Desde al menos 2011, la encuesta Bicentenario de la Universidad Católica muestra que la confianza en el gobierno, los partidos políticos, los parlamentarios, y los tribunales de justicia, o sea todos los principales poderes del Estado, están por debajo de 10%. 9 de cada 10 chilenos no confiamos en ellos.
Tenemos una crisis de legitimidad y de representatividad. Puede que esa crisis sea resuelta por el proceso constituyente, pero esa resolución no va a ser automática. Depende de que resulte de ese proceso. Específicamente, depende de si introducimos o no cambios en la constitución que aumenten estructuralmente la legitimidad hacia el futuro.
Los suizos tienen hace más de cien años una solución práctica al problema de legitimidad: complementan la democracia representativa con mecanismos robustos de democracia directa. Funciona así: todo ciudadano tiene derecho a juntar firmas, y si junta suficientes firmas en un plazo determinado, se gatilla un plebiscito vinculante donde se vota a favor de la propuesta ciudadana, a favor de una contrapropuesta de la autoridad, o en contra. Aplica para iniciativas nuevas, vía reforma constitucional, aunque se extiende a materias normalmente tratadas en la ley, y para vetar leyes y decisiones ejecutivas importantes.
Los beneficios de tener mecanismos robustos de democracia directa en complemento a la democracia representativa son múltiples:
La principal preocupación al escuchar por primera vez sobre estos mecanismos tiende a ser el riesgo de populismo. El populismo en realidad es un problema de la democracia en general. Está presente en la democracia representativa, en Chile y el mundo, y también en la democracia directa. No es un problema específico a la democracia directa. De hecho, con estos mecanismos la ciudadanía puede frenar propuestas populistas de nuestros representantes. No obstante, el diseño de los mecanismos determina en buena parte si tienen un efecto populista o anti-populista: los mecanismos suizos, además de dar suficiente tiempo para cada parte del proceso, para dar espacio a las autoridades, a los medios, y la sociedad civil de discutir y pensar los temas, incluyen también la contra-propuesta de la autoridad al hora del voto, y la facultad de los que juntaron las firmas de bajar el plebiscito si logran llegar a acuerdo antes del voto. De esa manera, si llega el día del voto, cosa que frecuentemente no pasa porque se llega a acuerdo, las opciones para la ciudadanía son variadas y razonadas: por diseño institucional, por los tiempos, por la cobertura mediática, han tenido normalmente a esa altura más escrutinio que las reformas y decisiones regulares de nuestras autoridades, y la ciudadanía, con sus virtudes y defectos, parecidas a las virtudes y defectos de sus representantes, tiene un incentivo a informarse sobre el tema porque en ese sistema su opinión importa: es vinculante.
Las ventajas son variadas, y los mecanismos suizos de democracia directa, adaptados a Chile, son simples y fuertes. La pregunta es, de todas las cosas que podemos priorizar escribir en la Constitución, ¿por qué priorizar esta?
Empecemos por las cosas que no tiene sentido priorizar:
Reducidos entonces al círculo de cosas que no están ya prácticamente aseguradas, pueden conseguir 2/3, y hacen una mejora concreta importante, los mecanismos suizos de democracia directa, adaptados a Chile, son probablemente lo más gravitante: poder real de largo plazo para hacer todos los cambios que estimemos necesarios, en los momentos que lo estimemos apropiado.
Ese último punto es fundamental: mecanismos robustos de democracia directa son el único instrumento con el que la ciudadanía puede seguir haciendo cambios y ajustes a la vida política del país a largo plazo. Introduciendo estos mecanismos, podemos con ellos hacer todas las reformas que queden mal o queden fuera de la convención constitucional en sus 12 meses de operación: es mejor tener el martillo para arreglar y construir la casa, que tener una casa construida sin una herramienta directa para arreglos futuros.