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El pacifismo: un discurso ausente, en pleno siglo XXI Opinión

El pacifismo: un discurso ausente, en pleno siglo XXI

Bernardo Subercaseaux
Por : Bernardo Subercaseaux Profesor Titular U. de Chile.
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Cuando se cumple un año de la guerra, lo más grave  y sorprendente es la ausencia de un quinto discurso, un discurso ausente que prácticamente no está ni en la ciudadanía ni en los medios, ni en los Estados. Me refiero a la postura de un Pacifismo Radical, a un gran movimiento social de No a la guerra en términos absolutos, no solo a esta sino a la de Yemen, a la de Irak, a la de Afganistán, a la de Siria, un No a la Guerra donde sea que esta se presente. También sabemos que el conflicto actual tiene una sombra, las estadísticas del 2021 revelan que ese año, o sea un año antes de que empezara el conflicto, se batió el récord de producción y gasto en armas en la historia de la humanidad.


El 24 de febrero se cumple un año de la invasión de Rusia a Ucrania, que comenzó bajo la etiqueta de una “operación militar especial”, la que se revelo como un eufemismo para una guerra en forma y con aires de matonaje. No se vislumbra hasta ahora signos de que esta concluya, todo lo contrario, parece aumentar, los muertos y desastres de todo orden suman y siguen y se corre el peligro del uso de armas cada vez más sofisticadas. Tanto Europa como Estados Unidos y Latinoamérica se han visto afectados en diversos planos por este conflicto.

Desde que empezó circulan en los medios cuatro discursos con sus respectivas fundamentaciones y puntos de vista:

1. El discurso de Putin y la Federación Rusa, que justifica la invasión como una defensa, argumentando que Ucrania con la OTAN eran, para Rusia,  una amenaza, se refiere a los acuerdos de Minsk del 2015 sobre la zona del Dombás y el Este de Ucrania, habitada mayoritariamente por rusos, acuerdos que no fueron respetados. Sostiene que Crimea siempre ha sido rusa y que su anexión fue producto de un referéndum de los habitantes.

2. El discurso del presidente Zelensky de Ucrania, defiende una nación soberana y democrática que es invadida, lo que ha significado para ese país grandes pérdidas humanas y civiles. Un discurso que pide a Europa, a USA y a la OTAN una urgente ayuda en armas y también en recursos económicos. Un discurso que exige la salida de las tropas rusas de Ucrania y que reclama la devolución de la zona de Crimea.

3. El discurso, del gobierno de Estados Unidos, de la Comunidad Europea, de Inglaterra y de la OTAN condenando la invasión y apoyando a Ucrania, defendiendo la soberanía de un Estado y el respeto al derecho internacional. Un discurso que patrocina y conlleva una creciente ayuda en armas también en fondos al país invadido, y que promueve sanciones económicas cada vez más drásticas al país invasor.

4. El discurso de los internacionalistas, que ven en el conflicto una pugna por el poder entre el gobierno norteamericano y Rusia, y tras de sí a China. Asistimos -sostiene esta mirada- a una situación de disputa e incertidumbre en términos de hegemonía, un mundo que no acaba de terminar y otro que no termina de empezar. Se trata de la geopolítica del poder y de la pugna por un nuevo orden mundial, la guerra incluso puede ser —como lo ha sido en el pasado— una partera de una nueva etapa de la historia.

Cuando se cumple un año de la guerra, lo más grave  y sorprendente es la ausencia de un quinto discurso, un discurso ausente que prácticamente no está ni en la ciudadanía ni en los medios, ni en los Estados. Me refiero a la postura de un Pacifismo Radical, a un gran movimiento social de No a la guerra en términos absolutos, no solo a esta sino a la de Yemen, a la de Irak, a la de Afganistán, a la de Siria, un No a la Guerra donde sea que esta se presente. También sabemos que el conflicto actual tiene una sombra, las estadísticas del 2021 revelan que ese año, o sea un año antes de que empezara el conflicto, se batió el récord de producción y gasto en armas en la historia de la humanidad.

Produce extrañeza y asombro que el discurso del pacifismo radical este en pleno siglo XXI ausente. Aunque por solidaridad con el más débil e invadido se tienda a apoyar a Ucrania, implícitamente se está avalando la guerra como vía ante un conflicto. Hoy vivimos en medio de tres grandes movimientos sociales presentes en todo el mundo y, particularmente, en Occidente: me refiero al feminismo, al ambientalismo y al animalismo. En el imaginario femenino, la guerra sigue siendo un fenómeno cargado de masculinidad y de violencia, de símbolos negativos que el feminismo rechaza. Desde el punto de vista del medio ambiente y el cuidado del planeta, la guerra y el armamentismo son fenómenos contraproducentes. La contaminación y destrucción que acarrean es asunto ya documentado. Por último, el animalismo, y fenómenos como el veganismo, van acompañados de una filosofía animal desde la que se crítica la soberbia de la especie humana, esa que se expresa en sentirse dueños de la naturaleza y de todas las especies, en circunstancias que nuestra acción incide negativamente en el cambio climático y en el futuro del planeta.

Se trata de tres movimientos con gran presencia en la sociedad civil de aquí y de allá. Resulta inexplicable que no asuman una postura de pacifismo radical. Especialmente considerando el espectro de una tercera guerra mundial y del recurso a armas atómicas.  El No a la Guerra, el discurso del Pacifismo Radical debiera ser un discurso con presencia en los medios y un espacio de encuentro entre estos tres grandes movimientos. ¿A qué se debe que ello no haya ocurrido? ¿Cómo se explica que no se hayan movilizado en conjunto y de consuno? Sospecho que se debe a que cada uno de estos movimientos son autorreferentes y se empeñan y afanan casi exclusivamente en su propio campo de acción, pero son insensibles o no ven la totalidad, y no parecen estar dispuestos a unirse en una causa común como en un GRAN NO A LA GUERRA, causa que sin duda les incumbe.

La peor noticia para el futuro es que a un año de los inicios del conflicto el discurso pacifista prácticamente no existe.  A través de las imágenes somos coparticipes de la guerra y nuestra pasividad implica en pleno siglo XXI una degradación moral. Ya en el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam, reverenciado por la comunidad europea con las becas que llevan su nombre, en su Antipolemus o alegato de la razón, la religión y la humanidad contra la guerra, escribió que la guerra es un mal moral, “la paz más desventajosa —dice— es mejor que la guerra más justa”, “la guerra solo es buena para aquellos que no la han experimentado”. “Mientras la paz”, dice, “es a la vez la madre y la niñera de todo lo que es bueno para el hombre; la guerra, con un solo golpe repentino, aplasta, extingue, abole todo lo alegre, todo lo que es feliz y bello, y derrama un torrente completo de desastres sobre la vida de los mortales”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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