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Crecimiento: Gobierno versus Banco Central Opinión

Crecimiento: Gobierno versus Banco Central

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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El martes 5 de junio, el Banco Central trajo buenas noticas para el Gobierno. En abril el Imacec alcanzó un 5,9%. La cifra es, sin duda, positiva y debe dar paso a un cierto optimismo. No obstante, cabe señalar que la cifra de abril está explicada en parte por la presencia de tres días hábiles más que en igual mes del 2017. Por otra parte, cabe también tener cuidado en proyectar dichos números para el resto del año y sugerir que el crecimiento podría ser mucho mayor de lo esperado por el Banco Central en el Informe de Política Monetaria de marzo del presente año, estimado en un rango de entre 3 y 4 por ciento anual.


En la primera Cuenta Pública de su segundo Gobierno, el Presidente Sebastián Piñera realizó un breve diagnóstico, buscando demostrar que, bajo la administración de Michelle Bachelet, “Chile tuvo el peor desempeño económico en tres décadas, y vio amenazado aquel sólido liderazgo y dinamismo que había hecho de nuestro país un modelo para el resto de América Latina”. Las cifras más destacadas fueron que el crecimiento anual fue de solo 1,7% promedio, menos de un tercio de lo que se alcanzó durante su primer Gobierno (5,3%). Del mismo modo, afirmó que el descuido del valor de los acuerdos y del crecimiento económico, junto con el impulso de las reformas tributaria y laboral, generaron incertidumbre, debilitaron los equilibrios macroeconómicos, frenaron la innovación y el emprendimiento, redujeron la  capacidad de crecer, de crear empleos, de mejorar los salarios. Y, además, la inversión y la productividad no dejaron de caer, la responsabilidad fiscal se debilitó y la deuda pública se duplicó (Discurso Presidencial, junio, 2018, p. 7).

En realidad, el Presidente de la República se limitó a reproducir la argumentación que la entonces oposición desarrolló a lo largo de toda la administración Bachelet. En tal sentido, no interesa aquí entrar en un debate que resulta repetitivo.

Carece de interés afirmar que Piñera pretende ignorar que las cifras admiten diversas interpretaciones, que elude realizar un análisis de la compleja interacción entre los determinantes externos (en particular, el bajo precio del cobre a lo largo del Gobierno saliente) con los factores internos, respecto de los cuales no existe todavía un consenso acerca de si fueron las reformas o la virulencia de los ataques que se desarrollaron en contra de ellas, por parte de la oposición (tanto desde Chile Vamos como desde la oposición interna en la Nueva Mayoría), las que jugaron el papel crucial. Más relevante es realizar un análisis de los problemas de la economía chilena desde una perspectiva de largo plazo. Ese análisis deja en evidencia que los problemas de crecimiento vienen desde la primera mitad de la década anterior.

[cita tipo=»destaque»]En efecto, las bajas bases de comparación de los primeros 4 meses del año 2017 han contribuido a las buenas tasas que ha mostrado el Imacec en el presente año. Las cifras del Imacec entre julio y diciembre del año pasado son sustantivamente mayores, por lo que el efecto se atenuará significativamente en el segundo semestre del presente año. Por otra parte, al observar los números del segundo semestre del año pasado, queda claro que el mejoramiento del desempeño de la economía en el presente año muestra una clara continuidad con lo que ocurrió a partir del mes de julio del 2017. De hecho, a partir del mes indicado, el Imacec muestra cifras crecientes que en octubre y noviembre superaron el 3,5% y en los meses de enero, febrero y marzo, que difícilmente pueden adjudicarse a las nuevas autoridades, superaron el 4%.[/cita]

Actividad industrial y cuprífera

El martes 5 de junio, el Banco Central trajo buenas noticias para el Gobierno. En efecto, en abril del presente año el Imacec alcanzó un 5,9%. Para el Gobierno, se trató de una cifra que reflejaba la expectativas positivas que los diferentes agentes económicos tienen luego del cambio de administración.

La cifra es, sin duda, positiva y debe dar paso a un cierto optimismo. No obstante, cabe señalar que la cifra de abril está explicada en parte por la presencia de tres días hábiles más que en igual mes del 2017. Por otra parte, cabe también tener cuidado en proyectar dichos números para el resto del año y sugerir que el crecimiento podría ser mucho mayor de lo esperado por el Banco Central en el Informe de Política Monetaria de marzo del presente año, estimado en un rango de entre 3 y 4 por ciento anual. Al presentar el IPoM de junio, el presidente del Banco Central solo modificó el piso de su estimación de crecimiento, elevándolo a 3,25%.

En efecto, las bajas bases de comparación de los primeros 4 meses del año 2017 han contribuido a las buenas tasas que ha mostrado el Imacec en el presente año. Las cifras del Imacec entre julio y diciembre del año pasado son sustantivamente mayores, por lo que el efecto se atenuará significativamente en el segundo semestre del presente año. Por otra parte, al observar los números del segundo semestre del año pasado, queda claro que el mejoramiento del desempeño de la economía en el presente año muestra una clara continuidad con lo que ocurrió a partir del mes de julio del 2017. De hecho, a partir del mes indicado, el Imacec muestra cifras crecientes que en octubre y noviembre superaron el 3,5% y en los meses de enero, febrero y marzo, que difícilmente pueden adjudicarse a las nuevas autoridades, superaron el 4%.

