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El CAE y el financiamiento estudiantil Opinión

El CAE y el financiamiento estudiantil

François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Por experiencia, el CAE no es una buena idea. Podemos ver las dificultades políticas que esto causa en los Estados Unidos. El Reino Unido trató de arreglar el problema suavizando los términos de su CAE, pero a tal punto que equivale a una condonación. La razón es sencilla: mejor no comenzar la vida laboral cargado con deudas. Nadie sabe cómo será la economía mañana. ¿Podía prever el joven estudiante que, debido a la inflación, su préstamo (tipo de UF + 2%) le costaría algo así como 14 puntos de interés este año? ¿Conocía el valor de mercado de su educación mañana? ¿Conocía la calidad de la educación que le proporcionaría su universidad?


Al leer la columna de Ignacio Sánchez sobre el CAE y el proyecto de condonación general a sus deudores, viene a la mente la historia del caminante inglés que se encuentra completamente perdido en medio de Irlanda. Agotado, por fin se encuentra con un campesino y le pregunta: “¿Cómo puedo ir a Dublín?”. El campesino se lo pensó un buen rato y dijo: “Bueno, caballero, si quisiera ir a Dublín, no me iría de aquí”. Lo mismo ocurre con el CAE. Para salir de él, bueno, en verdad, hubiera sido mejor no entrar.

El CAE se creó bajo la Presidencia de Lagos, en un momento en que brillaba la ‘Opportunity Society’ de Tony Blair. Cualquier izquierda que quería ser moderna corría a Londres para comprar ideas directamente de la vitrina. Se creía haber encontrado la fórmula milagrosa que haría posible financiar la educación superior conciliando la justicia social y el incentivo individual.

Pero, por experiencia, el CAE no es una buena idea. Podemos ver las dificultades políticas que esto causa en los Estados Unidos. El Reino Unido trató de arreglar el problema suavizando los términos de su CAE, pero a tal punto que equivale a una condonación. La razón es sencilla: mejor no comenzar la vida laboral cargado con deudas. Nadie sabe cómo será la economía mañana. ¿Podía prever el joven estudiante que, debido a la inflación, su préstamo (tipo de UF + 2%) le costaría algo así como 14 puntos de interés este año? ¿Conocía el valor de mercado de su educación mañana? ¿Conocía la calidad de la educación que le proporcionaría su universidad? ¿Quería realmente continuar sus estudios? Ver aquí en El Mostrador un análisis más documentado.

En verdad, es preferible un sistema de becas y/o de gratuidad parcial de la educación superior. Pero la gratuidad tiene mala prensa, y esto con el mismo argumento que Ignacio Sánchez utiliza para criticar una condonación general: su regresividad. De hecho, los egresados tienen ingresos muy superiores a los que poseen solo educación secundaria. También, proceden proporcionalmente más de medios sociales privilegiados. Ambas medidas son por tanto “regresivas”, pesan sobre las categorías sociales a las que supuestamente deben ayudar.

Pero el argumento es una variante del infierno plagado de buenas intenciones que haría sonreír a Albert O. Hirschman, que analizó en detalle este tipo de retórica. Se trata de un malentendido sobre cómo funciona el pacto social. Sí, los egresados ganan mucho más dinero. Pero también pagarán o tendrán que pagar en el futuro muchos más impuestos que los no egresados. Y son estos impuestos los que financiarán el apoyo social al acceso a la enseñanza superior. Hay, pues, solidaridad entre generaciones, y también solidaridad entre ricos y pobres si el sistema fiscal es progresivo. Estas dos solidaridades benefician a todos, ya que un Chile mejor educado significa un Chile más próspero para todos, empresas más eficientes y, también, una sociedad más igualitaria porque es la escasez de empleados calificados lo que hace subir sus salarios en relación con los no calificados. Quienes esgrimen repetidamente el argumento de la regresividad, deberían en primer lugar cuestionar un sistema tributario que en Chile depende tanto del IVA (un impuesto profundamente regresivo) e insuficientemente de los impuestos a las rentas.

Ahora, ¿qué hacer con el CAE? ¿Cuál es el camino hacia Dublín? Las discusiones continúan en el Gobierno. Nos permitimos sugerir lo siguiente: en primer lugar, interrumpir el sistema de CAE y reforzar el de becas para las generaciones de estudiantes que vienen. Para evitar un costo presupuestario demasiado elevado de la condonación que debe ser amplia y general, explorar la solución de un cambio de las condiciones de los contratos CAE, un poco como hizo el Reino Unido ante el mismo problema: un plazo de reembolso más largo, una condicionalidad más fuerte y un tipo de interés del 1 al 2%, pero sin indexación a la UF. Esto último significaría una reducción gradual del peso real de la deuda para los endeudados. Para las finanzas públicas, el costo presupuestario de la indemnización a los bancos seguiría siendo importante, pero se repartiría en el tiempo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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