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La antropología y las drogas Opinión

La antropología y las drogas

Bernardo Muñoz Aguilar
Por : Bernardo Muñoz Aguilar Antropólogo Social Universidad de Tübingen, Alemania.
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Las prácticas sobre el uso y abuso de plantas alucinógenas se manifiestan en América Latina casi en un uso turístico, terapéutico o ritual, como es el caso de ofertas para el uso y conocimiento del Ayahuasca en Perú, Brasil, Bolivia y Chile, entre otros países.


Abriremos aquí un espacio para esta conversación sobre las drogas. Esto no es por ningún motivo una apología al consumo de estas. Muy por el contrario, es una invocación para que nunca se entre en estos caminos. No hay drogas duras ni blandas, todas ellas representan un escalón hacia un eventual yugo. Todas pueden conducir al deterioro físico, mental, moral, económico, social, familiar, una vez que se consume en forma problemática. Esto así lo han definido tanto la OPS como también la OMS.

Una vez que se produce la adicción es muy difícil tener la voluntad para dejarla por voluntad propia y uno de los pocos caminos que quedan al adicto(a) es participar activamente de Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos o en algún programa de rehabilitación municipal, como es un COSAM. Pero cuando la situación se torna insustentable, no queda más que recurrir a la internación de larga estadía en un centro de rehabilitación público o privado.

Asimismo, el porcentaje de recuperación de los adictos que ya han finalizado un proceso de internación es escaso, rondando en torno a un 3%, según cifras de SENDA, a nivel nacional, aquellos que realmente se recuperan y no vuelven a recaer en el consumo.

Indudablemente que la experiencia del antropólogo Carlos Castaneda con don Juan, el indio yaqui de Sonora, mostró una realidad extraordinaria de percepciones alucinógenas y su posterior transformación en brujo a través de los estados alucinógenos que aprendió tras consumir los famosos hongos alucinógenos con él. La saga de libros de Castaneda marcó un antes y un después en relación con la antropología occidental y las drogas.

No creo que el conjunto de los antropólogos(as) o que este colectivo sea más proclive que otros al consumo de drogas, pero es evidente que por su contacto con las diversas culturas con las que ha interactuado históricamente le ha acercado de alguna forma a experiencias psicodélicas y que posteriormente lo haya llevado a un consumo de mayor dependencia o prácticas nocivas para su salud.

La solución drástica es el consumo 0 que plantean diversos centros de rehabilitación, como por ejemplo los de Evolución Chile, lo cual es la solución para los adictos ya reeducados. Incluso en palabras de su director terapéutico, Patricio Yáñez, estos centros presentan un porcentaje de recuperación mayor a la media nacional y la institución cuenta con un número cercano a los 200 reeducados que cuentan con una red de apoyo terapéutico que dura 5 años. No pueden, según Yáñez, existir procesos exitosos como el llamado disminución de daños a través de un consumo controlado, ya que estos llevan siempre a volver al consumo problemático. 

La droga tiene tristes caminos, por ejemplo, el de los rucos. Si bien es cierto hay una estimación de aproximadamente 20 mil viviendas de construcción ligera y de las tomas existentes en el país, no existe una mínima estadística del número de rucos establecidos a la intemperie a lo largo del país. Son los desheredados entre los más desheredados. 

Su principal búsqueda es la próxima dosis. Sin agua ni luz eléctrica, algunos se las ingenian para colgarse de la electricidad, tener hasta televisión, pero viven sin ducharse, sin la posibilidad de tener un baño y un mínimo de ropa limpia y la autoridad cada cierto tiempo arrasa con la vergüenza de sus calles al destruirlos.

El consumo también tiene un impacto cultural, ya que, si bien hay drogas legales como lo son el alcohol y el tabaco, que causan altos gastos en morbilidad y mortalidad, causando graves perjuicios al fisco y al sector privado, para el caso chileno además se trata de legalizar el consumo de la marihuana para su consumo recreativo y terapéutico. No debe desconocerse que la gran presencia de estimulantes químicos, distintos al tetrahidrocannabinol, nos entrega el dato de que esta es una droga de entrada para otros consumos más problemáticos. 

Las prácticas sobre el uso y abuso de plantas alucinógenas se manifiestan en América Latina casi en un uso turístico, terapéutico o ritual, como es el caso de ofertas para el uso y conocimiento del Ayahuasca en Perú, Brasil, Bolivia y Chile, entre otros países. La opinión sobre este uso que manifiestan sus cultores es que esta planta es una medicina y su uso está asociado a rituales. Sin embargo, han existido y existen sectas que bajo su uso han cometido hechos deleznables, como fue el caso de la secta de Colliguay, donde dirigidos por un líder mesiánico, como lo fue Antares de la Luz, llegaron a sacrificar en un ritual a un pequeño lactante. 

