Avanzar en forma equilibrada hacia el logro de los ODS, en particular, buscando el equilibrio entre la reducción de la pobreza con el desarrollo local y la conservación de la biodiversidad, es uno de los desafíos más relevantes de todas las sociedades humanas hoy.
En la actualidad, cualquier actividad económica que quiera contribuir al avance del país hacia las metas de los objetivos de desarrollo sostenibles (ODS), debe asegurar la sustentabilidad ambiental, económica y social de su ejercicio y la salmonicultura no está ajena a este fin, y es además particularmente importante porque la engorda de salmones se desarrolla en el ambiente marino, un bien nacional de uso público, administrado por el Estado.
Los posibles impactos ambientales de la salmonicultura intensiva son varios, incluyendo: escapes de salmonídeos (que son especies exóticas y todas potencialmente invasoras), el uso de antibióticos y pesticidas, aportes de nutrientes a la columna de agua y a los sedimentos con potencial riesgo de eutroficación local y a mayor escala, interferencia con mamíferos marinos, entre otros. Lo más complejo es que estos problemas inciden en la relación de la salmonicultura con amplios sectores de la comunidad y de la ciudadanía en general, que ve en la actividad un foco de externalidades negativas sin un contrapeso efectivo.
Por otra parte, esta industria ha avanzado enormemente en la última década en innovación y mejoras productivas y de desempeño ambiental. Se estima que más del 90 % de la innovación que se ha llevado a cabo en la acuicultura mundial viene de este sector productivo.
En la feria Aquasur, que se llevó a cabo en Puerto Montt en estos días, con una asistencia estimada de más de 30 mil personas, se han presentado algunos de los avances tecnológicos posiblemente más innovadores en la producción de alimentos a nivel global, avances que sin duda deberían contribuir a la sustentabilidad.
Sin embargo, la innovación y los avances tecnológicos no son suficientes para asegurar el desarrollo en equilibrio con los ecosistemas naturales En este sentido, es necesario impulsar y mejorar políticas públicas que promuevan monitoreos ambientales permanentes a nivel de ecosistemas y que nos aseguren que estos se mantienen saludables y que pueden soportar la producción de salmones que existe allí, basados en información científica clara, asequible y transparente. Esto generaría un avance importante hacia la aceptación social de la salmonicultura, en la medida que sus resultados se comunicaran oportunamente y la gestión del sector responda en forma efectiva a esta evaluación.
Así, por ejemplo, una innovación reciente es el uso de microburbujas y otros mecanismos para asegurar la remoción y oxigenación de los fondos bajo las jaulas de cultivo, lo cual viene a responder, entre otros aspectos, a la reciente normativa que exige a los titulares evitar o reducir, según corresponda, el depósito de desechos orgánicos en el fondo de la concesión.
Esta parece ser una excelente idea para minimizar los impactos sobre los fondos; sin embargo, no existen respaldos científicos suficientes que muestren los efectos de estos mecanismos a escala de centro de cultivo, ni a la escala de ecosistemas. Los sistemas de burbujas y otros mecanismos de microoxigenación, facilitarían la dispersión de la materia orgánica más allá de los bordes de la concesión y también la transformación y disponibilidad de los nutrientes disueltos en el cuerpo de agua receptor. Esto pone en evidencia el hecho de que cada centro de cultivo requiere de servicios ecosistémicos que van mucho más allá del área de su concesión, en este caso para dispersar la materia orgánica y los nutrientes, lo que confirma que es un error asegurar que el área marina que usa la salmonicultura es solo la suma del área correspondiente a las concesiones activas.
El problema es que no sabemos si esos aportes de nutrientes que se dispersan se integran en forma equilibrada a los ecosistemas incrementando su productividad o si causan un daño y en qué grado, por efecto acumulativo, un dilema que se hace más crucial frente al cambio climático, particularmente cuando la materia orgánica se pudiese estar acumulando en las partes más profundas de fiordos y canales.
