciones fáciles, rápidas y milagrosas a sus problemas cotidianos.
Mientras Kaiser subía como espuma, pese a su xenofobia, la reivindicación de la dictadura y la violación de los derechos humanos, su trato indigno a las mujeres y su desprecio por los pueblos originarios, Evelyn Matthei se enredaba con una primaria que al final no fue, retrocediendo en las encuestas, y José Antonio Kast se mantenía alejado de la agenda cotidiana, preparando su regreso de manera planificada, luego del retiro voluntario de la primera línea tras la dura derrota en el segundo plebiscito y del paupérrimo resultado de los republicanos en las municipales y elecciones de gobernadores.
Así, Johannes quedó parado en medio de un tablero revuelto en la derecha, un oficialismo sin candidatos –Tohá todavía era ministra– y sumado el efecto novedad. Mal que mal, el diputado de origen germano –curioso fenómeno el que la derecha tenga tres descendientes de alemanes compitiendo– se vendía al comienzo como un “no político”, tal como suelen pregonar quienes pertenecen a la derecha extrema, como si se avergonzaran de reconocer que se integraron al circuito de la política tradicional, fundando partidos y recibiendo sueldo del Estado. Qué mejor ejemplo que el referente de Kaiser, Javier Milei, que criticaba con virulencia a la casta política, para luego pasar a ser uno más de ellos.
El regreso de Kast a la escena le benefició en un principio a Kaiser, ya que ambos comenzaron a desplegar un relato muy similar en el fondo, aunque diferenciado en la forma. A punta de promesas delirantes sobre cómo solucionar la delincuencia y controlar la migración en un dos por tres, la dupla Ka-Ka –como la bautizamos– se posicionó como la de los representantes de “la derecha”, dejando relegada a una Evelyn estancada en las encuestas –tocó techo hace un año– y que empezó a acostumbrarnos a los chascarros y los errores gruesos, generados por la duda de a quién tenía que hablarle: a la extrema derecha o al centro político, los que podrían ser cruciales a la hora de una segunda vuelta.
Con un Kast decidido a competir en primera vuelta –anunció que este sería su ultimo intento–, sumado a su experiencia política, un partido de base y un relato más sólido, comenzó a acercarse a Kaiser, quien empezó a perder el efecto novedad. Sin duda, si la dupla Ka-Ka hubiera convenido una primaria entre ambos –era lo más inteligente– hace dos meses, Kaiser habría ganado sin problemas. Hoy, en cambio, las encuestas muestran que la balanza se inclina por el líder republicano.
Y aunque Johannes ha reafirmado varias veces que no va a bajar su candidatura, el sentido común y el pragmatismo político indican que lo lógico es que el diputado negocie una salida conveniente –ya tienen un acuerdo de lista parlamentaria–, pasando a dirigir la campaña de Kast, por ejemplo. Lo mismo aplica para la candidata presidencial del PSC.
Pero la caída de Kaiser en las encuestas no solo se explica por la pérdida del efecto novedad y la estrategia inteligente de José Antonio Kast, sino también por la debilidad programática del exyoutuber y la escasa preparación en algunos temas, lo que ha quedado de manifiesto en los primeros debates. De hecho, Johannes sufrió un duro bochorno cuando Jeannette Jara se burló de él al replicarle que la rebaja del impuesto a las empresas que estaba proponiendo regía hace años o cuando señaló, en una entrevista en Radio Cooperativa, que el Gobierno de Boric había afectado el empleo femenino con “sus leyes nefastas, como la Ley Karin”. Cuando le preguntaron cómo podía sostener la afirmación, respondió “no sé”.
Resulta que la Ley Karin es una ley de iniciativa parlamentaria, que lideró la dupla de Chile Vamos compuesta por Erika Olivera y Ximena Ossandón, a la que se sumaron parlamentarios de manera transversal, y que busca poner fin al acoso sexual, acoso laboral y violencia en el trabajo de hombres y mujeres. Solo como información para el diputado, la ley durante sus primeros cinco meses de implementación significó la presentación de 21.864 denuncias y, de ellas, un 70% ha correspondido a mujeres. Anote, diputado, por si le sirve el dato en un próximo debate.
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