
Pronunciarse ahora
Es mucho lo que está en juego en la elección presidencial de este año, con nada menos que tres potentes candidatos –digo tres y no dos- que aspiran no a frenar el país, pero sí a volverlo atrás.
Siempre me ha hecho gracia; o sea, saltado de la risa, cada vez que alguna presumible figura pública, especialmente sin es de una edad mayor, se obstina en aparecer en algún medio para notificar al país cuál es su preferencia en una elección presidencial que se avecina.
Dan jugo también aquellos que se autoproclaman candidatos a ese alto cargo y sin ninguna posibilidad de que lo consigan. En las últimas décadas me he preguntado a menudo qué pasa por la cabeza de un número apreciable de individuos que ponen los ojos en La Moneda y hasta consiguen competir en primarias sin alcanzar ni el 10% de los votos
Pueden ustedes tener la seguridad que no incurriré en lo segundo, pero esta vez sí lo haré en lo primero, con lo cual arriesgo a reírme un poco de mí mismo.
Recuerdo hoy su sobresaliente desempeño como parlamentaria, su esclarecida presencia en el Directorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, y su enérgico y a la vez prudente desempeño como Ministra del Interior. Consciente como estoy de esa trayectoria, y también de su inteligencia, coraje, madurez política y claridad conceptual, estoy pensando en un nombre que me hace pleno sentido para dirigir un futuro gobierno con voluntad progresista, coherencia, realismo, y capacidad para buscar acuerdos no a como dé lugar, sino en el marco de sus conocida ideas y convicciones. También confiable y libre de los oportunismos, acomodos, volteretas y conversiones habituales en la actividad política, se trata de alguien con reconocidos y apreciables atributos personales. Tampoco ha abandonado al partido en que ha militado por largo tiempo ni menos cambiado de tienda cuando el viento ha empezad a sopla en una dirección distinta.
A estas alturas de la presente columna su nombre no constituye un enigma para nadie. Me refiero a Carolina Tohá, así ella y yo estemos lejos de los extremos del espectro político, esos que con gran facilidad se entusiasman con el conflicto a cualquier precio y tratan de llegar a codazos a la casa de gobierno.
Declaro entonces esa preferencia presidencial y sonrío al constatar mi propia incoherencia al reírme de aquellos que, sin que nadie se los pregunte, se esmeran en anunciar al país cualquier preferencia como esa, esperando influenciar a otros votantes con sus pretendidos liderazgos o ansias de figuración. Pero no puedo resistirme a dar el testimonio que transmiten las afirmaciones que he realizado aquí espontáneamente, y esto sin aguardar el momento en que estén ya claras las distintas posiciones electorales y sus posibilidades de triunfo.
Es mucho lo que está en juego en la elección presidencial de este año, con nada menos que tres potentes candidatos –digo tres y no dos- que aspiran no a frenar el país, pero sí a volverlo atrás. Concerniente a las otras dos candidaturas femeninas, no resulta descaminado pensar que, por distintas motivos, no pasarán de las primarias.
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