Publicidad
La tentación del retiro del 10% del fondo de las AFP MERCADOS|OPINIÓN

La tentación del retiro del 10% del fondo de las AFP


Recientemente la Corte de Apelaciones de Antofagasta ordenó a una AFP entregar la totalidad de fondos previsionales a una profesora. El debate se ha planteado desde la discusión legal de si el afiliado es –realmente– el dueño de sus fondos y puede disponer de ellos, hasta, en lo concreto, permitir el retiro del 10% del fondo acumulado ante situaciones de crisis extrema global (como la pandemia) o particular (enfermedad terminal grave). En tiempos de crisis, este ahorro siempre será una tentación.

Lo bueno de la discusión es que obliga a pronunciarse por qué sí o por qué no. No hay medias tintas, y eso se agradece. Sin embargo, hasta ahora los argumentos –para ambos lados–, a mi entender, son bastante superficiales y particulares. Se echa de menos una mirada global.

El sistema de capitalización individual nació como LA alternativa de reemplazo del sistema de reparto, que fue un saco roto desfinanciado. La característica principal del nuevo sistema es que cada persona tiene una cuenta individual, donde sus fondos son administrados por las AFP, y la pensión obtenida dependerá de los aportes realizados durante la vida laboral y del retorno obtenido del fondo acumulado. La idea fue buena, en el sentido que cada uno ahorraba para algo concreto, cuantificable y propio. Y abordaba, dicho sea de paso, el escenario adverso de la pirámide demográfica invertida.

Según las estimaciones, y bajo ciertos parámetros y supuestos, el nuevo sistema basado en las AFP generaría pensiones con un porcentaje razonable de tasas de reemplazo. Si bien nunca se hizo una promesa directa, así fue (mal) interpretada por la ciudadanía y quedó firmemente arraigada en su inconsciente colectivo. El principal pecado fue contar un cuento incompleto: si se usa un retorno esperado para calcular el fondo acumulado al final de la vida laboral, también se debió contar el peor escenario y  el escenario seguro, en los cuales, el nuevo sistema ya no es LA solución integral, que fue la pomada que se vendió. Si a eso agregamos variables exógenas al modelo, como son la densidad de cotizaciones y lagunas previsionales, era de esperar lo que ocurrió finalmente: paupérrimas pensiones. La realidad superó a la ficción.

El problema es, entonces, adaptando el famoso ejemplo del padre de la creatura, que al Mercedes Benz no basta con solo echarle bencina. Porque aún con el supuesto de estanque lleno (gran supuesto, por lo demás), “se espera” que llegue a destino, mas no se puede asegurar. Y diseñar un sistema de pensiones sobre la base de la generación de retornos esperados y no en ambiente seguro, es jugar en una ruleta. Es olvidar el Equivalente Cierto en el juego riesgo-retorno.

A lo anterior agreguemos que al momento de jubilar, la opción preferida de los pensionados (rentas vitalicias) sufre de un pequeño problemita, a saber, que se le prometieron pagos que las compañías de seguros no pueden cumplir sin asumir riesgo, y que el balance de estas no refleja su real endeudamiento con los pensionados. Se vendió un producto que no es tal: los pensionados entregaron toda su plata acumulada contra recibir pagos con riesgo, sin saberlo; una renta que no es tan vitalicia que digamos. Y que basta solo un tropezón para que todo el sistema caiga. De hecho, ya están técnicamente quebradas.

Con este diagnóstico real del enfermo se debería analizar el retiro de parte del fondo acumulado. Así, el retiro de fondos se puede abordar en dos escenarios: al momento de pensionarse y durante la vida laboral. Pero en ambos, es “sin llorar”. ¡Libertad, libertad, mis amigos!, decía el padre de la creatura…

En el primer escenario, el retiro de los fondos acumulados en la AFP resulta –por paradójico que parezca– en un salvavidas para el sistema de pensiones, porque corrige –dolorosamente, es cierto– en parte significativa la falla estructural que tiene con las rentas vitalicias (que quiéralo o no, son parte del sistema). ¿Qué monto retirar? El monto que exceda la cifra que garantiza la pensión mínima garantizada por el Estado. En un país que supuestamente está “maduro” para discutir el aborto, la eutanasia, la despenalización de ciertas drogas, entre otros temas conflictivos, supongo que también podrá discutir que una persona a los 65 años podrá decidir qué hacer con su plata, sin llorar al papá Estado después, y firmando todos los papeles que haya que firmar.

El segundo escenario –retirar una parte de los fondos durante la vida laboral– tiene complicaciones adicionales. ¿Por qué el 10% del fondo? ¿Bajo qué causales? ¿Quién determinaría dichas causales? ¿Cuántas veces se podrá retirar fondos durante la vida laboral? ¿Cuál sería el tope? Considerando el diagnóstico explicado anteriormente, lo económicamente razonable y en pos de la libertad de las personas, sería permitir en cualquier momento el retiro del monto que excede el valor presente descontado a la tasa libre de riesgo del fondo final que asegura la pensión mínima que garantiza el Estado. ¿Cuántas veces durante la vida laboral? Las veces que quiera, siempre que se cumpla con la condición anterior. Y por supuesto, a libre disposición, haya o no crisis.

Todo esto es coherente con el cuento completo: que el sistema de capitalización individual nunca fue LA solución integral al problema demográfico implícito en las pensiones; el mercado de capitales es una ayuda, por cierto, pero no por ello hay que prenderle velitas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias