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La Revolución de mayo 18 Opinión

La Revolución de mayo 18

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Sean cuales sean los anuncios que el Presidente Piñera haga mañana miércoles respecto de la “Agenda de Género”, es una señal clara que esta Revolución de mayo 18 ya está generando un impacto político que ayudará a avanzar en los cambios. De hecho, en solo unos días, los municipios están hablando de terminar con la educación segregada por géneros. Aunque la transformación cultural es algo más profundo, este movimiento está haciendo un aporte muy potente.


Chile está cambiando a una velocidad que nos tiene asombrados, pero especialmente desconcertados. Nuestra sociedad se ha remecido con fuerza, derribando mitos y creencias que parecían intocables por décadas. Han caído las confianzas, se han sembrado las dudas, y también nos hemos decepcionado de aquellos a quienes les creímos ciegamente. Hoy nos preguntamos cómo fuimos capaces de aceptar ciertas conductas, estereotipos, y visiones del país, cómo pudimos hacer “vista gorda” antes situaciones que eran evidentemente sospechosas.

La profundidad de la crisis de la Iglesia católica –pilar de la sociedad chilena desde hace más de doscientos años y quienes nos dictaron los valores y definieron los roles de género, pese a que, se supone, tenemos un Estado laico– es tal vez el símbolo más evidente de este país que va quedando atrás. De hecho, la carta que el Papa les dirigió a los obispos renunciados quedará en la historia de nuestra patria como una espada en el corazón, no solo de los católicos sino también de todos los chilenos. Una institución cuya base era la confianza ha quedado como una mafia que usaba prácticas asimilables a la Cosa Nostra.

Y antes de la Iglesia fueron los carabineros, empresarios –con la colusión y aportes ilegales a campañas–, políticos, entre otros. Además de quedarnos sin referentes, pareciera que estamos despertando de un largo sueño en que fuimos engañados. Doloroso, por cierto. Todas esas instituciones nos habían “enseñado” lo que era correcto, los roles que debíamos cumplir, el país que teníamos que aceptar.

[cita tipo=»destaque»]Con estos antecedentes, de manera aislada y sin coordinación previa, dos universitarias –de la U. Austral y U. de Chile– tomaron la valiente decisión de denunciar a dos académicos, uno de ellos, el ex presidente del controvertido Tribunal Constitucional (TC). Al comienzo recibieron el rechazo y la presión para que desistieran, pero a contar de ese momento, cientos y luego miles de jóvenes –incluyendo también a las alumnas secundarias, que ocuparon el Instituto Nacional– se fueron sumando a un movimiento que ha tomado ribetes sorprendentes, tanto por la fuerza y convicción con que está actuando, como por el apoyo ciudadano, de sus compañeros hombres, y el interés internacional. Actualmente, tenemos casi 20 universidades tomadas. [/cita]

En este contexto es que emerge este movimiento de jóvenes mujeres que están aportando con fuerza al terremoto que estamos enfrentando como sociedad. Y, claro, no es que de un día para otro un grupo decidiera iniciar una lucha frontal contra la violencia de género y abusos. Dos son los principales factores.

El primero, es que en los últimos años hemos dado pasos importantes en materias que apuntan a romper la asimetría entre hombres y mujeres, como la ley que creó el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género (2015) o la que disminuye la brecha salarial. Por su parte, la dupla Jadue-Lavín fueron los primeros en emitir una ordenanza –hace solo unas semanas– que sanciona el acoso callejero en todas sus formas, pese a que algunos medios lo simplificaron al ámbito de los “piropos”. Recordemos también que en las últimas elecciones parlamentarias debutó la cuota del 40% de mujeres como candidatas, pese a que la representatividad real solo alcanzó un 22% en ambas Cámaras.

En segundo lugar, la sensibilidad frente a los abusos sexuales y de poder ha cambiado radicalmente en Chile. Por supuesto, impulsada por los casos de la Iglesia y el fenómeno de denuncias a nivel mundial en la industria del cine y organismos internacionales, la intolerancia frente a esto es total. También conocimos hace poco las denuncias contra Herval Abreu y sus criminales métodos de presión, abusos e incluso denigración. Si ni siquiera se ha salvado el humor. Acostumbrados desde siempre a chistes sexistas o al machismo del ícono Condorito, Yerko Puchento sufrió una dura crítica transversal por la forma en que trató a una invitada al programa «Vértigo». El ambiente hoy en día no está para bromas de mal gusto y la actitud general es de vigilancia y denuncia en cualquier ámbito de la sociedad.

Con estos antecedentes, de manera aislada y sin coordinación previa, dos universitarias –de la U. Austral y U. de Chile– tomaron la valiente decisión de denunciar a dos académicos, uno de ellos, el ex presidente del controvertido Tribunal Constitucional (TC). Al comienzo recibieron el rechazo y la presión para que desistieran, pero a contar de ese momento, cientos y luego miles de jóvenes –incluyendo también a las alumnas secundarias, que ocuparon el Instituto Nacional– se fueron sumando a un movimiento que ha tomado ribetes sorprendentes, tanto por la fuerza y convicción con que está actuando, como por el apoyo ciudadano, de sus compañeros hombres, y el interés internacional. Actualmente, tenemos casi 20 universidades tomadas.

Además de expresar un ¡basta! contundente, la protesta tiene objetivos concretos: están exigiendo que se instauren o actualicen protocolos para denunciar los abusos sexuales, política de prevención, tolerancia cero a ciertas conductas, pero también con un horizonte claro: la elaboración de una Ley de Violencia de Género y terminar con la educación sexista.

Simbólicamente, y cincuenta años después de la revuelta de mayo del 68 en Francia, estamos frente a un movimiento que va más allá de acoso sexual y está buscando un cambio de la estructura cultural que involucra un esfuerzo de hombres y mujeres. Esto significa avanzar a un ritmo más acelerado hacia la igualdad de género en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

Pese a la trascendencia de este movimiento, un sector de la elite más conservadora ha intentado caricaturizar esta verdadera revolución, tildándola de “ola feminista”, con la evidente intención de ponerle estacionalidad –es decir como un hecho cíclico, de moda, que levanta cada cierto tiempo y muere por cansancio– y descalificar un concepto –feminismo– que en esos sectores tiene una connotación de extremo y “antihombres». Esa elite, es la misma que ha quedado desconcertada frente a los cambios que estamos viviendo como sociedad en los últimos años, partiendo por la crisis de la Iglesia católica.

A nivel político, la reacción inicial del Gobierno fue de desconcierto. Los tomó por sorpresa y los volvió a sacar de la estrategia de intentar recuperar la agenda, luego de la seguidilla de desaciertos de sus ministros. Gerardo Varela, una vez más, no estuvo a la altura, minimizando los hechos con la frase “son pequeñas humillaciones”, que pasó a engrosar su larga lista de chambonadas. Pero lo que demostró su falta de criterio político, es que invitó a los rectores y Ministerio de la Mujer a analizar el problema, excluyendo a las estudiantes.

En contraste, la ministra Isabel Plá –una de las novedades positivas del Gabinete– salió a contradecir los dichos de Varela, señalando que no existían las humillaciones pequeñas. Luego, La Moneda se dio cuenta de que este es un tema que deben abordar sí o sí, de lo contrario, puede ser que escale de una forma que se les escape de las manos y se convierta en una suerte de “pingüinazo” incontrolable, más aún cuando quien debe intentar que las alumnas y alumnos abandonen los recintos tomados es el ministro más débil y torpe del gabinete.

Sean cuales sean los anuncios que el Presidente Piñera haga mañana miércoles respecto de la “Agenda de Género”, es una señal clara que esta Revolución de mayo 18 ya está generando un impacto político que ayudará a avanzar en los cambios. De hecho, en solo unos días, los municipios están hablando de terminar con la educación segregada por géneros. Aunque la transformación cultural es algo más profundo, este movimiento está haciendo un aporte muy potente. Enhorabuena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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