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El barrio del Presidente y el privilegio de seguridad ciudadana Opinión

El barrio del Presidente y el privilegio de seguridad ciudadana

Mauro Basaure
Por : Mauro Basaure Universidad Andrés Bello. Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social
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Cómo pueden estos vecinos entender que un contingente enorme de Carabineros, carros y autos policiales (nunca vistos en ese barrio) sirva a fines que no son otorgarles seguridad y protección. Que cuando llaman a Carabineros, estos no responden. Nadie duda que la seguridad del Presidente es importante, pero esa brecha extrema y demasiado patente de inseguridad resulta simplemente incomprensible e insultante. Mal que mal, el Primer Mandatario es un ciudadano igual que cualquier otro.


Buscando dar una señal de cercanía y de rechazo a privilegios, el Presidente Gabriel Boric decidió vivir en el Barrio Yungay en vez de en la parte más alta de la ciudad, como lo habían hecho sus antecesores. El Barrio recobró fama y brilló inmediatamente como el barrio presidencial.

A poco andar, sin embargo, ese mismo barrio, junto al Barrio Franklin, ha sido sindicado por los medios como el barrio en que más homicidios han tenido lugar. No es tan cierto, pues la mayoría de los asesinatos han sido cometidos en el Barrio Balmaceda, al norte del Barrio Yungay. Para los medios vende más, sin embargo, que sea el barrio del Presidente el afectado y así insisten en presentarlo. Pero, más allá de estas imprecisiones territoriales, es cierto que hechos de extrema violencia y homicidios ocurren semana a semana en el centro de Santiago y solo a unas cuantas cuadras de la casa presidencial.

Los vecinos del Barrio Yungay están molestos por el hecho de que los medios indiquen a su barrio como uno de los lugares más peligrosos, con todos los efectos negativos que ello trae consigo. Pero también están aterrados por que esos hechos de violencia ocurran solo a cuadras (cruzando calle San Pablo), y algunos también en el corazón del propio Barrio (dos solo en las últimas semanas).

Todo ello contrasta con lo que ocurre en las calles directamente aledañas a la casa presidencial, tal vez las cuadras más seguras de Chile y ello en el mismo Barrio. Decenas de policías custodian esas calles, que han visto desaparecer por completo no solo la delincuencia sino también las incivilidades. Un verdadero paraíso de seguridad y vida urbana civilizada.

El Barrio Yungay conoce muy bien las brechas sociales, pues conviven ahí personas de clase media alta e incluso alta, con personas en pobreza extrema, en su gran mayoría migrantes. Incluso en sus orígenes convivieron obreros y personas de clase media alta. Esa es una de sus características y rarezas de este barrio en una ciudad extremadamente segregada como Santiago.

Pero, hasta la llegada del Presidente Boric, no se conocía una brecha de seguridad ciudadana como la actual, en que unos viven aterrados por la delincuencia y otros, directamente al lado, en un oasis de seguridad y civilidad.

La señal de cercanía y de rechazo a los privilegios que quiso dar Boric se ha vuelto hoy paradójicamente lo contrario. Este fenómeno de la seguridad como privilegio es un efecto no advertido ni deseado de un esfuerzo bienintencionado por dar señales de que no hay privilegios para el Presidente (a lo Pepe Mujica).

Como en sociedades premodernas, los menesterosos (de seguridad en este caso) observan directamente los privilegios de una seguridad y protección extrema de la que disfrutan el Presidente y, por irradiación, sus vecinos más directos, pero que no alcanza para ellos. Claro, si Boric viviese en Las Condes no tendría lugar este fenómeno, pues todos esos vecinos vivirían el mismo nivel de inseguridad. El caso es que él vive ahí y la gente tiene en sus narices las diferencias.

Cómo pueden estos vecinos entender que un contingente enorme de Carabineros, carros y autos policiales (nunca vistos en ese barrio) sirva a fines que no son otorgarles seguridad y protección. Que cuando llaman a Carabineros, estos no responden. Nadie duda que la seguridad del Presidente es importante, pero esa brecha extrema y demasiado patente de inseguridad resulta simplemente incomprensible e insultante. Mal que mal, el Primer Mandatario es un ciudadano igual que cualquier otro.

Una situación así solo puede generar indignación, como lo muestra muchas veces la historia. Los vecinos del Barrio Yungay saben de luchas sociales, y cabe prever que una por la seguridad y protección está muy cerca de ocurrir en las ventanas de la casa presidencial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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