
El pisco sour como analizador social del consentimiento sexual
El consentimiento para una relación no implica necesariamente la obligación de sostenerla hasta el final.
En algunas corrientes de las ciencias sociales se utiliza el concepto de “analizador social” para referirse a un fenómeno o acontecimiento particular, que da cuenta de problemáticas más generales. Desde esta perspectiva, los episodios de denuncia de violación, en los casos del exsubsecretario de Interior Manuel Monsalve y el exfutbolista Jorge Valdivia, han coincidido en el rol del alcohol –el pisco sour específicamente– en el desarrollo de los hechos.
Aun cuando la coincidencia pudiera ser totalmente anecdótica, el pisco sour se transforma en un analizador social en la medida que genera una serie de discusiones y debates sobre problemáticas relativas a las relaciones sexoafectivas y específicamente sobre el consentimiento.
Lamentablemente, no es un argumento poco frecuente sostener que el consumo de alcohol implica una señal de consentimiento. Argumento muy parecido a otros como que vestirse de cierta forma o presentar cierto tipo de comportamiento supone la disposición al encuentro sexual y que, por lo tanto, la vestimenta o la conducta resultaría una expresión inequívoca de consentimiento.
Siguiendo las herramientas de las ciencias sociales, podemos considerar que el consentimiento se ha convertido en una norma social con expresiones legales y con un asentamiento cultural cada vez más consolidado. Sin embargo, pese a esto, pareciera que esta norma no logra orientar adecuada y generalizadamente la conducta sexual de las personas.
No hablaré de hombres y mujeres para no caer en binarismos excluyentes de la diversidad sexual existente, sino de personas. ¿Cómo se concreta el consentimiento sexual entre personas? Otra situación lamentable respecto de esta pregunta dice relación con la percepción de burocratización de los encuentros sexoafectivos, expresada en chistes, como que habría prácticamente que firmar un documento notarial para poder tener relaciones sexuales consentidas.
Lo grave no es el chiste, lo grave es la percepción que lo sostiene. Sin embargo, este chiste nos permite identificar las dificultades que implica hacer operar una norma social, el consentimiento, como un código de interacción que permita establecer el acuerdo o no para sostener y mantener relaciones sexuales bajo mutuo acuerdo.
Por códigos de interacción podemos entender las formas verbales y no verbales que permiten que dos personas se entiendan sobre una situación particular, en este caso, el consentimiento para sostener y mantener relaciones sexuales bajo mutuo acuerdo.
En algunos casos, ya sea de manera espontánea, como resultado de interacciones previas o de una comunicación verbal explícita, las personas construyen códigos que les permiten entenderse y acordar los alcances y eventuales límites del consentimiento sexual. Sin embargo, muchas veces, esos códigos no existen y cada persona opera bajo sus propios códigos, los cuales pueden transgredir los límites de la otra persona.
Y aquí es donde volvemos a la norma, la cual ha establecido un código general, “no es no”, pero que también supone ciertos códigos más específicos. Algunos ejemplos:
–Tener una cita no es consentimiento. Es un encuentro que eventualmente puede llevar a un encuentro sexual, pero bajo ninguna circunstancia supone la certeza de la ocurrencia del mismo.
–Compartir alcohol o drogas no es consentimiento. Si bien estas sustancias pueden acompañar el encuentro de las personas y facilitar una relación sexual, su consumo personal o compartido no implica consentimiento y, por cierto, la eventual afectación de la conciencia o la conducta de la persona debería asumirse como una situación que impide que exprese o incluso racionalice responsablemente el consentimiento y, por lo tanto, no deberían llevarse adelante conducta sexuales, sino por el contrario, procurar conductas de cuidado.
–Compartir un espacio íntimo no es consentimiento. Aun cuando el encuentro entre dos personas pueda avanzar hacia un espacio íntimo, incluso en un tono sexual explícito, siempre existe la posibilidad de que la persona prefiera no tener una relación sexual, ya sea por arrepentimiento, malestar, confusión, o simplemente porque así lo decidió. Esto incluye también la interrupción del desarrollo de relaciones sexuales.
–El consentimiento para una relación no implica necesariamente la obligación de sostenerla hasta el final. Si bien estas situaciones pueden generar desconcierto e incluso frustración en la otra persona, debiera siempre asumirse como una posibilidad y, por tal razón, como un elemento a considerar dentro de los códigos del consentimiento. Cabe destacar que esto es válido no solamente para encuentros casuales sino también para parejas estables. La violación también existe en la pareja cuando una persona obliga a su pareja a tener relaciones sexuales cuando esta no quiere.
Sin duda que muchos aspectos del consentimiento suponen el abandono de creencias y conductas fuertemente asentadas en el sentido común y, por lo tanto, el consentimiento y sus códigos pueden resultar contraintuitivos, absurdos, risibles e incluso ofensivos.
Sin embargo, el consentimiento implica un avance social significativo, ya que permite proteger a las personas en su integridad y dignidad y, por ende, avanzar hacia relaciones sexoafectivas más complejas, más interesantes y más amorosas.
En un contexto de hipersexualización de los cuerpos, de mucha soledad y de mucha dificultad para el encuentro humano, mediado por redes sociales que muchas veces entorpecen el encuentro más que facilitarlo, el consentimiento permite el autocuidado, el cuidado del otro, la comunicación mutua, y nos conecta con el valor de lograr construir una intimidad armónica, ya sea momentánea o más permanente, incluso con mucho pisco sour.
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