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Aspasia, la que enamoró a Sócrates y Pericles Opinión

Aspasia, la que enamoró a Sócrates y Pericles

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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Safo de Lesbos, la gran poetisa de hace 27 siglos, ícono de las lesbianas, fue la última que había hablado en nuestro Banquete del Amor con Mujeres Antiguas ¿Recuerdas? Apasionada hasta la médula, amante de hombres y mujeres. De una poesía exquisita. En su época fue considerada una poeta equivalente a Homero y declarada la décima musa por Platón. En mi banquete, Safo reclamó que le prestáramos tanta atención a su bisexualidad y lesbianismo, más que a su poesía. Eso dañó su obra, que fue destruida casi totalmente 16 siglos después por orden del Papa Gregorio VII, que se imaginó orgías lésbicas. -¿Por qué soy ícono del lesbianismo si en realidad soy bisexual y también me atraen los hombres? nos preguntó Safo. ¿Por qué Sócrates y otros grandes clásicos no son el ícono de los homosexuales si también eran bisexuales porque tenían esposa e hijos pero también al menos eran homoeróticos u homofílicos o se relacionaban homosexualmente con hombres jóvenes?  Entonces Aspasia no aguantó más, paró en seco a Aspasia y le dijo: ¡No te metas con Sócrates! 

En esta columna sabrás por qué. 

Antes nos había hablado sobre el Amor la gran Enheduanna de Mesopotamia, la primer poeta de la historia, sacerdotisa y princesa. Vino de hace 44 siglos.

En nuestro Banquete de Amor con Mujeres Antiguas le tocaba hablar a Aspasia de Mileto. Te confieso que, en mi opinión, Aspasia es la más importante de las cuatro mujeres gigantes que vinieron al banquete, aunque no es muy conocida. Es de mediados del siglo V a.C., o sea, de apenas 26 siglos atrás. ¡Aspasia es grandiosa! ¡Y nadie le tira pelota! ¿En qué estarán pensando las mujeres que no la suben a un pedestal? Mujer hábil, muy inteligente, profunda y audaz. Enseñó y enamoró a los hombres más importantes y brillantes de su tiempo. Las historias de amor de Aspasia impactaron en la historia. Fue muy influyente en la filosofía, la política y la oratoria. Todo esto en la época más gloriosa de la República de Atenas, el Siglo de Oro o el Siglo de Pericles. Y de Aspasia bebemos hasta hoy. ¡Ya verás! 

Para no perder un instante de la conversación durante el banquete, en vez de reponer en la mesa sólo una jarra de vino con frutas, traje bastante más en una enorme ponchera que apenas me podía, con un cucharón para servirse al antojo y con suficiente fruta. Rellené de aceite las antorchas del jardín y renové las velas en la mesa. En un instante, Enheduanna, la más antigua, alzó levemente su mano izquierda y todo se detuvo en silencio, como la otra vez. Apenas se oían los grillos del jardín y el ruido del agua que cae en la piscina desde el león de bronce, enverdecido con el cobre oxidado por el tiempo.  

Enheduanna dijo estar cansada y propuso darse un tiempo para estirar las piernas. Entonces, Safo, Aspasia y Diotima se quedaron de pie conversando junto a la mesa y Enheduanna caminó con pasos cortos y tiesos por el jardín hacia la piscina. Creí que le llamó la atención la luz que emergía desde del agua iluminando el jardín y quería saber cómo poner antorchas con fuego debajo del agua, para copiarlo en sus templos en Mesopotamia. Pensé ¿Y si se cae en la piscina y se ahoga? ¡Tiene 4.300 años! Los Acadios y Mesopotamia entera vendrán a rescatarla, arrasarán con mi casa y quizás me llevan capturado. O tal vez Enheduannha sólo tiene un apuro estomacal –cavilé – y se alejó del grupo para que sus incontenibles ventosidades intestinales pudieran salir sin que nadie lo notara, como lo haría cualquier mujer elegante como ella. Es antigua, pero muy delicada. ¿Y si son gases atrapados por 4.300 años? ¡cuánta densidad! En ese instante, Enheduanna se volteó de golpe hacia mí, me miró fijo con sus ojos pequeños, negros y penetrantes, como si me hipnotizara. Repentinamente hizo un  intenso y ruidoso zapateo sobre las piedras que bordean la piscina. Y tras ella vi que un soplo sutil, como un susurro, movía el follaje de los árboles y el agua en la piscina. Era como esas ventiscas sorpresivas cuando se aparece un espíritu o un dios. ¿No te ha pasado? Vi en Enheduanna una alegría y alivio placentero. Me sonrió con picardía en sus ojos. Con toda la dignidad de su metro y cuarenta centímetros de altura se me acercó confiada, se apoyó en mi brazo y me dijo: -¡Vamos niño, volvamos a la mesa!

