Botella de agua en restaurantes
Señor director:
En una columna de opinión en este mismo medio, la académica de nutrición de la Universidad de las Américas, Evelyn Sánchez, alerta sobre los nocivos efectos para la salud de los chilenos que tienen el alto consumo el consumo de bebidas azucaradas y alimentos ultra procesados y celebra que, en ese contexto, se esté pensando en obligar a los restaurantes a disponer y distribuir agua potable gratuita para todos sus clientes.
Cómo tantas veces ocurre en la columna en cuestión se mezclan, en igual proporción, fenómenos aislados que, presentados de manera conjunta, parecieran tener una obvia conexión y causalidad. Sin embargo, una vez que éstos se someten a simples preguntas de coherencia y consistencia, la línea argumental se debilita.
Lo primero y más obvio es preguntarse si los locales que serán obligados a disponer, financiar y distribuir el agua (los restaurantes) son la causa del problema al que se apunta (que la gente elija opciones de alimentación no saludable en vez de alternativas más sanas). En este caso, la misma académica entrega la respuesta en el texto cuando sostiene que “la alta disponibilidad y publicidad de alimentos y bebidas ultra procesadas ha desplazado a las opciones tradicionales más saludables”.
¿Son los restaurantes los que producen, difunden y promocionan esos alimentos? ¿Obligar a los restaurantes a entregar agua a los clientes modifica la disponibilidad y publicidad de ese tipo de productos? La respuesta, en ambos casos, es no. Es más, es altamente probable que en la universidad en la que trabaja la académica existan más expendios de alimentos ultra procesados y bebidas, en máquinas dispensadoras; quioscos y casinos, que los que hay en cualquier restaurante del país, independiente de su tamaño. Y sin embargo no veo a nadie solicitando obligaciones similares a esos lugares.
Asimismo, aunque en la misma columna la señora Sánchez especifica que las malas decisiones alimentarias son más preocupantes en la población escolar, en su texto no propone que sean los espacios donde niños y jóvenes se educan, entretienen y alimentan los que carguen con el peso de la política propuesta.
En efecto, escuelas, universidades, consultorios, hospitales, entre otros, son espacios en los que circula mucha más gente que en los restaurantes, que tienen un rol mucho mayor en la educación y concientización de la población y en todos ellos se venden productos cargados de sellos nutricionales ¿por qué no partir la obligación con ellos?
Si, como dice la académica en su columna, ofrecer un vaso de agua es una acción simple pero poderosa ¿por qué no partir aplicándola por casa?
Maximo Picallo
Presidente ACHIGA