
La incertidumbre de Valparaíso y la inacción de nuestras autoridades.
¿Nuestras actuales autoridades quieren, acaso, convertir a Valparaíso en un cementerio patrimonial? ¿Dónde está la inversión del Estado para el cuidado del patrimonio?
Apenas asumió Patricio Aylwin el 11 de marzo de 1990, en un ciclo político amenazante, donde el susurro del tirano Pinochet instalaba cada cierto tiempo el fin del Estado de Derecho, ordenó la reconstrucción del puerto de San Antonio, abandonado por la dictadura luego del terremoto de 1985.
“Es deber ineludible del Estado emprender las acciones y destinar los recursos necesarios para dotar al país de la infraestructura indispensable para su progreso y modernidad, como asimismo para satisfacer adecuadamente necesidades de la población”, señaló. Y acto seguido formó una comisión entre los ministerios de Obras Públicas, de Transportes y la Empresa Portuaria de Chile, para la ejecución de las obras programadas en los puertos de Valparaíso, San Antonio y San Vicente.
San Antonio entró en pujanza, renovó los espacios portuarios 1 y 2, y el impacto social, económico y político le restituyó a su gente un progreso abandonado por décadas. Se pavimentaron calles, pasajes, se construyeron nuevas carreteras, nuevas plazas, el agua potable comenzó a llegar a los barrios que hasta entonces se alimentaban de camiones aljibes, la escolarización remontó, la industria comenzó la contratación de mano de obra, subieron los sueldos, el bienestar comunitario.
La calidad de vida de las personas se vio beneficiada directamente. La estrategia de Aylwin fue recuperar a San Antonio y llevarlo a las primeras alianzas del continente. Una decisión política trascendental que fortaleció la capacidad y competitividad del puerto, desarrollando un mejoramiento integral de San Antonio y sus alrededores.
Acuerdo por Valparaíso
El pasado 23 de octubre de 2024, el Presidente Gabriel Boric recibió en sus manos el “Acuerdo por Valparaíso” entregado por el gobernador Rodrigo Mundaca, agentes portuarios del TPS y el exalcalde de Valparaíso Jorge Sharp. En las seis páginas del documento encontraremos una suma de buenas intenciones deleitables en sonetos, pero negligente de presupuestos, sin fechas de ejecución, sin ministerios estratégicos responsables.
Un discurso que da cuenta de una fábula bien escrita, pero con la ausencia vital de una realidad materializada en hechos, cifras y acciones con plazos claros.
En Valparaíso llevamos décadas discutiendo la vialidad de la extensión portuaria: cabildos, seminarios, mesas redondas, exposiciones integrales, comités, mesas de trabajos, consultas ciudadanas, cambios de nombres a la institucionalidad del puerto, acuerdos que se firman y luego desaparecen.
Ciudad, abandono y hechos
En un foro sobre transporte vertical, desarrollado en la Facultad de Transporte de la PUCV y organizado por la Agrupación de Usuarios de Ascensores de Valparaíso (Ascenval) –colectivo de vecinos que durante años han buscado la recuperación de los elevadores que la ciudad nos debe– fuimos informados que no tendremos esos ascensores sino hasta el año 2030. “Valparaíso es una de las 38 comunas de la región, les recomiendo que se movilicen porque las prioridades del Gobierno Regional no es solo Valparaíso”, señaló Francisco Romero, jefe de la División de Infraestructura y Transporte del Gore.
“Hacer caminatas y subir cerros ayuda a las personas”, apuntó Alejandra Vio, directora de arquitectura del MOP, tratando de empatizar con el reclamo de nuestros vecinos. Camila Nieto, actual alcaldesa –entonces candidata–, reconoció en un debate abierto en TPS que en los próximos 4 años de Gobierno no habrá cintas que inaugurar en materias de ascensores; la tramitación, la burocracia espantosa, la permisología y el abandono de proyectos son responsables de esta catástrofe.
Sin embargo, luego de cuatro años de ejercer como concejala, Camila Nieto llegó al sillón municipal, desprovista de estrategias para la recuperación, limitándose al desmalezamiento de las vigas muertas como solución a este desastre.
