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La sociedad chilena, 50 años después Opinión

La sociedad chilena, 50 años después

Rodrigo Asún Inostroza
Por : Rodrigo Asún Inostroza Profesor Asociado, Laboratorio de Análisis de Coyuntura Social (LACOS), Departamento de Sociología, Universidad de Chile.
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Lo interesante es que, al investigar respecto de esa percepción del pasado, las encuestas al mismo tiempo nos describen la subjetividad política de nuestra sociedad actual, pues lo que observamos del pasado muchas veces dice más de los ojos del observador que del pasado mismo.


Con motivo de la pasada conmemoración de los 50 años del golpe de Estado de 1973 se realizaron algunas encuestas que pretendían estudiar cómo percibe hoy la sociedad chilena ese acontecimiento. Lo interesante es que, al investigar respecto de esa percepción del pasado, las encuestas al mismo tiempo nos describen la subjetividad política de nuestra sociedad actual, pues lo que observamos del pasado muchas veces dice más de los ojos del observador que del pasado mismo. Siguiendo este razonamiento nos preguntamos: ¿cuál es la imagen de la sociedad chilena actual que nos dejan esas encuestas?

La primera y más evidente constatación es que podemos observar una sociedad dividida, con muy pocos consensos, percepciones u opiniones ampliamente mayoritarias. Ello no siempre fue así, pues tal como muestra la Figura 1, extraída de un informe de CERC-MORI, durante toda la primera década del siglo XXI, y especialmente hacia los 40 años del golpe de Estado, se impuso con nitidez una opinión claramente crítica de dicho acontecimiento, cosa que parece muy discutida este año 2023.

Figura 1: Serie Temporal Encuesta CERC-MORI

Esta división de opiniones se constata también en la encuesta Pulso Ciudadano, donde ante las preguntas respecto del nivel de acuerdo con el que haya ocurrido el golpe de Estado, sobre si fue bueno o malo para Chile y si es posible justificarlo, nos encontramos con prácticamente la misma situación: la respuesta mayoritaria y que supera levemente el 42 o 43% de las personas se manifiesta en contra del golpe de Estado, lo considera malo para Chile e injustificable.

Sin embargo, frente a esta mayoría se alza una minoría de poco más del 30 a 32% de los encuestados que justifica, considera bueno o está de acuerdo con que este acontecimiento haya ocurrido. Si a este grupo sumamos la cuarta parte de las personas que no toman posiciones claras (alrededor del 25%, según las preguntas), constatamos con sorpresa que, según estas encuestas (pues CERC-MORI y Black and White incluyen una pregunta con resultados muy similares), la condena tajante al golpe de Estado es minoritaria actualmente en Chile.

¿Qué significa o qué nos dicen estos resultados respecto de las actitudes y opiniones políticas actuales en Chile? Para profundizar en ello quizá es interesante partir por estudiar, en estas mismas encuestas, aquellas preguntas que sí suscitan consenso o al menos generan una respuesta nítidamente mayoritaria, es decir, obtienen aproximadamente un 60% de respuestas en alguna de sus categorías.

A este respecto, la encuesta Black and White muestra que el 59% de los encuestados apoya una condena incondicional de la violación de los derechos humanos durante la dictadura, mientras que el 64% está de acuerdo con el Plan Nacional de Búsqueda de Detenidos Desaparecidos propuesto por el Gobierno y el 60% con que dicho Gobierno haga una declaración de compromiso con la democracia. A lo anterior se puede agregar que la encuesta Pulso Ciudadano muestra que el golpe de Estado está muy claramente asociado a imágenes negativas como torturas, exilio, muerte y dictadura (ver Figura 2).

Figura 2: Imágenes que evoca el golpe de Estado

En consecuencia, es posible hipotetizar que la actual polarización respecto del golpe de Estado no pasa por una mayoritaria evaluación positiva del gobierno militar, especialmente en lo relacionado con el respeto de los derechos humanos de las personas.

Lo que sí parece estar claramente en discusión es la responsabilidad respecto de la ocurrencia del golpe de Estado y las imágenes de sus principales protagonistas. Respecto de lo primero, la encuesta Pulso Ciudadano (ver Figura 3) sorprende al mostrar que en la primera mención como responsables del golpe aparecen Salvador Allende y su Gobierno, aunque seguidas bastante de cerca por los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden, Estados Unidos y la CIA y los partidos de derecha chilenos.

Por su parte, respecto de las imágenes de Allende y Pinochet, como es predecible, el segundo concita mayor rechazo (en CERC-MORI Pinochet aparece 10 puntos porcentuales sobre Allende como responsable del golpe de Estado, mientras que en Pulso Ciudadano el 51% tiene una opinión negativa de su persona), pero sorprende el alto rechazo que genera también la imagen de Allende, ya que en la encuesta Pulso Ciudadano una mayoría relativa de 39% sostiene una opinión negativa sobre él, frente al 33% que tiene una opinión positiva.

