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Educación pública y ética de la diferencia

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Por: Alejandro Wasiliew Conget


Señor Director:

Las declaraciones del rector (i) del Internado Nacional Barros Arana (INBA), Gonzalo Saavedra, al referirse de forma despectiva a estudiantes autistas, no solo son ofensivas, sino que expresan una concepción de la educación pública que debiera llevarnos a reflexionar sobre los fundamentos mismos de la escuela. Afirmar que la presencia de estudiantes autistas impide alcanzar la “excelencia académica” refleja una lógica excluyente, que mide el valor de una comunidad escolar únicamente por sus resultados, negando la riqueza y complejidad de la diversidad humana.

El pedagogo argentino Carlos Skliar señala que la educación pública no se define solo por su gratuidad o acceso, sino por su compromiso ético con el otro, especialmente con aquel que ha sido históricamente negado por no ajustarse a la norma. Desde esa mirada, la escuela debe ser un espacio de acogida, donde se aprenda a convivir en la diferencia y donde se priorice la dignidad de cada estudiante por sobre cualquier estándar de rendimiento.

La verdadera excelencia de una comunidad educativa no debiese medirse únicamente a partir de puntajes, sino —y por sobre todo— por su capacidad de ser justa, inclusiva y humana. Necesitamos una educación pública realista, que no niegue la diferencia ni la vea como un obstáculo, sino que la reconozca como parte constitutiva de la vida en común. Solo así podremos construir una escuela que forme personas, no solo resultados.

Alejandro Wasiliew Conget
Profesor y candidato a Magíster en Psicología Educacional UC

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