Publicidad
En defensa de Bitcoin Opinión

En defensa de Bitcoin

Pedro Solimano
Por : Pedro Solimano Cientista político, autor y fundador del boletín La Cadena, dedicado a la investigación y análisis de educación financiera. @pedrodelacadena
Ver Más


A raíz del artículo escrito por el expresidente del Banco Central de Chile, José De Gregorio y citado por El Mostrador, la discusión no estaría completa sin una refutación de quienes nos adherimos a Bitcoin y la revolución tecnológica del dinero. Sin ánimo de polemizar, sino buscando aportar a la discusión, quiero aclarar algunos puntos del mencionado artículo que son objetables.

Yo descubrí Bitcoin hace casi cuatro años y me enamoré de su arquitectura tecnológica e implicancias sociopolíticas. No tengo ningún vínculo comercial ni tampoco especulo con Bitcoin.

Es importante hacer la distinción entre Bitcoin y criptomonedas. Aunque el género se hace llamar criptomonedas, Bitcoin tiene características únicas y se separa del resto del mercado por funcionalidades propias de su protocolo. Usar ambos términos de forma indistinguible no es correcto. Por motivos de claridad, solamente me referiré a Bitcoin.

Los críticos y escépticos de Bitcoin generalmente padecen de lo que llamamos privilegio financiero. Viven en países con gobiernos aparentemente democráticos, en que hay derechos de propiedad, un sistema legal que funciona—al menos para algunos—, libertad de expresión y una moneda que se considera relativamente estable (no lo son tanto). Lamentablemente, esta es la minoría de la población mundial. Hoy, de acuerdo a la Human Rights Foundation, existen alrededor de 4,3 mil millones de personas en el mundo que viven bajo tiranías o gobiernos autoritarios. Más de mil millones de personas viven en países con inflaciones de dos o tres dígitos y más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a instrumentos financieros tan básicos como una cuenta bancaria. Bitcoin otorga una salida a varios de estos problemas.

Bitcoin permite que cualquier persona en cualquier lugar del mundo con una conexión al internet pueda entrar a participar en una red monetaria descentralizada con reglas claras y justas para todos. Bitcoin no es controlado por nadie y su red usa técnicas de criptografía—rama de la matemática que usa códigos computacionales para mantener protegidos los datos que se transmiten por el internet. Su libro de cuentas (llamado blockchain, donde se registran todas las transacciones de la red) es inmutable y de conocimiento público. La red no censura ni discrimina y permite que personas guarden valor en una moneda escasa y difícil de confiscar. Es la última evolución natural del dinero.

Quiero partir con lo que De Gregorio denomina “dinero” y las tres funciones que este debe cumplir. Estas funciones son: unidad de cuentas, medio de intercambio y reserva de valor. Cabe recordar que Bitcoin lleva recién doce años de vida, y como tal, es de esperar que aún no alcance una madurez en esas tres propiedades. Incluso el oro, un tipo de dinero de hace milenios no cumple con las tres propiedades a cabalidad.

El marco de las críticas se hace en torno a la volatilidad de Bitcoin frente a su precio en monedas nacionales. La volatilidad con respecto a precios es una muestra de incertidumbre e inmadurez del mercado. Sin embargo, sería muy extraño que no existiera volatilidad de precios en un activo que es nuevo, pero que tiene un amplio potencial. Cabe recordar, que Bitcoin nació a principios del 2009, y es esperable que a los doce años siga sufriendo turbulencias. Hay otra forma de pensarlo: La actual volatilidad se da porque la base de usuarios que lo adoptan aún es muy pequeña y por tanto los shock de demanda son relativamente grandes. En el futuro, en cuanto haya una mayor base de usuarios, nuevos integrantes al mercado pesarán menos y no podrán mover los precios de gran manera.

El primer punto que hace el ex presidente del Banco Central sobre que Bitcoin no es un dinero porque en solo doce años de existencia aún no se ha consolidado como unidad de cuentas y medio de pago me parece un poco cortoplacista. Vale la pena constatar, que muchas monedas emitidas por los bancos centrales —calificadas como dinero por académicos convencionales alrededor del mundo—también sufren de enormes volatilidades en sus precios. La diferencia con Bitcoin es que estas monedas fiduciarias siempre disminuyen en valor por la inflación. Esto no excluye al peso Chileno que pierde, al menos, un tercio de su valor en poder de compra cada diez años a las tasas de inflación sobre el 3 por ciento que nuestras autoridades monetarias consideran como “adecuadas”.

