Pese a un contexto nada fácil, con las elites cuestionadas y una agenda copada por diferentes tipos de escándalos, la ciudadanía acudió a las urnas y operó un masivo, trasparente y ordenado proceso de renovación de autoridades locales y regionales.
Ha concluido la primera ronda de las elecciones municipales y de gobernadores, con voto obligatorio y en un ejercicio de 48 horas. Las cifras indican que sufragó más del 84% del padrón registrado; es decir, arriba de 13 millones de electores emitieron su voto, y en pocas horas toda la nación conocía los resultados.
El contexto no era el mejor, pues el país asiste desde hace algún tiempo a una sucesión de escándalos indignantes, que van desde el tráfico de influencias para hacer negocios y obtener cargos hasta diversos episodios de corrupción y de abuso de autoridad.
En dicho escenario, muchos pronosticaron una abstención importante, como rechazo a estas prácticas, o un número elevado de votos blancos y nulos. Ojo, las cifras están aún frescas, pero todo indica que no se dio un tsunami de indignación. Algunas votaciones locales podrían tener esa explicación (Las Condes, por ejemplo), pero a nivel nacional la mayoría de la ciudadanía concurrió a votar, lo hizo disciplinadamente y más tarde celebró en modos civilizados, con los derrotados felicitando a los triunfadores.
Asimismo, desde hace años Chile es azotado por una ola creciente de criminalidad, ya que diversas bandas de delito organizado se han instalado en el país expulsando, sometiendo o subordinando al crimen local. Todos los días los matinales de TV nos recuerdan con estridencia que nuestra vida cotidiana se mezcla con portonazos, asaltos de cajeros automáticos, “turbazos” a negocios e incluso a casas particulares, y sumemos los asesinatos, las balaceras en barrios diversos y el hallazgo de cuerpos mutilados. Puede que me equivoque, pero este fin de semana electoral la cantidad de delitos disminuyó.
¿Qué hipótesis podrían explicar este alto al crimen? Me matriculo con una: la combinación de una ciudadanía movilizada junto a un despliegue masivo y planificado de nuestras fuerzas. No solo de miles de ciudadanos activados y de policías en alerta, sino que debemos sumar a miles de voluntarios de la Defensa Civil, de la Cruz Roja y, por supuesto, de los efectivos de las Fuerzas Armadas que cumplen con su tradicional rol de custodios. En suma, sociedad y Estado desplegados, controlando territorio y con ello inhibiendo a la delincuencia. Conforme a la ley y reglamento.
La clave es una que varios análisis y experiencias indican: más que leyes o crear nuevos organismos –que pueden ser necesarios, pero a mediano plazo–, lo que define el combate a la criminalidad es recuperar el control del territorio y eso solo se logra con el respectivo copamiento, que es posible y necesario. Requiere experiencia y planificación.
Otro elemento digno de destacar es el proceso electoral mismo. Lo importante es que la gente fue a votar, se contaron los votos y se declaró ganador a quien obtuvo más. Esos sencillos pasos, a veces, o no se cumplen o no se respetan. Incluso en grandes naciones como los EE. UU., todos recordamos los bochornosos sucesos del asalto al Capitolio con el cual partidarios de Donald Trump trataron de cuestionar el triunfo del presidente Biden, o los oscuros intentos de partidarios del expresidente Bolsonaro por impedir el ascenso de Lula.
En Chile eso no pasa y ayer fue un buen ejemplo. Hubo rostros alegres y rostros decepcionados, pero los derrotados reconocieron su condición y saludaron a los triunfadores. En una elección donde concurrieron miles de candidatos, nadie ha objetado el proceso, hasta el momento. ¿Hipótesis? Es difícil cuestionar la trasparencia de un proceso protagonizado por miles de ciudadanos investidos de presidentes de mesa, apoderados, vocales, con urnas trasparentes y, sobre todo, una ciudadanía movilizada. Ese Chile creo que es el que nos gusta a todos.
La calidad de la democracia que hemos construido la vimos en acción este fin de semana. Como señalábamos, pese a un contexto nada fácil, con las elites cuestionadas y una agenda copada por diferentes tipos de escándalos, la ciudadanía acudió a las urnas y operó un masivo, trasparente y ordenado proceso de renovación de autoridades locales y regionales.
Los chilenos hemos construido, a veces en difíciles condiciones, una institucionalidad democrática que persiste, funciona y resiste. Corresponde cuidarla, corresponde reconocerla. Por eso, mis respetos, Chile.