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La chaqueta roja de Cecilia Pérez Opinión

La chaqueta roja de Cecilia Pérez

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El objetivo de la nueva estrategia comunicacional es nítido y no tiene disimulo: subir a costa de lo que sea en las encuestas. Tres son los pilares en que se sustenta. Primero, desplegar una agenda de seguridad que puntualice el problema, pero que se desentienda de la responsabilidad. Segundo, el despliegue de un relato que, a partir de generar una sensación de inseguridad –una apuesta riesgosa–, busca que se perciba una actitud activa del Gobierno para controlar la tríada delincuencia, narcotráfico y terrorismo. Tercero: reforzar el sentimiento antimigración –que ya le trajo dividendos el año pasado–, instalando que los extranjeros han logrado quitarles los empleos a los chilenos. Pero faltaba el broche de oro de la estrategia comunicacional: el regreso de las chaquetas rojas.


“Voy a ser muy franca, me duele porque me doy cuenta cómo el Presidente se saca la mugre”. Así respondió la ministra secretaria general de Gobierno, en una entrevista reciente, ante la consulta por la baja en las encuestas que, ya a estas alturas, parece que se han convertido en una verdadera obsesión para el Mandatario. Solo en las últimas semanas lo hemos visto intervenir casi a diario, opinando e involucrándose en temas diversos, incluso más allá de lo aconsejable. Ya lo analizamos la semana pasada, la ansiedad parece estar pasándole la cuenta al Presidente.

Cecilia Pérez, además de ministra, es –o debería ser– una asesora en materia comunicacional para Sebastián Piñera. En otras palabras, tendría el rol de aconsejarle el nivel de exposición, definir el tono a utilizar, identificar los espacios en los cuales participar –y los que no– y, obviamente, frente a qué temas le correspondería dar una opinión de acuerdo a su rol y cuáles debería esquivar.

Un Jefe de Estado NO debe ni puede hablar de todo. Y, claro, menos, meterse en las “patas de los caballos” de manera frecuente. Basta ver el rol que cumplió en la crisis de Essal, la polémica con los jueces o el intento por justificar las cifras de empleo. Sin embargo, y por lo que hemos visto estas semanas, la ministra parece más bien estar reforzando la conducta del Presidente Piñera.

Lo cierto es que el conflicto entre La Moneda y el poder Judicial, en vez de disminuir, se agudizó la semana recién pasada. Aunque esta vez no fue Sebastián Piñera el que avivó el fuego, sino la propia encargada de poner los paños fríos desde el Gobierno. Usando un tono destemplado, respondió a Lamberto Cisternas con el mismo estilo que le conocimos en la campaña de 2017 para referirse a Bachelet. Le señaló que los chilenos estamos aburridos de escuchar sus excusas y de que no cumplan con su pega: hacer justicia. Frase poco cordial viniendo de otro poder del Estado.

No cabe duda que Cecilia Pérez recuperó su energía y también el poder luego de ser ratificada por el Presidente en el ajuste de gabinete ocurrido hace menos de dos meses. Hasta ese día, se la daba como una baja segura, partiendo por Chile Vamos. Más allá de que debió enfrentar temas de salud durante algunos meses, la ministra perdió protagonismo en La Moneda. Aparecía con menos frecuencia e incluso había abandonado el estilo confrontacional y provocativo, impronta con que volvió al mismo cargo que ocupó entre 2012 y 2014. Llegó a dar la impresión que el Mandatario le había arrebatado la vocería.

La “negra de Harvard” –como ella misma se ha autocalificado–, la mujer que creció en la población Juan Antonio Ríos, que no forma parte de la “elite” de la derecha y que saltó a la primera línea luego de ser concejal por La Florida, tiene un mérito: se convirtió en una pieza fundamental, no del Gobierno sino del piñerismo o, mejor dicho, de Piñera.

Lleva siete largos años en el grupo de confianza personal del Jefe de Estado, por tanto, no solo lo conoce en profundidad, sino que sintoniza –y empatiza– con sus planes y sus expectativas. De ahí la frase con que inicié esta columna. Seguramente, esta nueva estrategia comunicacional, que el Gobierno lanzó hace unas tres semanas, es una creación conjunta entre ella y Sebastián Piñera.