Vale la pena explicar que las monedas nacionales que hoy circulan por la economía se denominan monedas fiduciarias, o fiat. Esta palabra proviene del latín y significa “por decreto”. El peso chileno, dólar estadounidense y todas las demás emitidas por entidades centralizadas se denominan monedas fiduciarias. Su único respaldo es en las instituciones que las emiten. Este modelo recién lleva cincuenta años en existencia, desde 1971 y la eliminación de la libre convertibilidad del oro por el dólar estadounidense.

Por otra parte, Bitcoin, al contrario de los dineros fiduciarios de los bancos centrales, es extremadamente estable en su “política monetaria” con una regla de expansión conocida y con un límite máximo de oferta de 21 millones de unidades. Cada diez minutos se agrega un nuevo bloque a la cadena—con las nuevas transacciones—y se premia al minero con bitcoin por ese bloque. Esto ocurre de acuerdo a un código inmutable y extremadamente constante. La volatilidad de su emisión monetaria es inexistente.

El segundo punto hace mención al medio de intercambio. Sin embargo, en un juego de palabras, De Gregorio lo ata al punto anterior y elimina (artificialmente) su función de medio de pago en base a su mala unidad de cuentas. Pero, la realidad es que Bitcoin se usa alrededor del mundo para comprar y vender todo tipo de bienes y servicios. Este es un dinero nativo al internet, haciendo muy fácil su uso en el mundo digital y que puede servir nuestra vida hiper digitalizada de mucho mejor forma que el modelo actual.

La tercera función y para muchos la más importante es la reserva de valor. Un dinero confiable debe ser un depósito que mantiene su valor en el tiempo (¿lo hace el peso chileno?) . El dinero fiduciario no mantiene un valor real estable dado que hay inflación. Si comparamos con una escala de tiempo de años, vemos que Bitcoin no sólo ha guardado valor sino ha aumentado su valor, mientras que el peso o el dólar pierde poder de compra todos los días, meses y años.

El autor también toca el tema de la rapidez de las transacciones y en una comparación de peras con gatos hace el nexo de Bitcoin con Visa y Mastercard. Estos son sistemas de pagos, que funcionan en base a las monedas fiduciarias. Bitcoin no viene a competir con ellas sino con el dólar y el peso. Cada transacción de Bitcoin es hecha de persona a persona, sin intermediarios—como lo es Visa—y usando un libro de cuentas descentralizados y seguro.

Este punto va acompañado de la crítica de que Bitcoin “es muy lento”. El tiempo de confirmación de transacciones es una característica de seguridad y no un problema, como lo hacen parecer algunos. Sirve para mantener la inmutabilidad y robustez de la red. Además, hoy existen tecnologías que funcionan por sobre Bitcoin que aumentan notablemente la velocidad, en particular la Lightning Network. Esta capa de segundo nivel permite transacciones inmediatas, a un costo cerca de cero y muy privadas. Usando la comparación con Visa, este sistema es magnitudes más eficiente, dejando sin valor tanto la comparación como la necesidad de estos sistemas. El hecho que aún no sea muy utilizado—citando cifras de Abril, ya desajustadas de por sí—es un tema de tiempo. La decisión de El Salvador de nombrar Bitcoin como dinero legal, por ejemplo, ha aumentado exponencialmente el uso de Lightning para pagos diarios.

Existe un temor generalizado, no respaldado por la evidencia,  entre ciertos observadores de que Bitcoin es tierra fértil para delincuentes y criminales. Esto no puede ser más alejado de la verdad. Es importante recordar que el libro de cuentas de Bitcoin—la blockchain—es pseudo anónimo. Esto quiere decir, que a pesar de que a primera vista no se puede saber la identidad de las personas transando, existen distintos mecanismos para poder llegar a conocer esta información. Incluso, hoy existen varias empresas dedicadas a este fin, todas trabajando con gobiernos y agencias de seguridad.

