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Reflexiones para un nuevo sistema de pensiones Opinión

Reflexiones para un nuevo sistema de pensiones


El sistema de pensiones chileno es un enfermo que está grave desde hace tiempo. El proyecto del retiro del 10% aunque no lo vean, ni lo crean, los propios defensores del modelo que votaron en contra es una oportunidad de oro para dar el primer paso en dar credibilidad a un nuevo modelo de pensiones, en el cual no se eche por la borda el sistema de capitalización individual, pero que sí lo baje del altar en el que se le ha puesto.

La paradoja de la situación actual es que los principales responsables de que el sistema de pensiones esté al borde del precipicio son sus propios defensores, los cuales, debido a una soberbia intelectual, forzaron el debate y lo llevaron –sin querer desde una arena técnica/social a una netamente social/política.

Diagnóstico

El sistema de pensiones actual tiene tres pilares: un pilar solidario, un pilar de cotización obligatoria administrado por las AFP y un pilar voluntario.

El pilar de la cotización obligatoria, no obstante, es la columna vertebral. Se llegó a endiosar el modelo de pensiones debido a que en su origen solucionó el problema del saco roto del sistema de reparto. Y se cifraron todas las esperanzas en el mercado de capitales: se creyó tan firmemente, casi como un dogma de fe, que bajo ciertos supuestos y parámetros, después de varias décadas la receta ahorro-retornos daría a luz convenientes tasas de reemplazo. Fue tan así que quedaron establecidas no en papel, sino peor, en el inconsciente colectivo promesas implícitas.

Y las promesas no se cumplieron. Los defensores salieron en manada a explicar a los ignorantes que las razones (tales como las lagunas previsionales producto del desempleo e informalidad laboral, los bajos sueldos, el bajo porcentaje de aporte o el escaso ahorro voluntario), no son responsabilidad del sistema de pensiones… Es que al Meche había que echarle bencina. Lo que callaron es que el Meche, aun con estanque de combustible lleno, podría no haber llegado a destino; y cuando se trata de diseñar un sistema de pensiones, esto es del todo relevante.

Si la esencia del sistema de pensiones es la cuenta individual que busca retornos en el mercado de capitales, entonces hay que tener claro que la regla básica de ese juego se resume en la doble dimensión riesgo-retorno. Esto lo sabe medio mundo. Se sabe, pero al parecer no se entiende. Si los defensores del modelo captaran realmente las consecuencias de ello, se habrían dado cuenta que todas sus estimaciones de valores futuros esperados, aun con de plena densidad de cotizaciones (desde ya un gran supuesto), al final de cuarenta años, corregidas por riesgo, no son mejores que la opción segura de retorno libre de riesgo; se habrían dado cuenta que el mercado de capitales a veces no perdona y no tiene misericordia, y que al final de cuarenta años, existe alguna probabilidad de terminar con un fondo acumulado menor que haber guardado la plata debajo del colchón.

Se podrá contraargumentar que dicha probabilidad es ínfima; con tal de ganar el valor esperado, vale la pena correr el riesgo. Sin embargo, cuando se quiere diseñar un sistema de pensiones obligatorio, donde se trata de administrar platas ajenas a un gran colectivo de trabajadores, este debe ser sometido a todas las pruebas de rigor y por sobre todas las cosas contar el cuento completo en forma abierta y transparente al vulgo que no entiende lo que lee.

Otro de los cuentos mal contados, categoría mito incluso en círculos académicos, es que el largo plazo arregla todo, y el retorno compensa cualquier tropezón en el camino. Los defensores omiten un detallito: en el largo plazo, la varianza del retorno acumulado también se amplifica. Así, en el largo plazo, puede que el fondo acumulado esperado aumente, pero también el peor escenario se hace cada vez más adverso. Se reafirma la premisa anteriormente señalada.

Los porfiados defensores también señalan que, en el fondo acumulado, por cada peso aportado por el afiliado, hay tres de rentabilidad, y que eso es un hecho irrefutable (y por tanto, el problema real está en los bajos aportes y las lagunas previsionales). Nuevamente se olvidan los conceptos: si hoy el fondo acumulado es casi todo retorno obtenido, ¡excelente!, pero preguntemos: ¿y si hubiese terminado en pérdidas? No se le dijo nada exante al afiliado, ninguna advertencia, al contrario, fueron cuentos incompletos; aún más, a riesgo de ser repetitivo, ese maravilloso retorno que se señala, corregido por riesgo, no le gana a un depósito a plazo. ¿Le dijeron eso a la gente? Recordemos que es exante donde se toman las decisiones y se diseñan los sistemas, porque todos son generales a posteriori la guerra. Ahora bien, las lagunas y la baja cotización ciertamente son un problema, pero no hay que confundirse, porque esto es adicional, y aún sin estos problemas que no son responsabilidad del sistema de pensiones, el retorno acumulado esperado debe ser analizado con el peor escenario y el escenario de seguridad máxima.

En síntesis, se diseñó un sistema de pensiones obligatorio donde se toman decisiones de platas ajenas y se juega en el mercado de capitales porque se autoconvencieron que vale la pena correr el riesgo para obtener un valor esperado, pero no fueron transparentes con la ciudadanía al contar la historia incompleta. Si se hubiese contado el cuento completo, hoy no estaría hablando de promesas incumplidas.

Haber diseñado un sistema cuyos resultados corregidos por riesgo no son mejores que una opción segura de estrategia pasiva de inversión, y que además, cuyo peor resultado esperado es obtener un monto acumulado menor que guardar la plata debajo del colchón (tasas reales libres de riesgo cero o incluso negativas), no fue tanta maravilla. No da para el Nobel. Las cosas son lo que son, no lo que pretenden ser.

Y lo peor, defender el sistema de pensiones con tanto fanatismo, donde ahora cualquier hereje que lo critique es menospreciado, le hace el peor favor al mismo, porque mejor sería que aquellos que defienden el sistema primero analicen las limitaciones conceptuales que tiene, quizás así habrían sumado feligreses en vez de opositores.

Para repensar el sistema, los defensores del mismo deben terminar son la soberbia intelectual que los ha caracterizado y reconocer que, mientras mayor sea la fama de una obra, tal como la ha tenido el sistema de pensiones, mayor es la necesidad de escudriñar sus faltas y estar dispuestos a trabajar sobre la base de ello, analizando todas las medidas, por extravagantes (¿populistas?) que parezcan.

Repensando un nuevo sistema de pensiones

A principios del siglo XIX se vendían latas de conservas que pesaban casi un kilo vacías y no era fácil manipularlas. No se creyó importante crear un instrumento para abrir las latas; cada consumidor se las debía arreglar en casa. En 1850 se consiguió crear un envase más ligero. Y por paradójico que parezca, el abrelatas se inventó en 1870. Con el sistema de pensiones pasa lo mismo: es hora de inventar el abrelatas.

En mi humilde opinión, la única forma de (volver a) darle credibilidad y legitimidad al sistema, será rediseñarlo con cuatro principios rectores fundamentales:

Primero: libre albedrío. “¡Libertad, libertad!, mis amigos”, eso decía el denominado padre de la creatura. Los defensores del sistema abogan por la libertad en muchos otros aspectos, pero con las pensiones son conservadores y paternalistas.
Segundo: seguridad máxima. El diseño debe considerar como escenario central un ambiente seguro, esto es, proyecciones libres de riesgo. El resto será accesorio.
Tercero: transparencia total. Señalar sin pelos en la lengua ni frases confusas que, si un afiliado quiere en las condiciones que más adelante se señalaránobtener un fondo acumulado esperado X mayor que el fondo acumulado proyectado por el escenario central sin riesgo, debe estar plenamente consciente que también podría perder y terminar con un fondo final menor que haber guardado la plata debajo del colchón. Entonces, como las cuentas claras conservan la amistad, cada afiliado debe saber y entender esta advertencia. Este juego es sin llorar. Es la única forma de no decir frases ambiguas que se interpretan o malinterpretan como promesas.
Cuarto: educación financiera obligatoria en la Enseñanza Media.

Como sociedad tendremos que previamente zanjar la cuestión: ¿es la pensión un derecho (adquirido) para los ciudadanos? Esto va más allá de la actual pensión solidaria que garantiza el Estado. Así como están de caldeados los ánimos, bajo la bandera de la pensión digna, se terminará fijando un monto superior. Si personalmente estoy o no de acuerdo con esto, es irrelevante, toda vez que trato de constatar un hecho que desde mi punto de vista es irreversible.

No hay que ser adivino para aventurar que es altamente probable que se establezca una pensión mínima –catalogada de digna–, por un monto mayor a la pensión básica solidaria actual, pero no mucho más, porque será pagada a todo evento con cargo al erario público.

Esa sería la base de todo rediseño del sistema.

¿Cuál sería el nuevo rol del modelo de capitalización individual? Se debe reconocer que el mercado de capitales no está para solucionar un problema demográfico. Podrá ayudar en forma accesoria… si le va bien, pero nada más, y asumiendo riesgo. Siguiendo los principios rectores, las cuentas individuales deberían ser opcionales para que cada afiliado, mediante un plan de ahorro y descuento por planilla, pueda ahorrar apostando a obtener un retorno esperado según distintas opciones de inversión. Este ahorro será en una AFP o cualquier otra institución financiera calificada. Y el porcentaje de descuento será lo que cada afiliado determine. Si ahorra poco, podrá esperar un poco más adicional a la pensión garantizada. Y con la advertencia clara que puede perder todo o parte de sus ahorros. Si el multifondo elegido o cualquier otra alternativa de inversión le da el palo al gato y se obtiene un buen retorno acumulado… ¡excelente! Si no es así, mala suerte, bien también.

En relación con cuánto, del ahorro mensual elegido, es de cargo del empleador, se debe tener en cuenta que dicha discusión es bastante artificial. La repartija real no depende de leyes, depende de las elasticidades de oferta y demanda de trabajo. Pero para vestir mejor el santo y que la galería quede contenta, dejemos que el porcentaje elegido por el afiliado se reparta entre él y su empleador en partes iguales.

Finalmente, y como parte fundamental para darle credibilidad y legitimidad al sistema, deberá considerarse el retiro de los fondos cuando el afiliado quiera y por el monto que desee, con o sin pandemia, con o sin enfermedad, con o sin desempleo, con o sin crisis. Libre albedrío, con pleno conocimiento y responsabilidad de sus actos, y sin lloriqueos posteriores.

¿Irresponsable? ¿Qué es más irresponsable: permitir el retiro bajo un esquema bien pensado que contempla una pensión mínima, o haber prometido implícitamente tasas de reemplazo y haber jugado con la ignorancia de la gente? Hoy, con cien millones de fondo cifra que, aunque no es la gran cosa, la gran mayoría nunca va a llegar a acumular en su vida, se puede obtener una pensión estimada de menos de $600 mil… ¿Valió la pena tanta pomada vendida? ¿Acaso no es evidente que el retiro de fondos santifica el sistema? Y dicho sea de paso, corrige también el gran forado de las compañías de seguros quebradas con las rentas cuasivitalicias que venden.

No todo aquel que retira fondos, huye o reniega del sistema. En lo personal, reconozco su utilidad, pero no le prendo incienso en su sobrevalorado altar.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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