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Lo que las cifras dicen (y no) de las juventudes Opinión

Lo que las cifras dicen (y no) de las juventudes

Renata Santander
Por : Renata Santander Directora Nacional Instituto Nacional de la Juventud
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El año pasado, cuando la carrera preeleccionaria en Estados Unidos era noticia en todo el mundo por la entonces sorprendente arremetida del demócrata Joe Biden, apareció un video que dejó en una incómoda posición a la actual vicepresidenta electa, Kamala Harris. En la imagen se escucha claramente cuando dice que los jóvenes entre 18 y 24 son “estúpidos”. La declaración se propagó en redes sociales en cuestión de horas y rápidamente su equipo tuvo que salir a ponerla en contexto. En resumen, se trataba de un discurso dado en 2014, cuando la entonces fiscal general de California se dirigió a un público acotado para hablar sobre la reducción del encarcelamiento y la reincidencia entre los adultos jóvenes. Y sí, efectivamente pronunció la desafortunada frase (que provocó risas entre los asistentes). Sin embargo, al revisar el video completo, se entiende que Harris estaba ilustrando cómo el sistema de justicia penal estadounidense trata a las personas en este rango de edad y habla de la necesidad de empatía hacia aquellos jóvenes que tomaron malas decisiones, pero luego son procesados ​​como adultos en un momento de sus vidas en el que lo que necesitan es apoyo y orientación.

Aun con el asunto aclarado y la imagen de la candidata recuperada, el traspié les dejó una lección: hablar negativamente de los jóvenes le habría costado a Biden poner en riesgo más de 40 millones de votos y perder la confianza de este grupo etario. Pero más allá de la anécdota, la realidad es que las y los jóvenes cargan con etiquetas no solo en Estados Unidos. Rebeldes. Arriesgados. Inconsecuentes. Desprolijos. ¿Le suena alguna?

Al mirar las cifras recién entregadas sobre la 12° Encuesta sobre Participación, Jóvenes y Consumo de Medios (Feedback/UDP, 2020) las cifras dicen otra cosa. Aparecen tendencias que ya conocemos o intuimos: la poca confianza de las personas jóvenes en los medios de comunicación, en las autoridades, en la Iglesia. Incluso cayó su confianza en las redes sociales (de 52% en 2019 a 32%), aunque se incrementó su uso. Pero ya lo habíamos visto en el sondeo del año pasado, “Salud mental y Covid-19” (INJUV-DESUC): la mayoría de los jóvenes dicen tener esperanza en un mejor futuro económico. Este estudio lo reafirma: los casos encuestados revelan que, pese a las dificultades que enfrentaron en muchos ámbitos durante el año pasado, sobre todo aquellos que pertenecen a los grupos más vulnerables, la mayoría se plantea un futuro optimista en variados aspectos de su vida. Junto con eso -atención a quienes ven a las juventudes como grupos desinteresados en la participación ciudadana-, la mayoría afirma que le interesa el proceso constituyente. Una cifra que bordea el 75% en todos los GSE declara haber votado el 25 de octubre, y también dice tener mucha confianza en que la Convención Constituyente abordará los temas más urgentes para el país. Además, una amplia mayoría asegura que va a participar en las elecciones del 11 de abril para elegir a los miembros de esta convención.

Las y los jóvenes hoy no se sienten representados por las estructuras e instituciones tradicionales, pero quieren hacer un aporte real y tienen la certeza de que a través del voto se pueden lograr cambios importantes para Chile. Encasillar y etiquetar a las juventudes no representa ningún aporte en este escenario. Lo que hoy se necesita es involucrarse con ellas, reconocer su diversidad, conocer sus ideales y darles espacios de expresión y participación. Hagámoslo hoy, antes de que las y los jóvenes de este país decidan dejar de creer en un futuro mejor.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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