La transfobia y los profundos daños que provoca
Señor director:
En su columna del 17 de julio, Manfred Svensson afirmó que mi texto en El Mostrador, donde me referí al libro “Deshacer el cuerpo. Cuatro objeciones a la agenda trans”, no asumió ni se refirió a los argumentos de los autores. Sin embargo, el propósito de mi intervención no fue una reseña ni un estudio explícito de su publicación. Mi objetivo era reflexionar sobre la transfobia y los profundos daños que esta provoca.
Mi análisis se centró en las consecuencias directas de la pérdida de acceso a intervenciones médicas que afirman el género, y cómo esto impacta el bienestar de las personas. Abordé la creciente hostilidad hacia la comunidad trans, el aumento de la negatividad social, los trastornos personales y sociales que afectan la vida de las familias, y la movilización hacia la acción social que documenta sus esfuerzos por generar cambios.
Es contradictorio que Svensson critique mi supuesta falta de seriedad ante sus argumentos, cuando su propio libro omite voces cruciales. Su estudio carece de la perspectiva de los encargados del Programa de Apoyo a la Identidad de Género (PAIG) y no se detuvo a consultar a los equipos psicosociales que trabajan directamente con esta política. Peor aún, su investigación no consideró en absoluto la opinión ni los argumentos de los beneficiarios de la Ley de Identidad de Género, es decir, los niños, niñas y adolescentes cuya identidad de género sentida no coincide con su sexo asignado al nacer.
Los autores del libro no se tomaron el trabajo de analizar las consecuencias devastadoras que tendría para estas personas la suspensión de programas tan vitales. La mirada ausente en este debate no es la mía ni la suya, sino la de las personas trans y sus familias, quienes merecen y requieren todo el apoyo.
Álvaro Ramis O.
Rector
Universidad Academia de Humanismo Cristiano