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Carga horaria en las universidades y derecho al ocio

Por: Leandro Ortega Vargas


Señor Director:

La protesta de los alumnos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile debido a la demandante carga horaria a la que históricamente han estado sometidos, da muestra de una realidad que perfectamente se traslada a la mayoría de los planteles educativos del país.

El reclamo de mayor tiempo libre no es un intento desesperado por tener más horas de “carrete” o estar frente al computador viendo al youtuber preferido. Pero, ¿Si así fuera? ¿Es motivo de rechazo? Cada individuo tiene el absoluto derecho al ocio, de esta instancia emana la creatividad. La memorización o los actos repetitivos no son el mejor amigo de la exploración de talentos ni mucho menos del desarrollo del pensamiento crítico.
Pero no sólo me quiero detener en el asunto de las horas destinadas tanto a clases lectivas como a actividades fuera del aula, sino al carácter anticuado de un modelo de universidad propio del siglo XIX, donde la simple acumulación de conocimientos a un nivel máximo y las evaluaciones prioritariamente escritas y de tipo test, no son más que el rezago de una época donde la producción en masa y el cientificismo eran parte constitutiva del paradigma. Además, es sabido que nuestra salud se ve comprometida cuando el 24/7 se trasforma en un estándar, y bastante sabemos de complicaciones derivadas del estrés.

La universidad del siglo XXI debe formar parte de un mundo donde, por ejemplo, las empresas B o la economía ambiental están empujando hacia transformaciones profundas que no necesariamente se condicen con tener más pruebas, más maquetas que construir, más disertaciones o estudiantes en posición de gárgola, sentados en un pupitre y siendo auditores privilegiados de la labia del profesor de turno.

Leandro Ortega Vargas
Profesor de Historia y Geografía

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