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¿Quién paga para frenar el cambio climático? Ese es el quid de la cuestión Opinión

¿Quién paga para frenar el cambio climático? Ese es el quid de la cuestión

Jaime Hurtubia
Por : Jaime Hurtubia Ex Asesor Principal Política Ambiental, Comisión Desarrollo Sostenible, ONU, Nueva York y Director División de Ecosistemas y Biodiversidad, United Nations Environment Programme (UNEP), Nairobi, Kenia. Email: jaihur7@gmail.com
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La conclusión más inquietante es que se requiere una transformación económica inédita, que obliga a todos los Estados a fortalecer la cooperación global para reducir las emisiones dentro de un umbral grave, pero tolerable. Lo que importa tener en mente es que cada tonelada extra de carbono que vamos a verter a partir de ahora será una tonelada que tendrá que limpiarse a fines de siglo. Los costos financieros van a ser gigantescos.


¿Piensa usted que estamos asumiendo con seriedad los riesgos a que nos enfrentamos con el Cambio Climático? ¿Usted cree que los Gobiernos, las empresas y los ciudadanos lo estamos tomando en serio? Las respuestas a estas preguntas desgraciadamente no son muy esperanzadoras. No estamos haciendo bien las cosas. Esta situación de desidia global es lo que más inquieta al revisar el informe más reciente del 8 de Octubre 2018, del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC)) titulado “Informe Especial Calentamiento Global SR1,5”. En su elaboración participaron cerca de cien expertos de 44 países. Se basa en más de 6.000 referencias científicas, revisando los efectos de un incremento hasta 1,5°C y los compara con los de una subida hasta 2°C. Se presentará a la próxima Cumbre del Clima (COP24) que se celebrará en Katowice (Polonia) en diciembre 2018. Ver http://www.ipcc.ch/report/sr15/

El IPCC después de analizar los documentos y las políticas que presentaron los gobiernos en 2016-2017 en los planes nacionales de reducción de emisiones, llegó a la conclusión que de seguir haciendo las cosas como hasta ahora elevaríamos el calentamiento a más de 3°C al 2100. Una tendencia inaceptable y peligrosa. Una muestra más que empresas, gobiernos y ciudadanos estamos haciendo aún muy poco y, de seguir así, lo que hagamos será insuficiente. Por esta razón, el IPCC insiste en hacer un ajuste de cuentas y pasar a la etapa de los cambios «rápidos, profundos y sin precedentes».

[cita tipo=»destaque»]El Informe distingue con “alta confiabilidad” que en el año 2040, los efectos serán muy contundentes. Por ejemplo, si aumenta un 1,5ºC, el 14% de los habitantes del planeta estarán expuestos a olas de calor mortales; si aumenta un 2ºC, ese ascenso afectaría al 37% de la población del planeta, con un efecto enorme sobre las migraciones. Los costos financieros serían también gigantescos. Las temperaturas en días calurosos extremos en latitudes medias podrían aumentar en 3°C con 1,5°C, pero 4°C en un escenario de 2°C.[/cita]

Cuando se adoptó el Acuerdo de Paris en Diciembre 2015, muchos temieron que frenar la cuenta regresiva para frenar el cambio climático era una tarea al borde de lo imposible por la acumulación en la atmósfera de millones de megatoneladas de gases con efecto invernadero expulsados desde la Revolución Industrial y, sobre todo, desde los años cincuenta del siglo pasado, cuando al carbón se sumaron el petróleo y gas como insumos del crecimiento económico mundial. Por esta razón, la meta que se estableció en el Acuerdo de París fue «mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C». Aunque se añadió: «Y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5». Esa segunda cifra se incluyó por la presión de los países más expuestos, como las pequeñas islas del Pacífico y del Caribe.

El IPCC en su Informe nos señala además que limitar la elevación del promedio del calentamiento del planeta a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales va a ser una tarea titánica, que involucrará cambios rápidos y dramáticos en la forma en que funcionan todos los gobiernos, las industrias y las sociedades. Se trata nada menos que reducir obligatoriamente antes de 2030 las emisiones de carbono en todo el planeta en al menos el 49% de los niveles de emisión de 2017. Esto es, ponga atención, antes que se cumplan 12 años más. Es decir, en Chile y en el mundo entero, deben tomarse decisiones en los próximos dos años para retirar las centrales eléctricas de carbón y reemplazarlas por fuentes renovables, ya que las grandes inversiones suelen tener un ciclo de vida de al menos una década.

Seremos capaces de hacerlo? Muchos lo dudan, lo consideran un imposible. Pero, eso no es todo, la cosa es aún más ardua. Después de cumplir esa acción inmediata, tendríamos que alcanzar el cese, cero emisiones de carbono para el año 2050 y así cumplir con el objetivo de frenar el cambio climático. Por esta razón, es imperativo que todos comencemos a trabajar y aportar nuestro grano de arena en conseguir estos objetivos. Es muy probable que en la próxima Cumbre del Clima en Diciembre la comunidad internacional lance un mensaje rotundo adoptando un objetivo de cero emisiones de carbono para 2050. ¿Por qué? Porque antes de Octubre 2018 los expertos hablaban vagamente de permanecer en o por debajo de 2°C . Ahora se sabe que 2°C de aumento es muy peligroso. Por eso urge que los gobiernos asuman la responsabilidad y acepten la recomendación del IPCC para pasar a las acciones inmediatas.

