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El último glaciar Opinión

El último glaciar

Victoria Uranga Harboe
Por : Victoria Uranga Harboe Presidenta de la Corporación Defensa de la Cuenca del Mapocho
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Este título es una pesadilla que espero nunca sea realidad. Crecí escuchando hablar de nieves eternas y hielos perennes, pero eso ya no existe. Los glaciares están “muriendo” aceleradamente.  Pese a nuestro pequeño tiempo humano, podemos ver que su majestuosidad se desvanece frente a nuestros ojos. Su muerte es símbolo de la destrucción que causa el cambio climático y la depredadora acción humana. 

Ya comenzaron los funerales y son duelos públicos para intentar aumentar la conciencia de que una parte clave del planeta está desapareciendo. El primer funeral fue el 2019 en Islandia. «Ok, es el primer glaciar islandés en perder su condición. En los próximos 200 años se espera que todos nuestros glaciares sigan el mismo camino. Este monumento sirve para reconocer que sabemos lo que está pasando y lo que es necesario hacer. Solo ustedes sabrán si lo hicimos», dice la placa que instalaron el día de su funeral. El 2020 fue el funeral del glaciar Clark, en Oregon, Estados Unidos. En la ocasión, le agradecieron por los siglos en que les entregó agua para beber, regó sus cultivos, y por su esencial papel en la reducción de incendios forestales.

Quienes miran con distancia creerán que son solo masas de hielo, recursos para ser explotados. Tal vez hablen de que su tamaño no aumenta, que no se desplaza o que solo quedan unos pocos pedazos de hielo cerca de sus cumbres. Sin embargo, para las comunidades que los quieren, son vientres de agua, sistemas dinámicos que sustentan la vida. 

Chile posee el lujo de tener glaciares en todas sus regiones, concentramos más del 80% de toda la masa glacial de toda Sudamérica. No por casualidad, la Coordinación de Territorios por la Defensa de los Glaciares propone que nos reconozcamos como país glaciar, no país minero. Este enfoque transformaría de un zarpazo nuestro modelo de exportación de materias primas.

El estado crítico de los glaciares se explica por las pocas precipitaciones, la acumulación de carbono, el aumento de las temperaturas y, especialmente, por la ambición minera. Remoción de glaciares con explosivos, creación de depósitos con desechos sobre los glaciares y la construcción de caminos e infraestructura encima de glaciares son prácticas habituales de las mineras (Brenning y Azócar, 2010). 

Dependemos de los glaciares, del ambiente periglacial y del permafrost, su desprotección nos deja cada vez más vulnerables. Sin embargo, aunque hace más de 15 años que se discuten proyectos de ley para intentar protegerlos, no hay acuerdo en el Congreso: el lobby minero se filtra por todas las esquinas.

No es tiempo de llorar la muerte de los glaciares y sus ecosistemas porque todavía podemos defenderlos. Espero que el glaciar El Plomo, la montaña mágica del valle central, nos ayude a encontrar el camino, que escuchemos los mensajes que traen los pumas que bajan a la precordillera y que el palpitar de los glaciares se sienta con fuerza desde las altas cumbres hasta su llegada al mar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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