Y el objetivo de la nueva estrategia comunicacional es nítido y no tiene disimulo: subir a costa de lo que sea en las encuestas.

Tres son los pilares en que se sustenta. Primero, desplegar una agenda de seguridad que puntualice el problema, pero que se desentienda de la responsabilidad. Vuelos en helicóptero del Jefe de Estado para evitar portonazos, lanzamiento de un plan para controlar el narcotráfico en solo 11 comunas de las 346 que hay en Chile, y el planificado juego de contragolpe en que el Poder Judicial fue el escogido para quedar como “ícono” del problema. Segundo, el despliegue de un relato que, a partir de generar una sensación de inseguridad –una apuesta riesgosa–, busca que se perciba una actitud activa del Gobierno para controlar la tríada delincuencia, narcotráfico y terrorismo. Tercero: reforzar el sentimiento antimigración –que ya le trajo dividendos el año pasado–, instalando que los extranjeros han logrado quitarles los empleos a los chilenos.

El uso y abuso de esta tríada constituye un juego peligroso. No cabe duda que en el corto plazo puede significar una leve alza en los sondeos. La lógica es simple: instalo la preocupación desligándome de responsabilidad, lo que proyecta intención de controlar lo que se está denunciado. El problema es que, si no hay resultados concretos y rápidos, el efecto se puede revertir y aumentar la percepción de inseguridad. Y ese sería el peor de los negocios para un Gobierno que no ha logrado cumplir con su principal promesa: mayor crecimiento y más empleo. Nada hace presagiar hoy que estos dos temas vayan a mejorar. El Presidente Piñera lo sabe bien. Ese fue el relato con que ganó la elección a costa de criticar duramente a la administración de Bachelet.

La estrategia también considera la vocería de Cecilia Pérez como backup del Presidente Piñera. Si analizamos los eventos de la semana pasada, esa es la dinámica. Veamos lo ocurrido con la polémica con el Poder Judicial.

El Presidente lanza un verdadero misil, instala la polémica y se repliega. Los jueces responden de manera simultánea con un discurso duro y coordinado. La Moneda deja un espacio en que el rival queda “hablando solo”. A continuación, la vocera vuelve a la carga con un relato simple que deja una duda en cuanto a las responsabilidades, además de reivindicar el derecho del Presidente a expresar su opinión respecto de las actuaciones de los jueces. Y, por supuesto, Cecilia Pérez termina haciendo un llamado a trabajar juntos y cerrar el capítulo. Punto ganado, la polémica se acaba –el viernes la Corte Suprema optó por no seguir escalando el tema–, pero en la opinión pública queda latente la actitud y voluntad del Gobierno

Pero faltaba el broche de oro de la estrategia comunicacional: el regreso de las chaquetas rojas. El símbolo con que el primer Gobierno de Piñera quiso representar la eficiencia, la “Nueva forma de gobernar” o la promesa de campaña: “Así queremos Chile”.

Por supuesto que la idea no era nueva ni original. Varios alcaldes la estaban implementando en sus comunas para resaltar las visitas a terreno y que las personas identificaran a sus autoridades, pero principalmente con un objetivo: la foto de portada. De seguro, los creativos a los que ahora les encargaron la misión de buscar opciones que contribuyan al objetivo de mejorar en las encuestas, argumentaron que un rojo más intenso –esa es la novedad– es atractivo, transmite fuerza, energía, algo que coincide con el nuevo eslogan, “Chile en marcha”, con que el Gobierno abandonó la promesa de campaña “tiempos mejores”.

Hasta aquí, esta nueva estrategia es simple y obvia, pero inteligente. De mucho ruido y pocas nueces, de colores y frases más agresivas, y poco de fondo. Entiendo, es la pega de Cecilia Pérez y es el anhelo de Sebastián Piñera, quien apostó a la reelección con el sueño de terminar siendo percibido como “el mejor Presidente de la historia”, pese a que las cifras lo han abandonado muy tempranamente.

Ojalá que la ministra entienda que, si un eje vuelve a hacer culpar al resto de los males propios, además de mostrar poca creatividad, estará dejando la sensación de ineficiencia. Después de todo, el Piñera empresario despediría a un ejecutivo que un año y medio después culpara de sus malos resultados a la competencia o al gerente anterior.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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