Figura 3: Responsables del golpe de Estado

Creemos que lo anterior implica que, en estos 50 años, la discusión pública se desplazó desde las consecuencias del golpe de Estado a sus causas, y es la falta de consenso sobre ellas lo que genera las diferencias de opinión señaladas al comienzo de este artículo. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué adquieren hoy tanta relevancia las posibles causas del golpe de Estado?

Ello no parece tener que ver necesariamente con la importancia que la población le atribuye al acontecimiento, puesto que tanto Pulso Ciudadano como Black and White encuentran un relativamente bajo interés social en esta conmemoración (poco más del 25% se declara interesado o muy interesado en ella, según Pulso Ciudadano, mientras que un 40% la encuentra bastante o muy importante, en la encuesta de Black and White). Además, cuando se desagrega este interés según grupos sociales, el interés parece muy localizado entre aquellos de menor edad, de izquierda y/o partidarios del Gobierno.

Por el contrario, sí concita percepciones más mayoritarias, y casi consensos, la opinión respecto de que esta conmemoración le hace mal al país (56% de las personas, según Black and White) o divide a los chilenos (más del 70%, según Pulso Ciudadano) y que las divisiones generadas a partir del golpe de Estado no están superadas, ni se superarán fácilmente en el futuro. De esta forma, podemos observar que en la encuesta CERC-MORI el 66% de las personas considera que las divisiones generadas por el régimen militar no se han olvidado, mientras que en Pulso Ciudadano solo el 12% de las personas se manifiesta seguro o muy seguro de que estas divisiones se olvidarán en el futuro.

En consecuencia, podemos hipotetizar que lo que hace relevante este acontecimiento para una parte importante de la ciudadanía, y lo que genera preocupación, es la división y polarización social que actualiza la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, lo conducen las miradas no solo a las consecuencias de este, sino principalmente a sus causas, relacionadas con división y polarización social.

La encuesta Pulso Ciudadano tiene un resultado muy interesante respecto de la imagen de la democracia y que se puede interpretar a la luz de lo anterior: como se puede observar en la Figura 4, la inmensa mayoría de las personas (76,5%) prefiere un sistema de gobierno democrático, pero, en la misma encuesta, ese consenso democrático se rompe cuando se trata de justificar un golpe de Estado: una mayoría de 43,7% está dispuesta a justificar un golpe de Estado contra esa misma democracia, dependiendo de las circunstancias.

Lo anterior parece muy coincidente con lo encontrado en la encuesta Black and White, donde si bien el 82% de las personas condena el golpe de Estado de 1973, casi la mitad de quienes expresan esta condena (39%) la condicionan a los acontecimientos que la rodean, expresando: “Estoy de acuerdo con la condena al golpe de Estado, pero creo que debe entenderse el contexto que rodeó los hechos”.

Figura 4: Actitudes hacia la democracia

A la luz de todo lo presentado, creemos que esta relativización de la democracia (de ayer y hoy) no tiene que ver con que la población no la valore como sistema de gobierno, sino que una parte importante de ella está haciéndole presente una demanda que (al menos en estos momentos) le parece superior: la superación de las divisiones sociales, el orden público y la paz social.

Suponer la existencia de esta demanda sobre la democracia (y no solo sobre el Gobierno, como indican habitualmente las encuestas), que para segmentos relevantes de la población parecería ser prioritaria, permite entender por qué una parte de la percepción social respecto del golpe de Estado se trasladó a sus causas y no solo a sus consecuencias, por qué ha ocurrido una mejoría relativa en la imagen de Pinochet y su golpe de Estado, por qué la democracia de ayer y hoy parecen valorarse en relación con el orden social que son capaces de generar, por qué la demanda por orden público sigue siendo mayoritaria como demanda social en todas las encuestas, y por qué en la misma encuesta de Black and White, dedicada a la conmemoración, uno de los mayores consensos esta constituido por el 88% de personas que se manifestó de acuerdo con el proyecto de ley que condena los actos “irracionales de violencia”, sucedidos a partir del 18 de octubre del 2019, es decir, durante el estallido social.

Por supuesto, se puede y debe discutir si calificar de irracional la violencia ocurrida en esos tiempos no distorsiona demasiado los resultados de la encuesta (lo que es muy probable), pero la unanimidad de la respuesta parece también expresar una demanda por orden social propia de una sociedad posestallido y pospandemia, saturada de inseguridad y conflicto. No es posible determinar cuánto durará la hegemonía de este clima social y emocional, y su traducción en una determinada “demanda sobre la democracia” que parece desplazar demandas previas respecto de la capacidad de esta para generar justicia social, inclusión y oportunidades, pero no cabe duda de que, mientras esté presente, teñirá en alguna medida todos los sucesos políticos que acontezcan, tal como ocurrió con la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado de 1973.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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