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El mito de Sísifo o ¿por qué ocurren grandes incendios forestales todos los años en Chile? Opinión

El mito de Sísifo o ¿por qué ocurren grandes incendios forestales todos los años en Chile?

Ramiro O. Bustamante
Por : Ramiro O. Bustamante Investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académico de la Universidad de Chile.
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En el corto plazo, debemos alejar las zonas pobladas de las plantaciones y bosques nativos y castigar con penas drásticas a quienes provoquen incendios. No es algo fácil de hacer, pero se puede. Deberemos hacer un ordenamiento territorial a fin de limitar la expansión urbana y sacar los asentamientos que existen dentro o cerca de las plantaciones y vegetación nativa. Esta solución es posible, pero requiere voluntad política; será necesario tener la capacidad de resistir las presiones de las inmobiliarias para construir más allá de las ciudades, y entender finalmente que somos los seres humanos los responsables de estas tragedias y que depende de nosotros acabar con ellas. Si esto no se toma seriamente, estaremos condenados, como Sísifo, a que esta tragedia se repita indefinidamente todos los veranos, con pérdidas de vidas, de biodiversidad y también pérdidas económicas, tanto para las personas como las empresas.


Estamos todos muy alarmados por la seguidilla de incendios forestales que están ocurriendo en la zona centro-sur de Chile, los que han afectado zonas urbanas, rurales y también han terminado con la vida de más de treinta personas. Las miles de hectáreas de plantaciones forestales, agrícolas e incluso los remanentes de bosque nativo que aún persistían, se están quemando, generando impactos ambientales, sociales y económicos que aún son difíciles de estimar. Dichos impactos, abren grandes preguntas que exigen ser respondidas ¿Cuáles son las causas de estos incendios? ¿Tenemos la capacidad técnica y humana para lidiar con desastres como éste? ¿Podemos anticipar su ocurrencia? ¿Qué responsabilidad les cabe a los gobiernos de turno en el manejo de los incendios forestales? Desde mi formación como ecólogo, quisiera hacer algunas reflexiones que podrían ayudar a contestar estas preguntas.

Es un hecho que los incendios ocurren todos los veranos. Esto lleva a muchas personas a pensar que no tenemos más que resignarnos y esperar a que ojalá no ocurran cerca de nuestros hogares. Por lo tanto, le exigimos al gobierno de turno que se arme con los mejores métodos y recursos para los incendios que vienen.

No debemos resignarnos; existen las capacidades científicas y técnicas para disminuir el riesgo de estos megaincendios. Pero para cambiar esta fatalidad recurrente, debemos primero entender sus causas, para enfrentar el problema profundamente. Me referiré a tres factores complementarios importantes: plantaciones forestales altamente combustibles, expansión urbana y cambio climático.

Desde la década de los setenta, Chile se ha convertido en uno de los grandes productores de madera a nivel mundial. Debido a subsidios (DL 701) que el Estado otorgaba para quienes plantaran especies arbóreas exóticas (por ejemplo, pino y eucalipto), la zona central de Chile posee actualmente más de 3 millones de hectáreas casi continuas plantadas con estos árboles. Si a esto agregamos que pinos y eucaliptus poseen resinas y sustancias altamente inflamables, tenemos un excelente combustible distribuido a lo largo de todo Chile Central.

Complementariamente, uno de los grandes problemas de las ciudades actuales, es la expansión urbana sin un ordenamiento territorial y planificación integral; la concentración de personas que llegan del campo a las ciudades, fuerza la ocupación de zonas periurbanas para la construcción de casas; los sectores más acomodados de nuestra sociedad también presionan para la construcción de casas y mansiones en medio de los pocos ecosistemas naturales que aún persisten. Con la expansión de las zonas urbanas, la probabilidad de incendios forestales incrementa, dado que aumentan las fuentes de ignición cerca o dentro de las plantaciones: quemas descontroladas, cigarrillos mal apagados, o quema intencional de vegetación.      

Finalmente, frente al cambio climático que está llegando, se predicen eventos climáticos extremos; en los veranos, las temperaturas que ya estamos observando son extremadamente elevadas, y por ende los veranos son extremadamente cálidos y secos. La madera seca se quema más fácilmente que la madera húmeda.

Para que se produzca la combustión se necesita de combustible, un ambiente particularmente seco y una fuente de ignición. Durante los veranos estos tres factores están presentes. Tenemos así las condiciones para “la tormenta perfecta”. Seguimos casi exactamente la regla de los ingenieros forestales para que ocurra un incendio, o sea 30° de temperatura (o más), 30% humedad ambiental (o menos); si a eso le agregamos vientos de 30 km/hr (o más), no es extraño entonces que, pese a todos los esfuerzos que hagan las autoridades, en términos de recursos humanos y materiales, los incendios descontrolados van a seguir ocurriendo.   

¿Qué podemos hacer entonces? A continuación indico algunas de las sugerencias que ya han sido propuestas por la comunidad científica:

(a) Si bien, en el corto plazo no podemos reducir la cantidad de combustible existente en las plantaciones, en el mediano plazo podemos reemplazar las plantaciones forestales afectadas por los incendios actuales por matrices mixtas de bosque nativo y plantaciones, haciendo que esta actividad productiva sea más sustentable;

(b) Mientras tanto, debemos iniciar planes de restauración masiva de la vegetación natural afectada por los incendios para recuperar la cubierta vegetal con especies de plantas nativas, menos combustibles.

(c) Aunque no podemos controlar el cambio climático global, podemos generar acciones que hagan de nuestros sistemas naturales ecosistemas resilientes, como por ejemplo, protegiendo los cursos de agua y los parches de bosque nativo existentes, para lo cual se hace necesario (1) promulgar la ley que prohíbe a las inmobiliarias construir en suelos afectados por incendios, (2) regular la subdivisión y parcelación de nuestros bosques y (3) desarrollar planes de ordenamiento territorial a largo plazo.

Finalmente, en el corto plazo, debemos alejar las zonas pobladas de las plantaciones y bosques nativos y castigar con penas drásticas a quienes provoquen incendios. No es algo fácil de hacer, pero se puede. Deberemos hacer un ordenamiento territorial a fin de limitar la expansión urbana y sacar los asentamientos que existen dentro o cerca de las plantaciones y vegetación nativa. Esta solución es posible, pero requiere voluntad política; será necesario tener la capacidad de resistir las presiones de las inmobiliarias para construir más allá de las ciudades, y entender finalmente que somos los seres humanos los responsables de estas tragedias y que depende de nosotros acabar con ellas. Si esto no se toma seriamente, estaremos condenados, como Sísifo, a que esta tragedia se repita indefinidamente todos los veranos, con pérdidas de vidas, de biodiversidad y también pérdidas económicas, tanto para las personas como las empresas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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