Se sentó seria y dijo solemne que hablara Aspasia. Esta nos contó que nació en Mileto, en la costa oeste de lo que es hoy Turquía. Cerca de la isla de Lesbos. Mileto era una ciudad culta. Algunos sitúan allí el surgimiento de la filosofía griega, las matemáticas y la física más antigua en el siglo VI a.C, con Anaxágoras, Pitágoras y Tales de Mileto, entre otros. La educación de hombres y mujeres en Mileto era igualitaria y las mujeres bastante libres, a diferencia de las atenienses. Dijo que era de una familia aristocrática que se ocupó de educarla muy bien. Sus padres le dieron mucha libertad, independencia y progresismo. Y cuando tenía como 19 ó 20 años, a mediados del siglo V a.C, se embarcó en Mileto rumbo a Atenas, con una hermana y su cuñado. Aspasia quería irse a esa ciudad donde entonces todo estaba pasando, las papas quemaban, repleta de cultura, bullante de filosofía, arte, poesía, comedias y tragedias, política y debates. Llegó como una mujer libre, sin las obligaciones y ataduras de una ateniense. 

¿Y qué paso en Atenas con Aspasia? 

Formó una academia para mujeres. Además de ser una mujer brillante y culta, era muy buenamoza. Sobresalió y comenzó a tener poder informal en Atenas. Y como era de esperar, empezaron los cuentos de rigor para hundirla. Que ella era prostituta; que su “academia” era un burdel regentado por Aspasia; que daba educación a las hetarias, esas acompañantes finas, cultas y elegantes para griegos ricos que podían pagar intercambios más allá de la conversación. Una especie de geishas. Las hetarias tenían influencia en círculos de poder. Pero como dije respecto de Safo, estos chismes para bajarle el moño a Aspasia pueden ser o no ciertos, pero no tienen  importancia en lo medular de lo que ella pensó, hizo y nos legó. 

Aspasia era una oradora extraordinaria, experta en retórica, enseñó a dar discursos a  los más importantes políticos y filósofos de su época. A apoco de llegar a Atenas fue profesora de Sócrates, cuando ambos tenían cerca de 20 años. Le enseñó de muchas cosas, entre otras sobre retórica, a debatir y sobre el Amor. Y Sócrates se enamoró perdidamente de Aspasia ¡pero no consumó su amor! Y alguien le ganó el quién vive. Sócrates quedó enamorado de Aspasia y aparentemente la idealizó y recordó por toda su vida con una “inextinguible pasión” como dice un poema del siglo III a.C.

Testimonios de la época dicen que filósofos, políticos, artistas e intelectuales de Atenas iban a la casa de Aspasia a aprender de ella. Algunos iban con sus señoras para que se cultivaran. Quizás ellas iban a ver si la casa de Aspasia de verdad no era un burdel. O algunos maridos llevaban a sus señoras para que se convencieran que allí se enseñaba retórica y filosofía y los dejaran ir solos. Por muy patriarcal que fuera la cosa, algunas señoras han sido así desde que el mundo es mundo.  

¿Y sabes quién se quedó con Aspasia o, mejor dicho, con quién se quedó ella? El mismísimo Pericles, que gobernaba Atenas en gloria y majestad. ¡Imagínate!, ¡Pericles el Olímpico! le decían. Grandioso político, líder carismático, estratega, orador, jurista, culto, respetado por su moral, republicano. Expandió el Imperio, fomentó las artes y la literatura, construyó la Acrópolis, el Partenón y otras obras. Hizo que el teatro fuera gratis para todos los atenienses. Y podría seguir. Cuarenta años en el poder. ¡No! digo mal. ¡Cuarenta años con autoridad! Pericles se hacía obedecer por su autoridad más que por su poder.

Pericles se había separado de su mujer y cayó bajo el embrujo de Aspasia, a quien doblaba en edad.  Se hicieron amantes y ella se fue a vivir con él como si estuvieran casados. Pericles adoraba a Aspasia. Los testimonios dicen que era muy cariñoso con ella en público. Un beso y un abrazo en la entrada el mercado en las mañanas y otros en la tarde, algo muy raro en Grecia, casi “inmoral.”  En un momento 1500 atenienses enjuiciaron a Aspasia por corromper a los atenienses. Pericles era respetadísimo por su moral, su inteligencia y cultura, y aun así se puso a llorar en el juicio implorando que declararan inocente a Aspasia. Y así fue. Todo esto representó para Pericles enormes cuestionamientos por los atenienses, burlas en las comedias, etc. Para llegar a eso, pienso que Aspasia debió tener muchos encantos, además de su inteligencia y su belleza.

Muchos dicen que los discursos de Pericles los preparaba Aspasia, incluyendo el Discurso Fúnebre. Todo está en testimonios de historiadores de la época y en Diálogos de Platón. Ese famoso discurso hasta se lo han copiado Kennedy, Obama y otros. 

Pero aparte del glamour de Aspasia con Sócrates, un filósofo tan importante;  y con Pericles, un gobernante eximio, ¿Qué pensaba y enseñaba Aspasia realmente sobre el Amor?  Mejor te lo contaré en la próxima columna.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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