El IPCC categoriza sus predicciones con un sello de «alta confiabilidad” o “mediana confiabilidad”, para distinguir los distintos escenarios de lo que vaya a ocurrir en los próximos años. Por ejemplo, le asignaron “alta confiabilidad” a que incluso si cumplimos el compromiso de reducción de gases contaminantes del Acuerdo de París de 2015, la gravedad de los daños sobre el planeta será profunda. Dependiendo de si el calentamiento aumenta 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, los efectos serán graves, pero si sube 2°C, serán devastadores y afectarán a millones de personas, por incendios forestales, inundaciones, temporales nunca vistos (esto ya está ocurriendo en Europa y EEUU estas últimas semanas), huracanes, marejadas, sequías lo que implicaría un aumento de la inseguridad alimentaria.

No se trata de un futuro muy lejano. Son sólo 22 años más. El Informe distingue con “alta confiabilidad” que en el año 2040, los efectos serán muy contundentes. Por ejemplo, si aumenta un 1,5ºC, el 14% de los habitantes del planeta estarán expuestos a olas de calor mortales; si aumenta un 2ºC, ese ascenso afectaría al 37% de la población del planeta, con un efecto enorme sobre las migraciones. Los costos financieros serían también gigantescos. Las temperaturas en días calurosos extremos en latitudes medias podrían aumentar en 3°C con 1,5°C, pero 4°C en un escenario de 2°C.

Es tan delicado el equilibrio que, un aumento en 2°C podría destruir los ecosistemas en alrededor del 13% de la superficie terrestre del mundo, aumentando el riesgo de extinción para muchos insectos, plantas y animales. Mantener el calentamiento a 1,5°C reduciría ese riesgo a la mitad. En otras palabras, si no llevamos a cabo acciones rotundas para disminuir en grandes cantidades nuestra emisiones de CO2, el planeta se convertirá en un lugar casi imposible de habitar. De aquí en adelante tenemos que hacer bien las cosas, se nos acabo el recreo. Llegó la hora de las acciones inmediatas.

Chile en la Administración anterior, con la política energética 2050 Bachelet-Pacheco, dio un gran paso adelante. Tenemos que seguir por esta senda y multiplicar nuestra generación con energías renovables. El mundo tendrá que seguir esta misma vertiente, cuestión que reconoce el Informe implícitamente ya que entre las medidas recomendadas incluye aumentar la instalación de sistemas de energía renovable, como la energía eólica y solar, para proporcionar el 70–85% de la electricidad del mundo para 2050, y expandir los bosques para aumentar su capacidad para extraer el dióxido de carbono de la atmósfera. Por otra parte, la mayoría de los escenarios sugieren que el mundo todavía necesitaría extraer cantidades masivas de carbono de la atmósfera y bombearlo bajo tierra en la segunda mitad de este siglo. La tecnología para hacer esto está en las primeras etapas de desarrollo y podría ser difícil desarrollarla para su uso a escala global a corto o mediano plazo.

Resulta claro que para conservar nuestro planeta vamos a tener que transformar nuestros estilos de vida y de consumo rotunda y rápidamente. Disponemos de un plazo demasiado breve. No es posible seguir postergando más nuestras acciones. Chile aún no cuenta con una ley de cambio climático, que el Gobierno anunció pero no ha presentado. Tampoco podemos soslayar que el cambio climático es un asunto que nos involucra a todos y no puede quedar solo en manos de gobiernos y empresas. Nuestra decidida participación es fundamental. Todos podemos contribuir a frenar el cambio climático. Mucho dependerá de cambiar nuestras costumbres negativas como el consumo desmedido, despilfarro, destrucción de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, falta de reciclaje. Cambiar nuestro estilo de vida: comer menos carne, andar en bicicleta y elegir viajar menos por avión.

El Informe del IPCC ha puesto todas éstas cartas sobre la mesa, o al menos todas las que necesitamos saber para actuar de inmediato. Si en el corto plazo no reducimos nuestras emisiones, seguramente superaremos los 2,0°C en algún momento entre 2030 y 2052 y quedaremos expuestos a eventos climáticos devastadores.

La conclusión más inquietante es que se requiere una transformación económica inédita, que obliga a todos los Estados a fortalecer la cooperación global para reducir las emisiones dentro de un umbral grave, pero tolerable. Lo que importa tener en mente es que cada tonelada extra de carbono que vamos a verter a partir de ahora será una tonelada que tendrá que limpiarse a fines de siglo. Los costos financieros van a ser gigantescos. De allí la importancia de debatir sobre quién pagará por ello, y si es correcto que la industria de los combustibles fósiles y sus clientes disfruten de los beneficios hoy y esperen que las próximas generaciones paguen por limpiarlos. Ese es el quid de la cuestión.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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