A propósito de la participación en las primarias

Para entender el resultado global de las elecciones primarias recién realizadas hay que compararlas con los procesos previos en que se realizaron idénticos procesos, los desarrollados en 2016 y en 2020-2021.

Lo que corresponde es comparar la participación en las primarias en relación con el universo de electores potenciales, pero también en relación con los electores efectivos en cada proceso electoral, es decir: participación en las primarias con universo electoral relevante, y participación en las primarias y participación en el proceso de elección de alcaldes y gobernadores.

Estrictamente, los procesos no son comparables, ya que el proceso de primarias 2016 solo incluyó municipios; el de 2020 incluyó ese mismo universo y también gobernadores, pero un universo diferente en la elección definitiva, al sumarse la elección de convencionales y realizarse en 2021, seis meses después; y para el 2024 solo fueron municipales y regionales, y aún no se desarrolla el proceso definitivo.

Los números, tomados de la página de Servel, son los siguientes:

En el proceso de 2016, para las primarias participó un 5,53% del padrón que tenía derecho a hacerlo, y para la elección definitiva participó un 34,83% de los electores.

En el proceso de 2020-2021, para las primarias participó un 4,13%, y en la elección definitiva un 43,41%.

En la elección primaria del domingo recién pasado la participación ascendió al 6,19%, la más alta desde que existen primarias legales. Pero, igualmente, algunos se preguntan si hay mayor interés en la cosa pública. La respuesta se tendrá en las elecciones de fines de año, pero se pueden hacer proyecciones o sacar conclusiones.

Como –más allá de las diferencias habidas en los procesos– también hay una diferencia en las localidades y movimientos que participan en ella, solo se puede recurrir a la ley de los grandes números; es decir, a suponer que las diferencias se compensan. Así, no puede ser discutido que el 6,19 es mejor que el 5,53 y el 4,13.

Pero el hecho es que las primarias no convocan a todo el mundo, no convocan a las personas que se sienten “obligadas” a votar y, si es así, entonces vale preguntarse cuánto representa el 6,19 del universo que vota porque lo siente su deber, y ese sería el universo de los votantes voluntarios; es decir, el 44,95 del 2012, el 34,83 del 2016 o el 43,41 del 2021. Pero ¿cuál de estos números es el que habría sido?

Si proyectamos el resultado de esta primaria con el promedio de los procesos de 2016 y 2020-21, el 6,19% mostraría que un 50% de los electores se interesaría en votar voluntariamente, pero si consideramos que el porcentaje de participación del 2021 esta incrementado por la elección de los convencionales, y consideramos el promedio de participación del 2016, entonces será un 40% el que mostraría ese interés.

Lo interesante es que estos números dicen algo diferente a lo que se dice respecto a los intereses de la población en la democracia, y las voluntades de participar.

Otro país sería si el 6,19% de los fieles pagara el dinero del culto, o ese porcentaje de hinchas fuera a ver a su equipo al estadio, o se inscribiera siquiera en su junta de vecinos.

Hay que celebrar ese compromiso y pedir a los partidos políticos que, para las próximas oportunidades, las primarias de parlamentarios y presidenciales las realicen en todo Chile y para todos los cargos. Seguro se superaría el 6,19%.