Creemos que el dato clave de esta elección no es si ganó “la buena política”, si triunfó la “moderación” o si se posicionó tal o cual candidato presidencial. Más bien, lo sorprendente es cuán estable e ideológica sigue siendo nuestra política.
Acabamos de tener cuatro elecciones en donde se usaron diferentes reglas electorales. Pese a que cada elección es distinta, los resultados son sorpresivamente estables: predominan claramente los bloques ideológicos tradicionales. Veamos dos datos clave que reflejan la principal tendencia estructural del electorado chileno.
En la elección de alcaldes, la suma de partidos del centro a la derecha obtuvo un 37%, mientras que las fuerzas del centro a la izquierda alcanzaron un 33%. El resto de los votos fue para independientes. A grandes rasgos, el electorado se divide casi aritméticamente en izquierda, derecha e independientes.
Sin embargo, dentro del grupo de independientes podemos encontrar varios casos de alcaldes electos que adhieren a una posición ideológica clara, aunque no pertenezcan a un partido, como Matías Toledo, en Puente Alto, o Catalina San Martín, en Las Condes.
El segundo dato clave viene de la elección de concejales. Aquí, la suma de las fuerzas de derecha obtuvo un 53%, y la suma de las de izquierda un 47%. Es decir, prácticamente empatados. Pese a todas las desventajas que implica ser gobierno hoy –escándalos, problemas de gestión, desgaste natural–, los partidos de izquierda casi obtuvieron la mitad de los votos.
A su vez, la derecha, que muchos consideraban reducida a tres comunas hace solo tres años, hoy es nuevamente una fuerza electoral relevante en todo el país. En este sentido, cuando no hubo independientes en la papeleta, los votantes optaron por grupos ideológicos tradicionales o votaron nulo.
La pregunta relevante, entonces, es: ¿qué explica esta estabilidad? Con el prestigio de los partidos por el suelo y con altos niveles de desconfianza hacia los políticos, lo normal sería tener elecciones mucho más volátiles. No obstante, lo que tenemos, más bien, son porfiados bloques ideológicos que se resisten a desaparecer. Mientras los partidos mueren, la ideología sobrevive.
Más aún: los partidos exitosos son versiones modernas de partidos antiguos, mientras que los partidos sin afiliación ideológica clara, mueren. Esto es lo verdaderamente sorprendente de las últimas elecciones, y lo que merece ser analizado con detención.
¿Por qué sobrevive la ideología? Este fenómeno, que trasciende el caso chileno, tiene raíces sociológicas. La ideología es mucho más que posiciones específicas sobre temas de política pública. La ideología, más bien, es una identidad social; es decir, es parte sustancial de cómo las personas se ven a sí mismas y de cómo entienden el mundo. La ideología también afecta las relaciones sociales, laborales y afectivas. La propia identidad puede cambiar, pero no ocurre de un día para otro.
Si eres de izquierda (o de derecha), no vas a abandonar tu sector solo porque algún candidato promete terminar con la delincuencia, o incluso porque concuerdas con alguien de otro sector político en la política migratoria. Cruzar la vereda de enfrente es una decisión más afectiva que racional.
Creemos que el dato clave de esta elección no es si ganó “la buena política”, si triunfó la “moderación” o si se posicionó tal o cual candidato presidencial. Más bien, lo sorprendente es cuán estable e ideológica sigue siendo nuestra política.
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