Por otra parte, en materia de riesgos frente al uso de antibióticos, la industria ha hecho un gran esfuerzo para reducir el uso por cada tonelada producida; sin embargo, desde la perspectiva de los ecosistemas lo importante es la cantidad total que ingresa y la capacidad de procesamiento y dilución de estos. Los efectos a esta escala son aún desconocidos, si bien se está avanzando con investigaciones al respecto.
Hay avances que prometen reducir el uso de antibióticos y pesticidas, por ejemplo, mediante el incremento en la producción del salmón Coho, lo que permite reducir el monocultivo del salmón del Atlántico, lo cual reduce los riesgos sanitarios y, por tanto, el uso de estos productos, ¡gran avance! Desafortunadamente las soluciones no son perfectas, puesto que el salmón Coho presenta mayores riesgos ambientales frente a los escapes. En revisiones amplias de riesgo comparativo, hemos mostrado que existen cuencas y ecosistemas más susceptibles a ser colonizados para la reproducción de estas especies, por ejemplo, al sur de Aysén y en Magallanes.
Por ello se requiere que se implementen sistemas de monitoreo permanentes para identificar tempranamente la presencia de estas especies y asegurar su erradicación. Aquí nuevamente es necesaria una definición y posición clara del Estado y de la sociedad, puesto que resulta contradictorio proteger especies exóticas para el beneficio de la pesca recreativa, que genera beneficios sociales locales, a la vez que se las combate como especies invasoras.
Claramente la salmonicultura debería continuar proporcionando empleo y desarrollo, ojalá en forma más equitativa y con efectos locales positivos, pero dentro de las capacidades ecológicas y sociales de los ecosistemas.
Por todo lo anterior, es urgente que se incrementen los esfuerzos y financiamiento de investigación asociados a sistemas integrados de monitoreo permanente (incluyendo variables oceanográficas, biológicas, biodiversidad clave) de la salud de aquellos cuerpos de agua principales que sustentan al sector, con el objeto de establecer una norma secundaria o sistema basado en indicadores ecológicos (sistema de semáforo) que regule la producción a esta escala.
El monitoreo simultáneo de Áreas Marinas Protegidas también es necesario, en este caso para comparar con aquellas que están siendo usadas por el sector. Así podremos propiciar una conservación más efectiva de la biodiversidad y servicios ecosistémicos, a la vez que le damos más confianza a la sociedad y al sector productivo mismo. Un sistema de este tipo permitirá posiblemente derribar o confirmar algunos mitos en torno a los impactos de la actividad y además debería facilitar el uso compartido, economía circular y asociatividad de los usuarios de estos ecosistemas, por ejemplo, a través de una integración espacial multitrófica de cultivos (ej. salmones-mejillones-algas) y pesca artesanal.
El Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola (INCAR) ha hecho una propuesta inicial y hoja de ruta para establecer un sistema de semáforo, y continuamos investigando para ofrecer una propuesta técnica más especifica que esperamos sea un aporte relevante a la futura Ley de Acuicultura. Sin duda, en el mediano-largo plazo también es necesario establecer y mejorar un sistema de evaluación integrado de beneficios socioeconómicos vs. externalidades para decidir sobre la presencia y magnitud de la salmonicultura y de otras actividades productivas a escala local, regional, etc., alimentado dicho sistema con la mejor ciencia e información de calidad y con participación ciudadana responsable, a través de procesos propiciados por el Estado.
Avanzar en forma equilibrada hacia el logro de los ODS, en particular, buscando el equilibrio entre la reducción de la pobreza con el desarrollo local y la conservación de la biodiversidad, es uno de los desafíos más relevantes de todas las sociedades humanas hoy. Esto es lo que debemos abordar en espacios transparentes, honestos, constructivos y colaborativos, pensando en el presente y en el futuro que queremos como sociedad y como planeta saludable. El anunciado inicio de un proceso conducente a una Ley de Acuicultura que ha realizado el Ejecutivo, ofrece un tremendo desafío y una oportunidad de hacerlo mejor, que no podemos desaprovechar.
Referencias:
1) https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/raq.12337
3) https://doi.org/10.1016/j.aquaculture.2021.737116
4) https://centroincar.cl/wp-content/uploads/2022/07/PolicyBrieff11Incar.pdf