Es interesante además observar la estrecha relación entre el crecimiento del Imacec global y el Imacec minero. Las bajas cifras del Imacec del primer semestre del 2017 están asociadas a los bajos precios del cobre. En cambio, apenas el Imacec minero empieza a mejorar a partir de julio, el Imacec global comienza a mostrar un crecimiento muy positivo. Este último elemento debe volver a llamar la atención. Pasan los años y la suerte de la economía nacional aparece correlacionada casi perfectamente con el desempeño de los precios de la minería y, en particular, de los precios del cobre.

No obstante lo anterior, es importante destacar la evolución positiva que ha experimentado la producción industrial en los últimos meses, que mostró un crecimiento de 5,2%, 9,1%, 8,7% y 7,6%, en enero, febrero, marzo y abril, respectivamente. Se trata de cifras muy positivas, pero que requieren ser relativizadas en particular por las bajas bases de comparación de los mismos períodos del año anterior.

En este contexto de recuperación del crecimiento de la actividad industrial, es interesante preguntarse sobre las tendencias de largo plazo de la producción industrial para una mejor evaluación de lo que está pasando con este sector clave de la economía nacional. La figura número 1, muestra señales de estancamiento de la producción industrial que no comienzan el 2014, como señaló el Presidente de la República, sino en el año 2007, y que en su primera administración no pudo revertir.

En efecto, en la figura número 1 es posible distinguir cuatro períodos. El primero, que transcurre entre el año 2000 y el primer trimestre del 2008, en que, más allá de variaciones, algunas bien pronunciadas, se observa un fuerte crecimiento de la producción del sector. Una segunda fase, entre dicho trimestre del 2008 y los dos primeros trimestres del 2010, en que la producción industrial experimenta una fuerte caída asociada a la crisis económica internacional y al terremoto del 2010. Un tercer período, entre los últimos trimestres mencionados y el cuarto trimestre del 2012, se caracteriza por un recuperación, pero que no alcanza en ningún momento los niveles alcanzados antes de la crisis. Finalmente, es posible identificar un cuarto período, a partir del primer trimestre del 2013 hasta el presente, en que la producción industrial presenta variaciones. pero con claros indicios de un estancamiento.

El análisis de la evolución de la producción del cobre muestra, en lo que al presente artículo interesa, claras similitudes con las tendencias de largo plazo de la actividad industrial. De hecho, la producción total de cobre en Chile muestra una fase de fuerte crecimiento a partir del año 1991, en que la producción llega a una cifra de un millón ochocientas mil toneladas métricas, alcanzando un máximo anual de 5 millones quinientas cincuenta y siete mil toneladas métricas en el año 2007.

El cuadro deja en evidencia que, en el período siguiente, la producción tiende a estancarse, siendo superada la cifra del 2007 recién en los años 2013, 2014 y 2015, que alcanzan montos superiores a 5 millones 770 mil TM, lo que representa, sin embargo, un aumento de la producción total de menos de un 4% en 6 años. Queda nuevamente en evidencia que los problemas de la economía nacional no se originan en el 2014.

El análisis de la evolución de la producción de Codelco es otra historia. El crecimiento de la producción total en 26 años alcanza apenas un 45%. Figura número 2: Evolución producción del cobre 1990 – 2017.

 

¿Cuáles son las tendencias de largo plazo de la productividad?

La acusación realizada por el Presidente de la República contra la administración anterior, en cuanto a que las reformas y el descuido del crecimiento habrían debilitado los equilibrios macroeconómicos, frenado la innovación y el emprendimiento y la capacidad de crecer, es una afirmación que debe ser evaluada con seriedad. Ello, no para defender “el legado” sino para objetivar el debate sobre las políticas necesarias para crecer de forma sustentable.

Las autoridades del nuevo Gobierno culpan a las reformas de la Presidenta Bachelet del debilitamiento de la capacidad de crecimiento económico. Lo señalado en la sección anterior, respecto de la actividad industrial y cuprífera, es claro en cuanto a que enfrentamos problemas de largo aliento.

La figura número 3, que muestra la evolución de la Productividad Total de Factores (PTF) de la economía nacional para el período marzo 1990 al último mes del que se tiene información, confirma que la afirmación presidencial es ampliamente cuestionable.

La figura deja en evidencia la presencia de dos períodos claramente diferenciados. El primero, que transcurre entre 1990 y el 2008, en que la productividad de la economía crece fuertemente y de manera sostenida. A partir del segundo año indicado, la productividad sufre una fuerte caída asociada, principalmente, a los problemas causados por la gran crisis económica-financiera desatada en el 2008. Si bien en los años 2011 y 2012 el crecimiento de la productividad experimenta una recuperación, no alcanza los niveles anteriores a la crisis y sufre, a partir del 2013, una nueva caída que se mantiene hasta el 2018.

Este análisis es sin duda parcial, pero deja claramente en evidencia que los problemas del país nada tienen que ver con unas reformas laboral y tributaria modestas, sino que con un debilitamiento de los principales impulsores del crecimiento nacional a partir de los años 2007 y 2008. Tomar conciencia de esta situación es la primera condición para recuperar la capacidad de crecimiento en el largo plazo.

En este contexto, tiene sentido el llamado de atención del presidente del Banco Central al presentar el IPoM de junio, cuando afirmó que, si bien se constata un crecimiento de la inversión de 4,5% para el presente año, “aún no se observa un cambio en la ejecución de proyectos de gran envergadura… un mayor crecimiento de largo plazo requiere cambios más estructurales que ayuden a elevar la productividad”. La pregunta es si el Gobierno podrá conducir esta tarea, cuando insiste en que los problemas de la economía chilena tienen que ver con las reformas tributaria y laboral.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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