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Comisión Experta: mucho ruido y pocas nueces Opinión

Comisión Experta: mucho ruido y pocas nueces

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Quién sabe cuál será el leitmotiv con que los chilenos votarán el 17D, pero sí es un hecho que, si antes mucha gente no leyó el texto y votó por otras razones, esta vez será más difícil que los ciudadanos alcancen a digerir, en poco más de un mes, el texto de un proceso que ha sido seguido con muy poco interés.


La verdad es que se esperaba mucho más de la Comisión Experta. Designados por los partidos políticos –desde el PC al Republicano–, habían sido capaces de ponerse de acuerdo, al inicio del proceso, despachando un texto que logró el consenso de todos los actores. Si ese día se hubiera llamado a votar por la nueva Constitución, probablemente, se habría aprobado de manera mayoritaria, ya que habría contado con el aval de un amplio espectro político. Los expertos establecieron doce pilares o bordes, que sus sucesores –cincuenta consejeros elegidos con voto popular– debían respetar. Es decir, les dejaron encauzado el trabajo. 

Pero a los consejeros les importó poco el libreto definido por los expertos –“una persona que es muy hábil o tiene mucha experiencia en una actividad”– y decidieron dar rienda suelta a su visión conservadora de la sociedad. Para decir verdad, los republicanos ejercieron su mayoría de manera brutal, pero legítima –sacaron el 35% de la votación–, teniendo de arroz graneado a Chile Vamos y de simples observadores, distantes, a los consejeros de la centroizquierda.

Hasta hace una semana, el mundo político confiaba en que estas personas “muy hábiles”, según la definición, fueran capaces de salvar un proceso que, hasta hoy –de acuerdo con las encuestas–, correría la misma suerte que el anterior. Pero esta vez falló. Recriminaciones mutuas de falta de voluntad, rigidez, poca flexibilidad, y escasa visión y altura. Aunque lograron revertir algunos artículos polémicos escritos por los republicanos, no fueron capaces de lograr un acuerdo global que equilibrara un texto que, en la manera en que fue despachado, tiende a la polarización.

Veamos primero el vaso lleno. Los veinticuatro expertos –doce y doce por lado– lograron los 14 votos necesarios, es decir, dos más que los de su sector, en algunos temas como el fin del pago de las contribuciones, la eliminación de la objeción de conciencia y sobre el estado de sitio por grave amenaza terrorista, además de recuperar la paridad en las elecciones –eliminada por el Consejo–, entre otros. Sin embargo, no pudieron ponerse de acuerdo en una de las variables clave que definirá el voto el 17D: el derecho de la vida de quien está por nacer, lo que daría pie a que se elimine la Ley de Aborto en tres causales, algo que ya han adelantado desde la tienda de Kast.

Tampoco se logró acuerdo para evitar que los condenados mayores de 75 años y/o enfermos terminales se vayan a sus casas –incluidos los de Punta Peuco–, la rebaja de diputados a 138 –nadie en la derecha ha sabido explicar por qué ese número– y el rango constitucional con que quedaron las AFP e isapres al consagrar la libertad de elección en educación, salud y seguridad social. Este punto es crítico porque, en la práctica, deja al Estado social y democrático de derecho en letra muerta. ¿Qué capacidad de elección tienen millones de chilenos de clase media y los más vulnerables? Ninguna.

Lo que viene, a partir de ahora, es que el Consejo deberá aprobar o rechazar las enmiendas de la Comisión Experta –presentaron 622 en total–. Si la derecha actúa unida, puede ejercer su mayoría y aprobar o rechazar lo que quiera. Se necesitan 30 votos para aprobar y 33 para rechazar y la derecha tiene 33 votos… Como es probable que eso no ocurra en todos los artículos, los temas críticos pasarán a la comisión mixta conformada por consejeros y expertos –“persona muy hábil…”– y, en todo escenario, la derecha será mayoritaria (tienen tres cupos asegurados los republicanos)

Es casi seguro también que republicanos dará una dura batalla para conservar en el texto final, que se entregará recién el 7 de noviembre, los temas que han señalado como “intransables”. El derecho a la vida –el cambio de que por quien está por nacer– y considerar niño a todo “ser humano menor de 18 años”, ya que ambos permitirían eliminar la Ley de Aborto. Tampoco transarán en la objeción de conciencia. Esto es clave para la extrema derecha conservadora, porque tiene un objetivo claro: facilitar que centros hospitalarios no lleven a cabo un aborto, argumentando “objeción de conciencia”; que una farmacia se niegue a vender la píldora del día después; o que un colegio no acepte impartir la educación sexual respaldada por el Estado, apoyado en sus convicciones religiosas.

De ahí que es muy probable que el texto que salga de todo este proceso, entre personas electas y designados, y que se le entregará al Mandatario recién un mes y diez días antes del plebiscito, aunque tenga mejoras, se hayan logrado algunos acuerdos y mantenga parte de los doce bordes, estará marcado por un fuerte tinte conservador y donde las mujeres tendrán un rol protagónico a la hora de apoyar o rechazar temas que, aparentemente, estaban resueltos hace décadas. 

Ya tendremos tiempo de entender qué le pasó a este país dominado por las contradicciones, que fue capaz de elegir dos órganos completamente opuestos ideológicamente en un período tan corto. Porque, la verdad, es que más que las aberraciones escritas por la Lista del Pueblo primero y Republicanos después –representando visiones extremas de esta sociedad–, la pregunta es cómo entender a los chilenos que circulan arriba de un péndulo que oscila entre el estallido social –ese de millones en la calle, no el de la violencia de unos pocos–, un Presidente de izquierda y JAK, sin ningún problema. 

Seamos francos. El texto despachado por el Consejo la semana pasada y que los expertos no pudieron equilibrar por falta de acuerdos, representa la voluntad mayoritaria expresada en las urnas el pasado 7 de mayo. En una de esas nos volvimos, repentinamente, conservadores y ahora la sociedad chilena no quiere el aborto o está de acuerdo en que los presos por violaciones a los DD.HH. terminen sus condenas en sus casas, o que ricos y pobres no paguen contribuciones, aunque uno habite una vivienda de diez millones de pesos y el otro una de un millón de dólares.

Puede ser, aunque lo más probable es que muchos de quienes votaron por Republicanos lo hicieron como protesta a Boric, la delincuencia o las migraciones ilegales. Quién sabe cuál será el leitmotiv con que los chilenos votarán el 17D, pero sí es un hecho que, si antes mucha gente no leyó el texto y votó por otras razones, esta vez será más difícil que los ciudadanos alcancen a digerir, en poco más de un mes, el texto de un proceso que ha sido seguido con muy poco interés.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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