Estas empresas han sacado múltiples estudios, el último realizado en 2021. En el muestran una disminución en la cantidad de transacciones ilegales usando Bitcoin. Pasó de 2,1% a 0,34% en los últimos dos años. Esto da cuenta de que las actividades ilegales relacionado a las criptomonedas está disminuyendo, estas actividades siguen siendo un porcentaje pequeño del total de actividad económica, y que ese porcentaje es considerablemente menor al volumen de fondos ilícitos que se mueven en mercados tradicionales usando dólares o euros.

Es importante recordar que criminales son criminales por las actividades que realizan y no por el medio que usan. En ese sentido habría que prohibir el internet, los automóviles, aviones y un sinfín de otras herramientas que delincuentes usan a diario para sus actividades ilícitas.

El autor dedica una importante sección de su artículo a las divisas digitales que emitirían en un futuro cercano los Bancos Centrales (CBDCs por sus siglas en inglés). Es entendible, dado su pasado como banquero central que esté a favor de esta supuesta “innovación tecnológica” que más parece a “innovación monopólica”. Sin embargo, el foco nuevamente parece estar equivocado. Si el sistema monetario actual sigue excluyendo a miles de millones de personas alrededor del mundo, ¿qué nos hace pensar que mayor control digital sobre el dinero y las finanzas por los bancos centrales van a arreglar ese problema? El sistema está diseñado de esta forma, y esto se puede prestar para un mundo extremadamente vigilado y peligroso.

Quiero citar las palabras de Agustín Carstens, el poderoso gerente general del Banco de Pagos Internacionales, localizado en Suiza, que es una especie de banco central de los bancos centrales. En una entrevista reciente, dice Carstens: “con las CBDCs, bancos centrales tendrán el control absoluto de las reglas y regulaciones que determinarán el uso de ese dinero y además tendremos la tecnología para aplicar ese control”. Parece un comentario distópico, pero esta declaración revela las conversaciones que ocurren a puertas cerradas entre quienes manejan el monopolio de la creación del dinero en el mundo, que parece inquietarles que surja una moneda que ellos no controlan y por lo tanto que los puede llevar a perder poder, más que la inclusión financiera que tanto predican.

Hoy la prioridad debe ser la inclusión financiera y el desarrollo económico para la población mundial, pero me parece curioso que esa motivación vaya a nacer mágicamente con una nueva innovación tecnológica por parte de quienes crearon y mantienen un sistema exclusivo y excluyente. ¿Es plausible pensar que el 1% más rico de la población, muy cercanos a la banca central, van a crear sistemas financieros incluyentes que ahora beneficien al 99% restante?

Adicionalmente, las divisas digitales que quieren crear los bancos centrales traerán, inevitablemente, un efecto muy nocivo que no menciona De Gregorio ni ninguno de los proponentes de los CBDCs: que el monopolio del dinero digital sirva como un sistema de control a la población. Porque un dinero centralmente coordinado es también materia fértil para controlarlo, censurarlo y negar su uso a quienes puedan caer en desgracia con los gobiernos de turno o con las autoridades monetarias (personajes que, por lo demás, no son elegidos democráticamente).

Bitcoin es la última evolución del dinero. Su valor nace de un código computacional fuera de cualquier control de gobiernos, banco central o banco privado. Permitió, por primera vez en la historia, confiar en redes y no necesitar confiar en una autoridad central o en intermediarios financieros. Viene resguardado por una política monetaria programada y por reglas predecibles e inmutables, iguales para todos. Es una red de valor voluntaria, donde sus usuarios deciden libremente si usarlo, a diferencia de las monedas coercitivas de bancos centrales.

Para terminar, no es justo hacer la afirmación que porque en doce años Bitcoin aún no cumple con las tres funciones del dinero ha fracasado. Con el pasar de los años hemos visto precisamente lo contrario. Bitcoin es la aplicación del internet al dinero. Redes de comunicación abiertas y no-jerárquicas. Permite el libre flujo de valor y la libre asociación de confianza. Bitcoin es el dinero humanístico que el mundo necesita.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias