
Un “Acuerdo Nacional” ¿para qué?, ¿para beneficiar a quién?
Desde hace un par de semanas el gobierno insiste en llamar a la oposición a firmar un Acuerdo Nacional. La pregunta que uno se hace, como ciudadano común y corriente, es ¿para qué?, ¿qué es lo que se quiere acordar?
Según lo que aparece en la prensa, este se centraría en un conjunto de medidas económicas para solventar la crisis y la disputa se focalizaría en la proporción de recursos que debe ir directamente a las personas, cuánto a las empresas y a otros ámbitos.
Es difícil entender que sobre ello haya una disputa (si no la hubiera no se requeriría negociar tanto para llegar a un consenso). Nadie duda que es necesario cautelar la sostenibilidad futura del país, ni que la principal fuente de trabajo es un mercado laboral activo. Pero tampoco nadie duda que la primera prioridad debe ser salvar a las personas de la miseria y el hambre hoy.
Otras preguntas que surgen son: ¿por qué la oposición quisiera ir a negociar algo que es tan obvio?, ¿por qué no espera que el gobierno proponga las medidas?, ¿será para lucir después que, gracias a ella, se restituyó algo de dignidad a las personas?, ¿para generar la sensación de que todos estamos en el mismo barco?
Si es esto último lo que la moviliza, creo que tiene un grave error de análisis: no se entiende que quieran salir en la foto con un gobierno que vive la crisis de legitimidad más importante desde el regreso a la democracia y que su manejo errático e ineficiente de la pandemia la sigue acrecentando. Políticas de contención confusas y sin fundamento científico, cifras de enfermos y muertos contradictorias o simplemente falsas, medidas humanitarias transformadas en propaganda política, no solo han hecho escalar la cantidad de infectados y muertos a niveles inauditos, sino que han terminado con cualquier credibilidad que el gobierno haya tenido aún frente a algunos sectores de la población.
El punto culminante lo marcó la recién denunciada diferente información que entrega al país y a la OMS. Esta última casi duplica el número de muertos reconocidos a los chilenos y chilenas, según revela un reportaje de Ciper.
Concurrir al Acuerdo en este escenario, entonces, es como decidir por propia voluntad abrazarse a alguien que está a punto de lanzarse a un abismo político.
Parece, sin embargo, que se acerca el momento de concretarlo. Tal vez una de las condiciones que la oposición puso fue que rodara la cabeza del ministro de Salud, o fue lo que el Gobierno ofreció en sacrificio. Lo que no es lo mismo, aun cuando tenga la misma consecuencia para quien dejó el cargo. Como se sabe, el que ofrece pide; el que cede, exige. Quién hizo qué, lo sabremos recién cuando conozcamos los resultados de las negociaciones y tal vez ahí entendamos mejor el actuar de la oposición.
En cualquier caso, para que este Acuerdo logre algún efecto real y de largo plazo se requiere cumplir una condición que hoy parece inalcanzable o muy lejana: debe existir una capacidad real de administrar la pandemia y reducir sus efectos. De lo contrario habrá que renovar el Acuerdo de ayuda una y otra vez, hasta que una vacuna o algún otro medicamento solucione lo que no fuimos capaces de superar desde la política.
Como este último parece ser el caso, su efecto será efímero y útil a la oposición solo para tomarse la foto antes de saltar al precipicio. Salvo que logren en breve sacar al país de la grave situación que atraviesa. «Y –como dijo con ironía el falso Ministro de la novela de Eduardo Mendoza, El laberinto de las aceitunas– soy optimista al emplear la palabra ‘atraviesa’, porque nada hace prever que vayamos a salir por el otro lado”.
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