Puertos que no importan
Mundaca ha sido tibio en materia de puerto con Valparaíso y San Antonio. Su poca voluntad se aprecia en foros, actividades y encuentros, donde evita ser tajante con la expansión portuaria y se atrinchera obsesivamente con el puerto seco de Los Andes. También mide sus promesas mirando a pequeños grupos que nada quieren, que descubren y defienden a Valparaíso con la nostalgia que la pobreza y sus escombros nos revelan, acusando que el patrimonio es “joya” y no están dispuestos a entregar “sus territorios” a la maquinaria del progreso perverso, neoliberal y deshumanizante.
Curiosa y frívola reflexión cuando, por años, siendo autoridades políticas de la ciudad, han invertido cero en el cuidado de una ciudad patrimonial.
La Empresa Portuaria Valparaíso (EPV) proyectó que con la ampliación del puerto se podrán generar 2.500 nuevos empleos directos, indirectos e inducidos en su zona de influencia, sumándose a las cerca de 18 mil ocupaciones que la cadena productiva portuaria entrega en actividad y logística. En cuanto a empleos directos, el 74% de las personas que trabajan en la actividad portuaria vive en Valparaíso, siendo nuestra comuna la más beneficiada.
Camila Nieto, actual alcaldesa, ya expresó su apoyo a la presentación ante la Unesco para impulsar un nuevo estudio de Impacto Patrimonial (EIP). Un nuevo estudio, porque todos los que existen, absolutamente todos, no le dan confianza.
A pesar de esta disposición de nunca acabar, la empresa portuaria solicitó al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) de la Región de Valparaíso la extensión del plazo para responder las observaciones realizadas por la ciudadanía y servicios públicos durante los meses de octubre y noviembre. Observaciones ampliamente discutidas en cabildos, encuentros, estudios y un largo etcétera.
Ahora bien, hay quienes entienden que el patrimonio es una arqueología ideológica intocable y quieren que nada se toque, que todo se paralice por vestigios, por lo que fue, pero ya no es. Presentan recursos, se defienden en la institucionalidad paralizando por décadas el desarrollo portuario.
San Antonio es víctima de esta cábala y hoy sus vecinos pagan las consecuencias del estancamiento portuario. Mientras estas acciones ocurren, cada año, cientos de jóvenes egresados de universidades, institutos profesionales y colegios técnicos obligados por el abandono laboral, emigran a regiones vecinas; dejan su pertenencia, su identidad es exiliada. Crecer en los barrios del puerto, estudiar en las mejores universidades de la región, no fue garantía para continuar la vida en nuestra ciudad.
¿Los porteños y porteñas estamos en condiciones de aceptar eso? ¿Nuestras actuales autoridades quieren, acaso, convertir a Valparaíso en un cementerio patrimonial? ¿Dónde está la inversión del Estado para el cuidado del patrimonio? ¿Son los despojos y esa siniestra política de administrar pobreza quizás?
El pasado 15 de enero, el presidente Gabriel Boric visitó nuestra ciudad puerto y en su cuenta de X señaló: “Nos reunimos con la alcaldesa de Valparaíso, para abordar los principales desafíos de esta hermosa comuna, en particular en materia de gestión en salud, educación, seguridad y, por cierto, patrimonio. Porque debemos ser conscientes de que Valparaíso es Patrimonio de la Humanidad y un orgullo para Chile”.
En lo sustancial se repite la misma música: ningún plan de desarrollo, ni económico, ni político urgente ante la decadencia de nuestra ciudad, solo la buena intención del Presidente, pero huérfano de números, sin fechas, sin inversión, simplemente la lírica, el buen verso, el parafraseo sobre la belleza de nuestra ciudad y su gente, pero que su Gobierno ha ejercido con egoísmo vergonzoso, lejano y nulo en la entrega de políticas de inversión serias que nos permitan recuperar nuestra ciudad de una vez por todas.
Por lo visto, seguiremos conviviendo con el abandono cruel del borde costero, con los ascensores muertos, con las calles abandonadas, sucias y pestilentes. También seguiremos aceptando la armonía de nuestra ciudad y el abandono constante de los gobiernos regionales y locales.
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