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Antivacunas Opinión

Antivacunas


Hace algunos días cientos de chilenos se manifestaron en la Alameda en contra de las medidas sanitarias instauradas por el Gobierno para combatir la pandemia. Sin mascarillas y al son de ‘No al pase de movilidad, por ti, por mí, por la humanidad’, los asistentes desfilaron con pancartas en contra de la ONU y lo que han denominado ‘globalismo’.

La evidencia científica a favor de la inoculación es tan contundente que vuelve inevitable preguntarse a qué se debe una manifestación como la ocurrida la semana pasada, pues se trata de chilenos que están en contra de una cuestión en la que hay un amplísimo consenso.

Si bien las motivaciones deben ser varias, al averiguar en las redes sociales qué tipo de argumentos utilizan quienes se encuentran en contra de la inoculación, se pueden identificar al menos tres.

En primer lugar, los antivacuna suelen desconfiar de las instituciones establecidas; siempre verán en las políticas promovidas por la autoridad una doble intención. El Gobierno no busca salvar vidas –dirán– sino llenarse los bolsillos o beneficiar a tal o cual amigo. Obviamente, este tipo de juicios se hace a partir de un sinnúmero de suposiciones que no tienen sustento alguno. Lo más curioso de esto es que atribuyen una notable capacidad para conspirar a las autoridades, como si el actual Gobierno tuviera la fuerza y la destreza para elaborar un plan de tales magnitudes sin que se les salga de control.

Por otro lado, los antivacuna acostumbran a elegir con pinzas a una autoridad cuyo relato calce con sus creencias. No importa lo que diga la mayoría de los especialistas; si unos cuantos dicen lo que quieren oír, lo elevan a la categoría de Dios. En buena parte de los casos, incluso, ni siquiera es necesario que alguna de las autoridades en el tema ponga en cuestión la eficacia de las vacunas, sino que basta con que haga una mínima observación a alguna parte del proceso para que los antivacuna recojan su argumento y lo extremen o tergiversen para hacerlo calzar con su discurso.

Por último, los antivacunas, al no lograr convencer a su interlocutor (afortunadamente), recurren al más básico de los recursos. Argumentan estar mejor informados y ponen en duda las fuentes de quien los oye. Una demostración de desesperación.

Si bien es cierto que incluso este tipo de manifestaciones debe poder expresarse, es fundamental que, una vez que la pandemia acabe, los gremios médicos, los gobiernos y las instituciones ligadas a la ciencia sigan difundiendo la importancia de los métodos médicos tradicionales y cuestionando profundamente a quienes promueven lo contrario. La pandemia llegó en un momento en que la ciencia cuenta con un amplio respaldo, pero no sabemos qué tipo de creencias van a haber surgido para cuando aceche la próxima.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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