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La solidaridad en tiempos del coronavirus Opinión

La solidaridad en tiempos del coronavirus

Paula Jarpa y Gustavo Ramírez
Por : Paula Jarpa y Gustavo Ramírez Gustavo Ramírez, ex director para América de la Federación Internacional de Cruz Roja Paula Jarpa, académica y consultora FICR
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Lo más difícil es controlar la percepción individual del riesgo y hacer entender a la población la urgencia de asegurar el control del riesgo para la sociedad.


“La paranoia y el miedo no son, ni serán el modo. De esta saldremos juntos poniendo codo con codo”, dice un cantautor. Este mensaje sencillo y profundo nos transmitió el músico y médico uruguayo Jorge Drexler, luego de haber cancelado un concierto en Costa Rica, a raíz de las medidas tomadas por las autoridades para controlar el impacto de la, ahora, declarada pandemia ocasionada por el Convid-19.

La palabra pandemia es por naturaleza generadora de temor, stress y preocupación. Esa es la razón por la cual una declaración de pandemia es siempre una medida extrema, que se toma cuando el riesgo de contagio mundial adquiere una velocidad amenazante y difícil de controlar. Es lo que ocurrió y las cifras así lo demuestran.

Hacía 11 años que la OMS no declaraba la existencia de una pandemia. La última fue el año 2009 con la influenza H1N1. La globalización y la movilidad de la población mundial hace más fácil la transmisión transfronteriza de un virus.

El coronavirus comenzó en la provincia China de Wuhan hace un par de meses y hoy hay 140 países que están sufriendo las consecuencias de este nuevo virus. China reporta que gracias a las medidas extremas y urgentes que tomó, ha logrado controlar su expansión. Corea del Sur, según los expertos internacionales, es el país que ha dado una mejor respuesta: más del 80 % de las personas contaminadas se han recuperado. Italia está sufriendo las consecuencias de una reacción tenue, que no valoró el riesgo y donde la población relajada no le dio la importancia que ameritaba. Así lo muestran cientos de testimonios que hoy hacen un mea culpa con esa falta de responsabilidad.

Mientras que para algunos los países nórdicos parecieran estar tomando las precauciones necesarias, para otros las reacciones han sido tardías. Voces alternativas se levantan pidiendo medidas más radicales, como el aislamiento total, igual que lo hizo China.

Por ejemplo, ayer el diario El País plantea la siguiente disyuntiva: las cifras de contagio que conocemos tienen una relación directa con la cantidad de tests aplicados y el momento en que estos se realizan. “Para juzgar los datos de casos confirmados es importante saber qué esfuerzo está haciendo cada país por detectar todas las infecciones. Las diferencias son grandes: Corea ha hecho 3.400 tests por cada millón de habitantes, Italia o Suiza han hecho entre 500 y 600 y Estados Unidos había hecho apenas 2 por millón cuando dejó de publicar sus datos hace unos días”, afirma el periódico.

Y remata: “La capacidad de detección de los países afecta a sus tasas de letalidad. No parece casual que Corea, que es el país que más test ha hecho, tengo la tasa de muertos más baja. Es razonable pensar que si los países hacen más tests —y detectan más casos leves— sus cifras de letalidad se acercarán a las del país asiático”.

En el barrio

En América Latina la amenaza es ya real. Las cifras muestran la rapidez con que evoluciona. Brasil es hasta ayer el país con más casos positivos confirmados. Chile reporta 201 casos, mientras que Argentina y Brasil son los únicos países de la región que hasta aquí reportan muertos. La mayoría de los gobiernos están tomando diferentes medidas para palear el impacto, evitar la transmisión sostenida y salvar vidas, especialmente de las personas más vulnerables.

El doctor y comunicador social brasileño Drauzio Varella escribe, en el diario Folha de São Paulo, que en su país han comenzado a aparecer las primeras infecciones comunitarias, es decir, la de los brasileños que adquieren el virus sin haber viajado al extranjero o haber tenido contacto con viajeros. Ello significa que las infecciones aumentarán en las próximas semanas. Aunque se consiga disminuir la velocidad de propagación, Varella estima que todo pareciera indicar que es probable que ocurra una epidemia de proporciones nacionales, que provocará un “stress brutal” en el sistema de salud brasileño.

En Chile se han tomado algunas medidas que responden al avance de la epidemia. La suspensión de clases, la prohibición de eventos que reúnan más de 50 personas o el cierre de las fronteras, son algunas de las recientes medidas tomadas. Estamos en la etapa cuatro. Es hora de fortalecer los equipos de salud de emergencia e instalar nuevas capacidades para estar mejor preparados para el aumento de pacientes que requerirán atención intensiva.

Somos afortunados de vivir en un país que, a pesar de sus debilidades y falta de equidad en muchos ámbitos, cuenta con sistemas y estructuras que pueden responder frente a esta amenaza.

Responsabilidad v/s crisis

Hay varias naciones en el mundo que desgraciadamente, producto de las crisis que las afectan, están en condiciones precarias o indefensas para hacer frente a esta pandemia. El Comité Internacional de la Cruz Roja así lo ha señalado en un preocupante comunicado donde indica que las zonas de guerra, conflicto o los campos de refugiados quedan en un total desamparo. El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterrez, ha hecho un llamado a la solidaridad internacional haciendo hincapié en que la cooperación y movilización de todos los países será lo único que podrá frenar esta amenaza.

Ahora bien, todas las medidas que se tomen, ojalá oportunamente, serán útiles para minimizar el impacto de esta amenaza global, pero lo más importante será cómo los ciudadanos somos capaces de reaccionar y comportarnos. Lo más difícil es controlar la percepción individual del riesgo y hacer entender a la población la urgencia de asegurar el control del riesgo para la sociedad.

Sabemos que en momentos de crisis el ser humano puede mostrar sus mejores y peores cualidades. El éxito de las medidas que se tomen dependerán de nuestra capacidad para aceptarlas e implementarlas. Esta pandemia pone a prueba nuestra disciplina, nuestra responsabilidad social y por sobre todo nuestra capacidad de ser solidarios. Si no podemos comportarnos de esa forma, “si no somos capaces de vivir enteramente como personas -como decía Saramago en su brillante libro Ensayo Sobre la Ceguera-, al menos hagamos todo lo posible para no comportarnos como animales”.

Ser responsable, ser solidario, ser persona, significa cumplir con las medidas de autoprotección que se recomiendan. La mayoría de esas medidas son sencillas y van desde un lavado de manos riguroso, hasta el autoaislamiento temporal.

Ser solidario y responsable también significa no hacer circular información especulativa o dudosa. Debemos recordar que la preocupación contamina más rápido que un virus. Hay que basarse en las evidencias y en los conocimientos, y no en las especulaciones populistas o en las información basada en los “hechos alternativos”.

No hay que correr de manera histérica a un centro de urgencia médica porque creemos tener síntomas que en realidad corresponden a un simple resfrío. Mi presencia allí me expone a ser contaminado. Además sobrecarga un sistema de salud que debe estar preparado para atender a los más necesitados y vulnerables. Impedir que los sistemas de salud colapsen es fundamental, lo mismo que hacer todo lo posible para que la cadena de abastecimiento de productos básicos no entre en desabastecimiento. Todo esto es ser responsable del funcionamiento de la sociedad.

Esta crisis sanitaria pone a prueba nuestros valores y nos da una oportunidad para mostrar que la solidaridad es más potente que el individualismo y el egoísmo, ambos contaminantes frecuentes de nuestra existencia en las últimas décadas.

“De esta -como lo dice el cantautor Drexler- saldremos juntos poniendo codo con codo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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