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El trabajo y la segunda vuelta presidencial: hundirse o salir de la zanja Opinión

El trabajo y la segunda vuelta presidencial: hundirse o salir de la zanja


Poco y nada se ha hablado sobre trabajo durante esta segunda vuelta presidencial. La prensa pregunta sobre migración, cambio climático, economía, pymes, pensiones, pero no sobre trabajo; algo bastante extraño para un país en que la mitad de las y los trabajadores ganan menos de $420.000, con niveles de endeudamiento que el 2020 alcanzaron índices sobre el 75% de los ingresos disponibles de las familias chilenas y sobre el 50% en la actualidad y con el desempleo ubicado en un 8,1% durante el último trimestre.

El estallido social, la revuelta del 18 de octubre de 2019, y luego la pandemia junto a sus consecuencias cargadas, por cierto, en los hombros de las y los trabajadores, evidencian claramente que el sistema de relaciones laborales chileno no cumple su tarea más básica y elemental: la de brindar protección a quienes trabajan. Para qué hablar de otros fines más elevados como redistribuir poder y riqueza al interior de la relación laboral y en la democracia misma, elementos comunes en otras democracias, pero desconocidas y negadas por nuestra normativa laboral. La realidad es que nuestro sistema laboral está diseñado con un objetivo bastante más pueril: garantizar mano de obra barata en el mercado de trabajo.

¿Qué dicen los programas presidenciales sobre esta realidad? El programa de Kast, el mismo que dijo que pondría al creador del plan laboral José Piñera como su ministro de Hacienda, no sólo perpetúa la lógica de nuestro sistema, sino peor aún, y aun cuando pareciera imposible en un panorama ya desolador en cuanto a derechos laborales como el chileno, pretende precarizar aún más las condiciones laborales de las y los trabajadores, poniendo su foco mercantilista en quien da trabajo y no en quien trabaja.

Así, por ejemplo, en términos de jornada el candidato republicano plantea consagrar el trabajo libre de jornada y el trabajo por horas, eliminando la conquista básica de las 8 horas de trabajo que conmemoramos cada 1° de mayo. Ello en realidad es sólo una muestra de un eje que atraviesa todo el programa de Kast; su enfoque único respecto del “mercado del trabajo”; entendiendo al trabajo como un medio, una herramienta para el fortalecimiento de la productividad y economía nacional, que pone en el centro de atención a quienes emplean y no a quienes permiten el desarrollo de las distintas actividades productivas con su trabajo, a las y los trabajadores. Nos encontramos con un programa que solo pone énfasis en la reactivación del empleo y en la generación de incentivos suficientes para ello, pero que es totalmente omisivo en lo que a calidad de empleo y dignidad en el trabajo se refiere, olvidando una vez más al trabajador como persona merecedora de desarrollo pleno.

El programa de Boric, sin ser un programa ideal en términos del trabajo, avanza en una cuestión central: asumir al trabajo como base y fundamento de una sociedad digna. Y más importante aún, comprender que avanzar en ello pasa fundamentalmente por garantizar los derechos tanto individuales como colectivos de las y los trabajadores en un nuevo modelo de relaciones laborales. La experiencia internacional demuestra que en países donde la negociación colectiva y la huelga se encuentran consagrados de manera robusta, existe menos desigualdad.

A este programa se suma el aumento del ingreso mínimo, una reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, el fortalecimiento en la protección de los derechos fundamentales, la revisión de nuestro sistema de despido y una serie de medidas que se encuentran, además, inmersas en una perspectiva de género haciéndose cargo de la discriminación sistemática e histórica a las mujeres al interior del trabajo productivo, avanzando a su vez en hacerse cargo de ello en lo referente al trabajo reproductivo y de cuidados.

Chile es, en lo que se refiere a trabajo, un país extremo, donde las y los trabajadores trabajan muchas horas, en malas condiciones, por poco dinero, con altos índices de endeudamiento, y con poco poder al interior de la relación laboral y en la democracia en general. Mientras el programa de Kast propone radicalizar aún más dicha situación, el programa de Boric se propone, avanzar en una dirección contraria, la dirección de la dignidad en el trabajo y del trabajo como base para una sociedad justa, inclusiva, respetuosa, menos desigual, donde las y los trabajadores ocupen un lugar de relevancia como actores en el debate democrático para ir recuperando aquello que llamamos dignidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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