Las rutas de las drogas

Antes, quizás hasta la década de los 80, se podía hablar sobre la ruta de la pasta base de cocaína, cocaína, marihuana, entre otras drogas, pero hoy sin distinción se debe hablar sobre las múltiples rutas de las sustancias hacia Chile, en Chile y desde Chile, las cuales no distinguen clases sociales ni territorios.

Desde Perú, Bolivia y Colombia llegan principalmente cocaína y pasta base, desde Paraguay y Brasil principalmente marihuana. Aún con menor presencia en Chile, pero irrumpiendo en el último tiempo, están la ketamina o el kratom, este último proveniente de Asia.

Es más, hoy tanto la pasta base como la cocaína se producen en Chile. Los carteles han observado que hoy nuestro país no solo debe ser una ruta de paso, sino que también han trasladado sus laboratorios al país. Uno de los aspectos trágicos es que también trasladan a sus cocineros, principalmente desde Perú y Bolivia. 

Asimismo, las condenas que purgan en la cárcel los detenidos y detenidas por narcotráfico y microtráfico son altas, especialmente en este último aspecto en el caso de las mujeres y su presencia en las cárceles principalmente de Arica Parinacota, Iquique y Antofagasta, fenómeno en constante alza.

Con relación al género, se puede diferenciar fácilmente el consumo de drogas en ambos géneros para el caso chileno. En relación con las mujeres y su consumo de cualquier droga, es sin dudas más complicado que el hombre, ya que su consumo además produce una enorme discriminación hacia el género femenino, lo que trae aparejada una serie de fenómenos que no aplican al género masculino.

Las mujeres son expulsadas con hijos o sin hijos del hogar paterno o conyugal. Sufren de violencia intrafamiliar. En proceso de adicción y en estado de embarazo el menor quedará expuesto a procesos de abstinencia, toda vez que su madre ha consumido a lo largo del embarazo.

Conozco, por comunicaciones de clientes, casos de mujeres menores de edad y muy jóvenes que por una papelina de pasta base entregan al cliente cualquier tipo de acto sexual a bordo del auto de este, así como también el caso de jóvenes mujeres que en una completa situación de calle se ofrecen como concubinas, a quien les pueda suministrar algún tipo de drogas. No tienen a nadie y vagan perdidas por su adicción. Esto es denominado al menos de dos formas: estar en la pitilla y/o vivir angustiado. 

Esto sin embargo tiene una proyección territorial, ya que hay zonas del país en donde las drogas duras como la cocaína, la pasta base y la marihuana tienen mayor presencia. Se puede notar que, desde las regiones de Arica y Parinacota hasta la Metropolitana, su presencia es a todas luces hoy mayor que hace diez años y el tráfico, microtráfico y, por ende, el consumo, son mayores y se amplian cada vez más hacia el sur de Chile, como lo demuestran los crecientes decomisos. 

En relación con las mujeres encarceladas por los delitos de microtráfico y tráfico de drogas, el número es mayor al de los hombres y se concentran en las cárceles de Acha, Alto Hospicio y Antofagasta y los países de donde provienen, según las fuentes autorizadas, son principalmente Perú, Bolivia y Chile.

Más de alguna vez hemos visto en las calles de todo el país, pero especialmente en la Región Metropolitana, cómo personas de ambos sexos, algunos(as) incluso con uniforme y con una suerte de identificación, piden dinero en las calles para distintos propósitos. Les he preguntado a varios(as) de ellos(as) sobre cuándo reciben terapias si pasan todo el día en la calle, ante lo cual responden que muy temprano o a su vuelta al centro, pero durante el último tiempo diversos reportajes han acusado sobre el abuso de estas relaciones e incluso el atentado contra los derechos humanos de las personas en rehabilitación. 

Hay casos de personas públicas que, una vez reconocidas sus adicciones y con posterioridad a su recuperación, han instalado centros de rehabilitación para devolver en algo a la sociedad que les permitió su recuperación, pero decididamente existe la información respecto a que centros, sus dueños o directivos se aprovechan de la triste situación de personas que quieren rehabilitarse. Lo que transforma este fenómeno en un lucrativo negocio de parte de aquellos que dicen ser centros de rehabilitación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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