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Ponce Lerou & Cía.: el temido regreso de los «intocables» Opinión

Ponce Lerou & Cía.: el temido regreso de los «intocables»

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Más allá de que SQM intentó –burdamente– desviar el asunto de fondo, responsabilizando a Corfo, y en particular a Eduardo Bitran, al señalar que el organismo público validó la opción de que los Ponce Lerou ocuparan estos cargos, lo cierto es que no han logrado entender que fue una acción imprudente y amenazante que les va a traer coletazos evidentes, sin descartar que en el corto plazo terminen informando que la medida quedó sin efecto. Aunque así fuera, la minera no metálica ya nos notificó a todos del poder que tiene, pero, claro, tendrá que desarrollar una mayor capacidad de interpretar a la sociedad chilena, mal que mal, hay un antes y un después del trío Penta, Corpesca y SQM.


De pronto, es como si el tiempo hubiera retrocedido unos pocos años, a la era dorada de los “intocables” en Chile. Una época en que sacerdotes abusaban impunemente de menores y, pese a las denuncias, sus incondicionales fieles sacaban declaraciones públicas en El Mercurio poniendo sus manos al fuego por Karadima u O’Reilly. Además, no nos habíamos enterado de que muchas empresas acordaban los precios para aumentar sus ganancias a costa de ingenuos consumidores, contraviniendo uno de los principios que sus ejecutivos exponían en todos los encuentros empresariales: el libre mercado.

Tampoco sabíamos que existían prestigiosas compañías que financiaban las campañas de casi todos los partidos políticos con el objetivo evidente de que las leyes favorecieran después sus intereses, y que teníamos senadores y diputados que pedían hasta el último “raspado de la olla”.

En esos años de ceguera –como diría Saramago–, Novoa no estaba condenado; Orpis era aplaudido en Tarapacá; Juan Carlos Délano inauguraba la Teletón junto a Don Francisco; Carlos Eugenio Lavín salía en las portadas de los diarios financieros como un rockstar; Pablo Wagner era subsecretario, pese a recibir sueldo de su ex empleador; Sergio Jadue era considerado un héroe por llevar a La Roja a su primer triunfo internacional, justo el día en que arrancaba del país; Sebastián Dávalos se paseaba en su Lexus convertible; Marco Enríquez-Ominami acusaba a líderes de la Concertación por irregularidades; y Carabineros era, por lejos, la institución más prestigiada y reconocida de Chile.

Así era nuestro país hasta hace poco. Los chilenos teníamos la autoimagen de correctos, legalistas, incorruptibles. De hecho, mirábamos con cierto aire de desprecio a otros países latinoamericanos. Y, de pronto, esa visión de nosotros mismos se vino al suelo y arrastró a las principales instituciones.

Perdimos la inocencia, pero al mismo tiempo ganamos algo importante: los poderosos de siempre, los poderes fácticos, perdieron un privilegio del que gozaban por décadas. Se empezaban a acabar los “intocables”, esos de los que no se podía hablar en exceso, ni criticar ni menos acusar de cometer un ilícito. Incluso empezamos a reírnos de ellos, las portadas de The Clinic comenzaron a causar la ira de los antes privilegiados, Yerko Puchento, los chicos del ‘Club de la Comedia’ y las redes sociales se convirtieron en pesadilla de políticos, empresarios, familias de la elite –como los Matte– curas y dirigentes deportivos. Por suerte, era un cambio sin posibilidades de vuelta atrás.

Y enhorabuena que ocurrió este despertar de los chilenos. Hoy nuestro país es más transparente sin «intocables». Bueno, o lo era, hasta hace menos de una semana.

[cita tipo=»destaque»]Soquimich, en una comunicación que ha sido digna de una serie de La Casa Blanca, donde mucho de lo que se dice tiene un correlato que no se condice con la verdad, ha señalado que los hermanos Ponce Lerou vuelven a aportar su experiencia –que llevó a esta ex empresa estatal, que en su momento fue vendida a precio de liquidación, a valer hoy MUS$14.000– desde una posición en la que no tendrán incidencia en las decisiones del directorio, pese a contar en esa instancia con Patricio Contesse Jr. –hijo del ex gerente general, hoy formalizado–, Hernán Büchi y Gonzalo Guerrero, los tres de su extrema confianza, a los que se suman otros 10 ejecutivos de primera línea que llegaron a SQM de la mano de Julio Ponce Lerou. En otras palabras, el ex yerno de Augusto Pinochet ni siquiera hoy tiene necesidad de ser parte del directorio de su empresa, le basta simplemente con llamar a cualquiera de ellos, desde el living de una de sus casas, para darle lineamientos o instrucciones.[/cita]

¿Qué se le puede haber pasado por la cabeza a Julio Ponce Lerou, ese empleado modesto que en los 70 pasó a ser multimillonario, gracias a su suegro dictador, y cuya compañía fue protagonista principal de una de las peores historias de actos irregulares, corrupción y cohecho llevada a cabo por una empresa, y a quien el Estado chileno le puso una inédita cláusula para que no integrara cargos relevantes en su propia firma, y que de repente anuncia que volverá a ocupar el puesto de “asesor estratégico”?

Simple. Quiso demostrar su poder, ese que forjó con años de “aportes transversales”, y decirnos a los chilenos: les guste o no, soy un “intocable”. Y la mala noticia es que pareciera que esto es cierto. Muchos van a tratar de mirar para el lado –esos que recibieron recursos–, otros preferirán eludir el peso de un poderoso por temor, y en el propio Estado evitarán enfrentarlo, total, si ayuda a la recuperación económica, qué importa su pasado.

Soquimich, en una comunicación que ha sido digna de una serie de La Casa Blanca, donde mucho de lo que se dice tiene un correlato que no se condice con la verdad, ha señalado que los hermanos Ponce Lerou vuelven a aportar su experiencia –que llevó a esta ex empresa estatal, que en su momento fue vendida a precio de liquidación, a valer hoy MUS$14.000– desde una posición en la que no tendrán incidencia en las decisiones del directorio, pese a contar en esa instancia con Patricio Contesse Jr. –hijo del ex gerente general, hoy formalizado–, Hernán Büchi y Gonzalo Guerrero, los tres de su extrema confianza, a los que se suman otros 10 ejecutivos de primera línea que llegaron a SQM de la mano de Julio Ponce Lerou. En otras palabras, el ex yerno de Augusto Pinochet ni siquiera hoy tiene necesidad de ser parte del directorio de su empresa, le basta simplemente con llamar a cualquiera de ellos, desde el living de una de sus casas, para darle lineamientos o instrucciones.

También SQM manifestó, en el comunicado –en que trató de explicar lo que a todas luces es una provocación al sentido común de los chilenos–, que sus fundadores regresan a trabajar ad honorem, sin secretaria ni oficina, y que además habría firmado una cláusula en que los obliga a cumplir con la regla de la minera no metálica de antisoborno, anticorrupción y lavado de activos. La verdad, una pieza de antología de las comunicaciones de una empresa conocida hasta ahora. Es decir, los hermanos vuelven para trabajar desde sus casas, sin recibir un peso. Además, el especificar que acatarán estas reglas hace suponer que antes no cumplieron con ellas. Es como si SQM quisiera advertirle a la ciudadanía que esta vez no comentarán ninguno de los delitos señalados.

Pero si Ponce Lerou pensó que la señal de poder que entregaba sería acogida con resignación, claramente hizo una lectura muy equivocada del país actual. En Chile ya no existen intocables como lo fue él por tanto tiempo, muchos lo han comprobado en estos tres años en que el ingeniero forestal desapareció del mapa. El mejor signo de esto es que las redes sociales explotaron a los minutos de conocerse la noticia y que el presidente de la CPC, Alfonso Swett –hacía tiempo que no teníamos un dirigente empresarial de su estatura–, expresó su molestia por esta situación.

Más allá de que SQM intentó –burdamente– desviar el asunto de fondo, responsabilizando a Corfo, y en particular a Eduardo Bitran, al señalar que el organismo público validó la opción de que los Ponce Lerou ocuparan estos cargos, lo cierto es que no han logrado entender que fue una acción imprudente y amenazante que les va a traer coletazos evidentes, sin descartar que en el corto plazo terminen informando que la medida quedó sin efecto.

Aunque así fuera, la minera no metálica ya nos notificó a todos del poder que tiene, pero, claro, tendrá que desarrollar una mayor capacidad de interpretar a la sociedad chilena, mal que mal, hay un antes y un después del trío Penta, Corpesca y SQM.

En este período deberemos estar muy atentos para observar el comportamiento de políticos, asesores y otros que se beneficiaron de SQM. Será una señal evidente de cuánto le rindió la inversión a esta empresa. Pero la primera incógnita que se debe despejar es la grave acusación que hizo Bitran, quien apuntó a dirigentes de la ex Nueva Mayoría que habrían presionado en su momento para que Ponce Lerou se mantuviera en la compañía, pese al escándalo de las platas irregulares para campaña. Y, claro, esos señores hace rato que dejaron de ser “intocables”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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