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La recolectora de piedras Opinión

La recolectora de piedras

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Odette Magnet
Por : Odette Magnet Periodista y escritora, y ex agregada de prensa de las embajadas de Chile en Washington, D.C. y Londres y ex agregada de prensa y cultura en el Consulado General de Chile en La Paz, Bolivia.
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Al redactar estos cuentos, mi único propósito ha sido rescatar la memoria, salvar a las víctimas del olvido. Rescatar sus nombres y sus vidas.


Un día mi amada hija Catalina me preguntó por qué todos mis cuentos eran tan tristes. ¿Cuándo vas a escribir un cuento feliz, mamá? –remató con cierto tono de urgencia.

–No sé escribir esos cuentos –le contesté–. Que los escriban otros.

En rigor, tampoco habría querido escribir estos once textos que dan vida al libro Fracturados. Son relatos duros, que dan cuenta de vidas improvisadas por la permanente emergencia, como telón de fondo, las réplicas sísmicas de la dictadura: la desaparición, la tortura, la muerte, el asilo, el exilio, el secuestro, la clandestinidad, el regreso a una patria que no se reconoce. Un rosario interminable de violaciones a los derechos humanos que dejaron una huella común en las víctimas: la fractura.

Al otro lado, los victimarios, los represores, la llamada ecuación cívico-militar. Porque, al final, se estaba en una vereda o en otra. Nos mintieron, nos amenazaron, nos prohibieron el duelo. Nos robaron el futuro y nos pisotearon el pasado. Pero no pudieron arrebatarnos nuestra dignidad ni la de nuestros caídos. Esa es nuestra gran victoria, aunque sigamos colmados de ausencia, contando cuentos tristes.

Conocemos las historias. Las hemos reporteado y relatado dentro y fuera de Chile, una y otra vez. Parece que fue ayer, porque fue ayer. La memoria está fresca, recién parida. Solo las fotografías se han teñido de sepia. 

Al redactar estos cuentos, mi único propósito ha sido rescatar la memoria, salvar a las víctimas del olvido. Rescatar sus nombres y sus vidas. Mi escritura es una forma de reparar y consolar. Pero también escribo para los que llegaron tarde o no se quisieron enterar. Me niego a aceptar que tanto dolor haya sido en vano y siento terror al imaginar que la barbarie se vuelve a instalar en nuestro país, sin pestañear siquiera. El Nunca Más me da vértigo.

La escritora argentina Dolores Reyes dijo hace poco que “escribir es una forma de movilizar, de reaccionar activamente sin dejarte aplastar por la tristeza, por la bronca”.

Recojo su reflexión porque hace años que libro una lucha silenciosa para que no me venzan ni la tristeza ni la bronca. Sé que no estoy sola: terminada la dictadura, muchos nos pusimos a cazar palabras, las nuestras. Después de casi dos décadas de escuchar las historias de otros, nos propusimos encontrar nuestras voces, como si fuesen objetos perdidos en una guerra sin destino, como son todas las guerras. Añorábamos rescatar nuestra identidad como personas, primero, y como patria arrebatada, después. Durante interminables noches enterramos el terror, la traición, el amor truncado, la promesa rota. Nos miramos al espejo, tanto tiempo empavonado, y nos sorprendimos de estar vivos. 

Un día nos atrevimos a levantar la vista hacia el cielo y nos detuvimos para reanudar, para considerar, para echarnos a andar en busca de algo parecido al futuro. Nos adentramos en las aguas de la escritura. Novelas, cuentos, obras de teatro, poesía, ensayos. Aleteos tímidos y torpes al comienzo, pero a medida que la democracia dejaba de ser una ilusión y el terror quedaba atrás, nacieron textos robustos, contundentes. Como hija de la palabra y el dolor, me fui despojando lentamente de las telarañas del silencio, de la inercia en la cual me sentí entrampada tanto tiempo. Las palabras brotaron como callampas en un bosque húmedo y caían como una cascada de agua fresca en las cuencas de mis manos.

“El mundo está plagado de piedras preciosas en bruto, tan atractivas como misteriosas”, asegura Haruki Murakami, quien el año pasado ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras. “Los escritores”, dice, “están dotados de vista suficiente para dar con esas piedras. Con la actitud adecuada se pueden recoger y seleccionar tantas de esas piedras en bruto como uno quiera. ¿Acaso existe otra profesión que ofrezca una oportunidad tan maravillosa como esta?”, se pregunta él. Yo estoy en eso, recogiendo piedras, de aquí, de allá. No podría haber elegido un mejor oficio.

  • Extracto de la presentación del libro Fracturados.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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