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Cincuenta años de memoria y fragilidad social Opinión

Cincuenta años de memoria y fragilidad social

Rafael Escobar E.
Por : Rafael Escobar E. Observatorio de Historia Reciente de Chile y América Latina UDP.
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Recurrir a la memoria en estos tiempos es significativo, ya que nos permite ahondar en espacios que han sido borrados de nuestro imaginario; espacios como lo fueron los centros clandestinos de tortura y los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar a lo largo de todo Chile. El avance de los proyectos políticos de ultraderecha, durante los últimos meses, ha sido tal que ha calado profundamente en nuestra sociedad, llegando a cuestionarnos cuánto hemos avanzado en materia de derechos humanos y cuánto aún debemos asumir, como parte de nuestra tarea futura como sociedad, en tratar de esclarecer el paradero de los detenidos desaparecidos desde 1973 a 1990.


Estando próximos a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado de 1973 en Chile, las reflexiones son muchas y los pensamientos también. La dictadura cívico-militar marcó un antes y un después dentro de la sociedad chilena, dando paso a un aparato represivo, que aún sigue en la memoria como forma de construcción de los procesos sociales. Como mencionan los historiadores Sebastián Leiva y Mario Garcés, en el libro El Golpe en La Legua, son las propias sociedades “las que interrogan sobre su pasado, constituyendo ‘memorias’ que se disputan por el modo de narrar lo vivido”. Estas disputas por el pasado instalan la dictadura como una fractura latente dentro de nuestra sociedad y muchas veces resulta ser problemática, porque rememorar es una invitación a no retroceder y a mantener vivos los puntos y conflictos no resueltos de nuestra historia.

El pasado 1 de junio, el Presidente Gabriel Boric, dentro del discurso de la Cuenta Pública 2023, realizó un apartado sobre la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, donde mencionó cómo esta conmemoración “nos debe ayudar a superar los tiempos de miedo y odio, los cuales llevan a caminos de división, violencia y hemos visto cada vez más de un porfiado e inaceptable negacionismo”. Tras el discurso, las opiniones fueron diversas, e incluso hubo quienes repudiaron lo pronunciado por el Presidente, sobre todo de los sectores más conservadores de la población, que aun teniendo en consideración lo ocurrido durante la dictadura, siguen idolatrando la figura del dictador Pinochet, como es el caso del consejero constitucional del Partido Republicano, Luis Silva.

Las violaciones a los derechos humanos, a partir del ejercicio de la tortura, desaparición forzada y secuestros de militantes de partidos políticos de izquierda y simpatizantes del Gobierno de la Unidad Popular, fueron parte del despliegue del aparataje represivo de la Junta Militar a partir del 11 de septiembre de 1973. Así, pues, estas formas de violencia quedaron plasmadas en los cuerpos y memorias de los que fueron torturados y desaparecidos en dictadura. Sin embargo, estas memorias y vivencias dentro de la sociedad y las discusiones que giran en torno a aquello han sido obliteradas, pues mirar al pasado significa rescatar estos conflictos no resueltos de nuestra historia reciente.

Es por eso que recurrir a la memoria en estos tiempos es significativo, ya que nos permite ahondar en espacios que han sido borrados de nuestro imaginario; espacios como lo fueron los centros clandestinos de tortura y los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar a lo largo de todo Chile. El avance de los proyectos políticos de ultraderecha, durante los últimos meses, ha sido tal que ha calado profundamente en nuestra sociedad, llegando a cuestionarnos cuánto hemos avanzado en materia de derechos humanos y cuánto aún debemos asumir, como parte de nuestra tarea futura como sociedad, en tratar de esclarecer el paradero de los detenidos desaparecidos desde 1973 a 1990.

En ese sentido, a 50 años del golpe de Estado solo nos queda seguir luchando y subsanar el legado de la dictadura de Augusto Pinochet, que aún obstaculiza el desarrollo democrático de nuestra sociedad. En tal sentido, no olvidar y asumir la búsqueda permanente de los desaparecidos es una forma de construir un futuro haciéndonos cargo del pasado, por difícil y conflictuado que sea, o inexorablemente aquello que algunos pretenden negar y silenciar de alguna forma nos anticipará las catástrofes y crisis que han de venir en décadas futuras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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