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El 11 de septiembre: el intento exitoso por ahogar lo que bregaba por nacer Opinión

El 11 de septiembre: el intento exitoso por ahogar lo que bregaba por nacer

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Ricardo Camargo
Por : Ricardo Camargo Profesor Investigador. Facultad de Derecho Universidad de Chile.
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Frente a este despliegue de barbarie, las fuerzas democráticas palidecen y esbozan una muy necesaria (aunque totalmente insuficiente) respuesta moral. Necesaria, pues es cierto que desde el punto de vista ético dichas acciones políticas merecen un total reproche. Son acciones que relativizan no sólo la convivencia democrática, al justificar el golpe, sino la propia condición humana, al negar que hubo violaciones a los Derechos Humanos. .


Tras 50 años desde el golpe civil-militar de 1973, la escena política chilena parece entre sorprendida y compungida por una constatación penosa: no todos los actores políticos están dispuestos a condenar el golpe del ’73. Y ahí están las declaraciones del diputado UDI Jorge Alessandri, quien ha justificado abiertamente el golpe de estado de 1973. Razones hay varias. La más citada es la tensión existente al interior de la derecha entre sectores más moderados, que se han visto superados electoralmente por fuerzas más extremas, como las del partido republicano. Ello explicaría –se afirma– la competencia que envuelve a ese sector por aparecer más disruptivos y reivindicar sin miramiento lo que muchos creyeron parte de un discurso superado: el golpe de Estado y la figura de Pinochet, alentando incluso a importantes líderes del partido republicano como Luis Silva, el constituyente más votado en la última elección de mayo de 2023, a reivindicar al dictador Pinochet como “un estadista” (sic). Más aún, un incipiente pero no menos bullicioso negacionismo relativo a las más feroces violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura ha ido ganando terreno, siendo el más patético ejemplo el protagonizado por la diputada Gloria Naveillán, quien aseguró recientemente que las denuncias por violencia sexual sistemática durante la dictadura no “son [más que] parte de una leyenda urbana”.

Frente a este despliegue de barbarie, las fuerzas democráticas palidecen y esbozan una muy necesaria (aunque totalmente insuficiente) respuesta moral. Necesaria, pues es cierto que desde el punto de vista ético dichas acciones políticas merecen un total reproche. Son acciones que relativizan no sólo la convivencia democrática, al justificar el golpe, sino la propia condición humana, al negar que hubo violaciones a los Derechos Humanos.

Sin embargo, los reproches morales son insuficientes, pues a menudo pasan por alto las condiciones materiales que agitan las políticas de ultraderecha. En el caso chileno, y entre las principales, pareciera encontrase un sistema político desgastado y ensimismado que convive con un sistema social y económico altamente precarizador de la vida individual. Ello permite la condensación de un nicho de contestabilidad que es fértil a las convocatorias de corte corte autoritario y reaccionario, sobre todo cuando un proyecto alternativo radicalmente democratizador está ausente (o al menos se percibe como tal). La historia contemporánea de occidente ya conoce de estos tránsitos y ahí están el fascismo italiano y al nazismo alemán para atestiguarlo. Bien nos haría recordar esos capítulos recientes que hoy parecieran olvidados.

En este contexto de desmemoria y falta de sentido crítico resulta más urgente que nunca argumentar que lo que estuvo en disputa en 1973 fue precisamente la institución de efectivas condiciones materiales emancipatorias para el pueblo chileno, ni más ni menos. De hecho, el 11 de septiembre de 1973 constituyó un intento brutal y hasta ahora exitoso por ahogar lo que hasta ese momento bregaba por aparecer. A veces se olvida en relatos con sino trágico, aleccionadores, o expiadores que se hacen del gobierno de la Unidad Popular, pero lo que se articula en torno a Allende es un proyecto social, económico y sobre todo institucional de vida colectiva solidaria llevada a cabo dentro de los márgenes de instituciones de democracia liberal y republicana. Fue un esfuerzo potente y único que suponía –más allá de sus éxitos o fracasos– la mejoría de las condiciones de vida de la mayoría de la población, manteniendo a resguardo sus derechos y libertades liberal-republicanas: es a ello a lo que los golpistas temieron y lo siguen haciendo.

¿Por qué le temen? porque obviamente un ideal como el encarnado en la Unidad Popular exigía el desarme y afectación de sus intereses y privilegios oligárquicos nacionales y el de sus aliados capitalistas internacionales. Y es así que, avisados, dichos sectores se opusieron desde el comienzo a ese proyecto popular, promoviendo un golpe de estado incluso antes de que Allende asumiera el gobierno. Ahí está el libro de Peter Kornbluh para atestiguarlo y esta semana el reportaje de TV Operación Chile-Top Secret, para hacerlo noticia masiva. Golpistas que, aunque minoritarios, eran enormemente poderosos y decididos en la defensa de sus intereses “de clase” (como se decía entonces), tanto que fueron capaces de derrotar mediante el sabotaje primero y luego a sangre y fuego a la mayor empresa de emancipación social en democracia que haya conocido Chile: el socialismo a la chilena.

Está por escribirse un balance acabado, desde una lógica de continuidad, de la experiencia de la Unidad Popular (relatos desde la expiación y la culpa se han escritos muchos, demasiados quizás), pero por ahora basta solo decir lo siguiente: en lo que debe insistirse no es tanto en una condena abstracta y moral del golpe de Estado del 1973 (cuestión que aunque valiosa, a la luz de la evidencia, resulta poco incidente), sino en el análisis crítico y, sobre todo, en la continuidad imaginativa de los nuevos derroteros políticos ideológicos de lo que entonces era y hoy sigue siendo una premisa correcta: ¿cómo hacer posible condiciones de vida individual y colectivas más solidarias, justas y emancipadoras (o socialistas) para la mayoría de la población, en condiciones no sólo de respeto, sino de radicalización de las formas democráticas, liberales y republicanas (populares y/ plebeyas)? El Chile que viene tras diciembre de 2023 exigirá que sigamos formulando esta pregunta fundamental para la democracia, justicia e igualdad en Chile, con mayor energía que nunca, no con menos, más allá de los interesados, como siempre, en clausurar dicha posibilidad.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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