
Incluir la diversidad o excluir a las diferencias
Las creencias sociales que ponen de manifiesto la inclusión de la diversidad social en todas sus formas y expresiones, han gozado de amplia aceptación pública en las últimas décadas, muy probablemente porque representan apertura, tolerancia y en cierto modo prestigio social, así no se rema contra la corriente en una temática socialmente avalada y reconocida en numerosas normativas nacionales e internacionales.
En este punto resulta curioso destacar que la simpatía social por la diversidad se ha constituido a partir de concebir a los otros bajo un sistema de clasificación de sus diferencias, clasificación que en sí misma acentúa las particularidades entre los denominados y autodenominados diversos.
En torno a estas observaciones cabría apuntar de manera central que es necesario conocer las barreras sociales a las que se enfrentan las personas denominadas o autodenominadas diversas, y qué servicios públicos y privados se les deben brindar.
Luego de breves reflexiones la respuesta pareciera ser que diversos somos todos. Al respecto, cabe preguntarse: ¿Es posible que al querer incluir a la diversidad a través de clasificaciones sociales acentuamos su exclusión y, más aún, olvidamos dentro de esa gran diversidad humana las necesidades particulares que cada portador de diversidad requiere para lograr su inclusión?
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