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¿Un buen padre es casi una segunda madre? Un nuevo modelo de ser padre Opinión

¿Un buen padre es casi una segunda madre? Un nuevo modelo de ser padre

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Christian Ovalle V
Por : Christian Ovalle V Psicólogo Clínico • Psicoanalista Docente • Supervisor clínico
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La teoría psicoanalítica es categórica al plantear que el padre representa el mundo exterior, la ley, la primera autoridad.


Como psicoanalista en mi consultorio, durante el último año me fui encontrando con lo que creo que es un fenómeno que se está instalando en las familias chilenas. Hablo de la pérdida del patriarcado como una realidad, por lo menos en las sociedades occidentales; lo que ha generado una verdadera revolución cultural, rompiendo con un modelo que, con sus variantes, venía siendo el predominante desde el inicio de la historia.

En esta pérdida, el padre en la vida de los hijos resulta insustituible. Parece una severidad, pero lamentablemente, existe una realidad actual que señala que el padre, si bien es de suma importancia en una familia, y por ende en la vida de sus hijos/as, lo real es que su importancia ha sido disminuida o erróneamente remodelada: “un buen padre es casi una segunda madre”.

El rol del padre está cambiando en distintas sociedades. Y seguirá haciéndolo. No tengo dudas. Existen distintas expectativas y deseos sobre el compartir con los niños/as los momentos cotidianos de crianza, y ver de cerca el crecimiento de ellos. Esta observación, me permite pensar en la posibilidad de los efectos positivos que puede haber en las nuevas generaciones en términos de salud emocional y mental para la co parentalidad.
Ser una “madre suficientemente buena”, metáfora donde la madre no ha de ser perfecta, solo suficientemente buena.

Es decir, ha de estar presente y disponible para el niño, ha de atender sus demandas, contener su angustia y demostrarle amor. Pero, como ser humano que es, fallará en ocasiones, y esto es natural. Propuesta realizada por Donald Winnicott, médico pediatra y psicoanalista inglés, menciona que lo “suficientemente buena” llegó para desterrar las presiones que recaen sobre las madres y para animarlas a apostar por su instinto a la hora de criar. No es tan necesario seguir manuales y normas rígidas como escuchar a esa voz interior. No es necesario ser perfecta, sino estar presente y disponible.

En contraparte a un “padre”, proposición que intenta estar a la altura de las circunstancias, de su entrega de cuidados y amor, de la puesta de límites; de la entrega de valores y una buena instalación de la ley. Esto transcurre en tiempo real, en el compartir periódico. Sin embargo, la teoría es categórica con el lugar representacional del padre. Para “Freud y sus seguidores es la madre el personaje más importante en las primeras etapas de la vida, y representa el objeto privilegiado del amor del niño. El padre comenzará a ocupar un lugar importante en su vida psíquica recién en la fase edípica (3 a 6 años), y a través de las fantasías de castración. El padre solo representa un elemento separador de la díada madre-niño, insertándose precozmente entre ellos”(Oiberman, 2019, p.89).

La teoría psicoanalítica es categórica al plantear que el padre representa el mundo exterior, la ley, la primera autoridad. Donde la madre cumple el rol de figura esencial en los primeros meses de vida. Autores como Greenspan (1980), “proponen la figura paterna en la psiquis infantil en los primeros estadios evolutivos”. Para él, el rol del padre es esencial en la etapa “diádica fálica” (anterior a la etapa edípica), para la formación de la temprana personalidad del niño. Asigna al padre el papel de un segundo otro. Planteando que, hasta los cuatro meses, el padre tiene un rol crucial como complemento de la madre, porque existe “un otro” puede ayudar a captar y descifrar las necesidades del niño/a. Entre los 6 y los 12 meses se incrementa la interacción recíproca entre el padre y el niño/a, repercutiendo tanto en la esfera afectiva como en la esfera cognitiva del niño/a. Entre los 12 y los 24 meses, el padre juega el papel del otro significativo. Según Greenspan, el niño/a ya tiene un reconocimiento claro del padre frente a las otras figuras. (p.91)

Sin embargo, desde las masculinidades, hoy habría una nueva experiencia paterna emergente en nuestra sociedad, que desprende una nueva posibilidad de encuentro con nuevas paternidades, que, a diferencia de los padres tradicionales de nuestra cultura, desarrollarían un involucramiento ya no desde la lógica de género tradicional -padres proveedores, distantes en lo afectivo de la cotidianeidad-, sino más bien que se involucran en la crianza diaria de las/os niñas/os, favoreciendo así nuevas formas de interacción en el núcleo familiar. De este modo, los hombres, entonces, pueden aventurarse en el mundo de lo privado, de lo íntimo, del cuidado y del contacto directo con los hijos/as, respondiendo a un modelo de padre más integrativo y relativamente nuevo.

Finalmente, coincido en perspectiva con Irene Meler (2000), especialista en estudios de género, quien a partir de la lectura del libro “Varones” manifiesta “el surgimiento de una nueva noción de paternidad”. Agregando que “la paternidad contemporánea aparece como una opción subjetiva y como una relación vivida”.

“Padre es el que ama, cuida y disfruta de la relación con sus hijos”

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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