Opinión
En el caso de Santiago, donde en mayo ya se anunció la primera alerta ambiental del año, hay dos tipos de medidas que se están tomando: las que son permanentes y estructurales, como la mejora en los estándares de emisión de los vehículos nuevos que ingresan; y las de contingencia, como la gestión de episodios críticos. Ambas ayudan a mejorar la calidad del aire, porque reducen emisiones, pero en el caso de los episodios críticos hay un gran desafío, porque generalmente dependen de la meteorología y de qué tan prolongado es un periodo con cielos despejados, baja temperatura en la mañana, altas temperaturas en la tarde, ausencia de nubes, lo que puede llegar a aumentar la magnitud de los episodios críticos si esta condición se extiende por varios días sucesivos.
Respirar aire limpio es un derecho humano, según el Programa para el Medio Ambiente de la ONU. En Chile, esa posibilidad es compleja para los habitantes de algunas regiones del país (principalmente en las grandes ciudades, como Santiago, y las más australes), especialmente en este periodo del año en que caen las temperaturas y comienzan los episodios críticos. Los tomadores de decisiones están implementando medidas para reducir los impactos y las alertas ambientales, ¿pero son suficientes?
En el caso de Santiago, donde en mayo ya se anunció la primera alerta ambiental del año, hay dos tipos de medidas que se están tomando: las que son permanentes y estructurales, como la mejora en los estándares de emisión de los vehículos nuevos que ingresan; y las de contingencia, como la gestión de episodios críticos. Ambas ayudan a mejorar la calidad del aire, porque reducen emisiones, pero en el caso de los episodios críticos hay un gran desafío, porque generalmente dependen de la meteorología y de qué tan prolongado es un periodo con cielos despejados, baja temperatura en la mañana, altas temperaturas en la tarde, ausencia de nubes, lo que puede llegar a aumentar la magnitud de los episodios críticos si esta condición se extiende por varios días sucesivos.
Si bien las concentraciones ambientales han ido cayendo, y eso es una contribución de las medidas a corto y largo plazo, el polvo de calles complejiza la circulación de material particulado grueso y dificulta la tarea de reducir los episodios críticos. En este caso es necesario implementar un programa de aspirado de calles regional, porque delegar la calidad del aire a programas locales en la Región Metropolitana (sujetos a prioridad presupuestaria año tras año) dificulta la opción de mantener un plan continuo y con resultados cuantificables.
Al ser una zona árida con mucha generación de polvo que puede provenir de zonas externas a la ciudad, el paso de vehículos puede contribuir con la llegada de polvo. Es por eso que la ampliación de la restricción vehicular en las 32 comunas de la provincia de Santiago, además de Puente Alto y San Bernardo para aquellos autos con sello verde previo a 2011, es una medida positiva para evitar que el crecimiento de la ciudad mantenga ese material particulado grueso en toda la cuenca de la Región Metropolitana.
La inclusión de buses eléctricos en el transporte público es otra medida que ha contribuido en la lucha contra la contaminación. En la Región Metropolitana hay 1910 buses eléctricos circulando. Esta es una buena noticia, ya que en Santiago el transporte sigue siendo la mayor fuente de contaminación y la llegada de la electromovilidad reduce el aporte de los vehículos del transporte público a la contaminación.
La electrificación del transporte público que se va a ir produciendo de manera natural, por una ventaja económica, va a reducir mucho el aporte del tráfico en la contaminación de la ciudad, pero hacen falta más medidas. No hay que perder el foco: evitar los episodios críticos significará una mejora en la calidad de vida de quienes habitamos en Chile, tanto en el corto como en el largo plazo.
