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The Whale: un Oscar ganado luego de bucear en el océano Opinión

The Whale: un Oscar ganado luego de bucear en el océano

Camila González Vera
Por : Camila González Vera Abogada, Universidad de Chile.
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Ya han pasado un par de semanas desde que se anunciaron los ganadores de las estatuillas de los premios Oscar, correspondientes a la nonagésima quinta versión de este certamen, en donde lograron importantes hitos, como por ejemplo, Michelle Yeoh como la primera mujer asiática nominada en la categoría de mejor actriz –premio, que por cierto, ganó frente a una magistral interpretación de Cate Blanchett, quien era la favorita de muchos–, la doble nominación de dos actrices de reparto de nacionalidad asiática, un hecho sin precedentes en este certamen. Por otro lado, Sin novedad en el frente se convierte en la primera cinta alemana en ser nominada a mejor película, no logrando ganar en esta categoría, pero sí consiguiendo obtener su merecido premio como mejor película de habla no inglesa, superando a nuestra hermana transandina en esta categoría. Y, por supuesto, el premio de Brendan Fraser, renaciendo como un ave fénix desde las cenizas, para lograr su primera nominación y premio por la academia con su magistral interpretación en la película The whale, de mano del director estadounidense Darren Aronofsky.

The whale ya llegó a las salas de cine chilenas. Ir a ver este filme es una experiencia abrumadora. Son dos horas en donde nos veremos inmersos en el claustrofóbico mundo de Charlie, un solitario profesor con obesidad mórbida y con problemas de movilidad, que se gana la vida realizando clases online. A lo largo de estas dos horas, veremos una historia de dolor, redención, amor, soledad y esperanza, que sin duda no nos podrá dejar indiferentes en sensaciones, sentimientos y emociones en nuestra butaca. Filmada en un mismo ambiente, con una paleta de colores lúgubre y desaturada, en una época probablemente invernal, nos trasladamos y centramos en la vida cotidiana de Charlie y sus relaciones humanas. Y, tal como lo logro Alfred Hitchcock con The rope en 1948, el hecho de estar en un mismo apartamento y no salir de él durante todo el filme, no logra ser impedimento alguno para lograr mantener la atención del espectador durante las casi dos horas de metraje. Quien haya tenido la fortuna de ver esta película, sabe que no se puede permanecer incólume ante tan magistral interpretación de Fraser, la que, indubitadamente, lo hace merecedor de la estatuilla en esta versión de los premios de la academia.

Frente a esta situación, ha surgido una ola de críticas frente a la decisión de la academia de dar por ganador a Fraser. En nuestro ámbito nacional, ha destacado la crítica emitida por Antonia Larraín, pero he de mencionar que no es la única que he leído en las redes sociales en relación con la actuación de Fraser. Resuena en redes sociales, incluso antes de que la señorita Larraín emitiese su comentario, una serie de críticas que apuntan a que Brendan no es obeso mórbido ni homosexual, por lo tanto, este premio carecería de sustancia y fondo, y su actuación no sería real, siendo una ofensa para algunos individuos que se consideran parte integrante de comunidades que se sienten representadas por el físico o preferencia sexual que manifiesta el personaje. Es decir, la tesis de esta crítica radica en que se debe vivir en carne propia la situación que interpreta el actor, a fin de poder representar a cabalidad los problemas de su situación de vida.

Bien es sabido que Fraser estuvo fuera de la pantalla grande por años, ya que sufrió diversos problemas físicos por los papeles que interpretó, junto a problemas de acoso por parte de un periodista. Luego de ser protagonista de filmes sumamente taquilleros, pasó a estar en segundo plano en series de televisión, no representando papeles protagónicos en muchos años, hasta el día de hoy. ¿Es acaso entonces poco meritorio que este actor obtuviese el premio, luego de una historia de superación profunda, en donde logró salir delante de sus situaciones de vida dolorosas a través de la superación misma? ¿Es necesario que para ganar sea parte de la comunidad LGTBQ+, o que tenga obesidad mórbida? A mi juicio, las respuestas son claras: el actor tiene méritos de sobra, y su papel es tan bueno que no es posible decir que no se ajusta a la realidad.

Es importante tener en consideración que, cuando hablamos de actuar, entendemos que se realiza un acto, proveniente del latín medieval actuare y, a su vez, este de aggere, que implica el acto de llevar adelante o impulsar un acto. Actuación, por tanto, es poner en acción, producir efectos o realizar una obra. Cualquier actor, entonces, por definición, lleva adelante un acto, una puesta en escena, representa una realidad, manifiesta una acción.

¿Fue acaso necesario que, en su época, Matthew McConaughey tuviese que padecer VIH para interpretar a Ron Woodroof? ¿O que Sean Penn fuese parte de la comunidad LGTBQ+ para interpretar a Harvey Milk? ¿O que Philip Seymour Hoffman (Q.E.P.D.) fuese periodista para regalarnos la mejor interpretación de Truman Capote? ¿Que Adrien Brody fuese un pianista polaco para interpretar a Wladyslaw Szpilman? ¿Que Roberto Benigni estuviese en un campo de concentración para hacernos llorar con su papel de Guido Orefice? ¿O que Tom Hanks fuese un abogado con VIH para interpretar a Andrew Beckett en Philadelphia? ¿Que Al Pacino fuese ciego para interpretar al coronel Frank Slade? ¿Que Jack Nicholson hubiese estado alguna vez internado en un hospital psiquiátrico para poder interpretar a Randle Patrick McMurphy? ¿Que Marlon Brando fuese italiano para ser Vito Corleone? ¿Que Gregory Peck hubiese sido un abogado con un gran sentido ético para ser Atticus Finch?

Todo esto, mirado hacia atrás, se plantea como irrisorio. Y es que actuar, en sí mismo, es un arte, y radica en la capacidad que tiene el intérprete para poder encarnar un papel que no le es propio, pero que hace de él tan propio como su carne, logrando emocionar hasta la médula a quienes aprecian sus interpretaciones. Exigiendo ciertos estándares, nos hubiésemos perdido de forma mezquina grandes actuaciones en el cine.

Brendan Fraser merece el Oscar a mejor actor, tanto como lo merecieron muchos de sus predecesores, pues su papel es memorable, y logra transmitir las sensaciones de Charlie en carne propia. Si bien él no ha vivido algunas de estas situaciones, sí ha vivido otras que lo han llevado a tocar fondo, y como él mismo planteó en su discurso cuando recibió el premio: “Ha sido como si hubiese estado buceando por el fondo del océano, y el aire de mi respiración en la superficie lo hubiesen vigilado algunas personas en mi vida”, aludiendo a sus seres más queridos. Tal y como Charlie, él estuvo en un pozo profundo, pero el amor de sus hijos, familia y amigos, logró sacarlo a flote de ese profundo mar de cavilaciones, frustraciones y dolor, y pudo ver la luz alzando la estatuilla en estos premios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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