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Incentivos perversos en Chile: hablemos del multipartidismo Opinión AgenciaUno

Incentivos perversos en Chile: hablemos del multipartidismo

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Gonzalo Correa Rivera
Por : Gonzalo Correa Rivera Psicólogo, académico U. Gabriela Mistral.
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En la actualidad contamos con 23 partidos políticos, tres en formación y siete en trámite, lo que se traduce en una enorme dificultad para llegar a acuerdos para la tramitación de leyes, declaraciones provocadoras para conseguir votos y populismos de derecha e izquierda.


Permítanme comenzar con una historia para ilustrar el problema. “En una ocasión un hombre vio que su perro traía un conejo en el hocico. Con el fin de que soltara al animal, decidió darle una galleta para distraerlo y liberar al roedor, lo que funcionó a la perfección. Pasado un rato, el hombre notó que su perro volvió a hacer la gracia, por lo que le dio otra galleta. Un momento después, escuchó que su perro rasguñaba la puerta, así que decidió ir a abrirle, pero cuando lo hizo, vio que este traía de nuevo al conejo. En ese momento el hombre entendió que su mascota había asociado el atrapar al animal con las galletas, por lo que, en vez de liberar al roedor, decidió relocalizarlo lejos y así eliminar el problema de raíz. Y así lo hizo. Al día siguiente el hombre decidió ir donde su perro, sabiendo que ya no habría problemas, pero cuando abrió la puerta vio a su mascota cavando con desespero en busca del conejo y su jardín destruido lleno de hoyos”.

Esta pequeña historia ilustra muy bien tres puntos. El primero es que los incentivos perversos no siempre obedecen a intenciones de ese tipo. El segundo es que esta clase de incentivos causan conductas perversas. Y, por último, que los incentivos perversos suelen descubrirse como tales una vez que la conducta ya se ha establecido.

Ahora, si bien es claro que la complejidad humana y social no puede reducirse a esta lógica, eso no quiere decir que estos principios no operan. Para dar un ejemplo tan claro como terrible, cuando se le preguntó a uno de los responsables de los dramáticos incendios de Viña del Mar, este sostuvo que una de sus motivaciones de su compañero de delitos fue el pago de horas extras. En esta ocasión se embolsó poco más de 400 mil pesos.

Algo similar sucede en la política. Cuando se acabó el sistema binominal en el Gobierno de Bachelet, no se advirtió que este sistema traía consigo un buen incentivo (virtuoso en este caso) para llegar a acuerdos, de la misma manera que el sistema de reemplazo no trajo medidas a ese respecto. ¿En que se traduce eso? En la formación de nuevas colectividades identitarias, con suficientes votos para alcanzar algún escaño en la Cámara de Diputados, pero no los suficientes para ser mayorías.

No bastando con eso, también es un buen incentivo para que los políticos hagan declaraciones incendiarias con el fin de mantener a su base electoral contenta y, de esa manera, aumentar sus posibilidades para una posible elección, a costo de más polarización.

Acá, con la buena intención de generar una mayor representatividad, se le dio numerosas galletas a un perro que bien podría destruir el jardín. En la actualidad contamos con 23 partidos políticos, tres en formación y siete en trámite, lo que se traduce en una enorme dificultad para llegar a acuerdos para la tramitación de leyes, declaraciones provocadoras para conseguir votos y populismos de derecha e izquierda.

Ahora, es ese mismo sistema político el que debe llegar a acuerdo para una próxima reforma en pensiones que, sin lugar a dudas, debe incluir la solidaridad, pero ¿cuánto? ¿Y qué pasaría si el resultado final de esa reforma son pensiones parecidas entre los que, ganando un sueldo mínimo, se impusieron toda su vida y los que no? ¿Qué incentivos estaremos dando para imponerse? ¿Y cómo terminaría nuestro jardín?

Estas son preguntas que vale la pena formularse a la hora de hacer políticas públicas que se constituirán como incentivos, ya sea virtuosos o perversos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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