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¿Y la reinserción cuándo?

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Por: Felipe Sanhueza Wells


Señor director: 
Chile atraviesa actualmente una compleja situación respecto a la criminalidad, con una sensación de inseguridad no menor por parte de la ciudadanía, alcanzando un 87.6% según la 20ª versión de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana, realizada por el Instituto Nacional de Estadística. Esta percepción de inseguridad y la presión ciudadana obligan al gobierno a tomar medidas, algunas mejores que otras, pero claramente aún dejando de lado un factor importante.
Este 2024, Gabriel Boric anuncia la apertura de una cárcel de alta seguridad, que promete retener a delincuentes con un alto nivel de peligrosidad para el resto de la ciudadanía, nuevamente generando nuevos parias para nuestra sociedad. No quiero decir que no exista la necesidad de disminuir la ocupación carcelaria, existiendo un total de 60,172 personas en el subsistema cerrado, estando las cárceles en un 137% de su capacidad según la información entregada en la página de Gendarmería Nacional, pero nuevamente dejando de lado un factor importante.
Es aquí cuando entra en dilema nuevamente la distribución de fondos. Estos, como fueron indicados en la Cuenta Pública Participativa del año 2023 realizada por Gendarmería, se encuentran distribuidos en dos programas: el programa de operación del servicio, que abarca un aproximado del 90% del presupuesto anual, y el programa de reinserción, el cual cuenta con sólo un 10%.
Es aquí donde vuelvo a mi punto inicial: ¿Y la reinserción cuándo? No es raro escuchar sobre los altos niveles de gastos de seguridad en las cárceles del país, pero poco se menciona cómo el nivel de violencia y conflicto en cárceles se ve disminuido según aumentan las actividades que promueven la reinserción y el ocio dentro de los recintos penitenciarios. Nuevamente se perpetúa una lógica de que el aumento de armamento, de cámaras, de rejas va a ayudar a bajar el nivel de violencia e inseguridad dentro de las cárceles. No es muy distinto fuera de los recintos penitenciarios; nuevamente se utiliza una lógica de persecución y punitivismo que perpetúan patrones de conducta delictual. No quiero decir que no sea necesario castigar el acto delictual, pero sí que una lógica punitivista sólo perpetúa el nivel de inseguridad en las calles y mantiene marginada a una población que muchas veces no logró reinsertarse.
Según la DIPRES, existe un 52.5% de reincidencia en la población egresada de penas privativas de libertad. Es decir, que si hoy en día la población penal privada de libertad saliese en su totalidad a un medio libre, tendríamos sobre 30,000 personas que lo más seguro es que vuelvan a delinquir, y eso siendo extremadamente positivos en el número. Es decir, que esa misma cantidad de personas como mínimo volvería a un sistema cerrado. Aun así, la preocupación de la mayoría de la población sigue siendo el encerrarles y aumentar los niveles de seguridad dentro de los recintos penitenciarios.
Es aquí cuando vuelvo a plantear la problemática respecto a la reinserción: ¿Cuándo aumentará la inversión en esta área? ¿En serio creemos que las penas privativas de libertad disminuirán los niveles de delincuencia? El Estado sigue perpetuando patrones, los cuales son muchas veces llevados por las concesiones carcelarias, una lógica punitivista que implica que cuando las personas privadas de libertad salgan a medio libre, no solo no sean capaces de mantenerse, no solo no sean capaces de proveer a sus familias, sino también que el resto de la población civil nuevamente será víctima de un sistema que perpetúa una conducta delictual en quienes salen al medio libre.
Es momento de generar un quiebre. No podemos seguir con una lógica punitivista y recursiva que solo daña a más personas y perpetúa la sensación de inseguridad. La mejor medida que podemos tomar para que la población se sienta segura es asegurarnos de que la delincuencia no ocupe espacio dentro de quienes en algún momento cayeron en penas privativas de libertad. Las cárceles dejarán de tener sobrepoblación única y exclusivamente cuando estas plazas no vuelvan a ser ocupadas por las mismas personas que van y vienen del medio libre a los recintos penitenciarios. De no romper este ciclo, los niveles de inseguridad se mantendrán elevados, las plazas de las cárceles seguirán copadas y las familias de quienes están internos dentro de los centros nuevamente sufrirán las consecuencias de un sistema que no permite que sus seres queridos vuelvan a trabajar en un medio libre.
Hago un llamado a la sociedad civil a hacernos parte de este proceso de reinserción, que nuestra lógica cambie del punitivismo recursivo a una lógica que inserte a quienes se han visto excluidos y excluidas de la sociedad, pues este camino es el que nos llevará a un país más seguro.
Sinceramente
Felipe Sanhueza Wells
Lic. En Psicología
Dignidad Entre Rejas ONG
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